Conocí a Augusto Fernandes en el ‘69. Antes estudiaba con otro maestro. Quería ser actor de cine, me anoté en un instituto el día que cumplí 22 años y descubrí el teatro. A los tres, cuatro años empezaba a ver actores y a observar matices y diferencias en la actuación. Me puse a averiguar, porque quería cambiar de maestro. Me nombraron a Augusto Fernandes. Fui a verlo; tomaba pruebas para recibir alumnos. Di una prueba y entré. Y me encontré con un gran maestro.
Me abrió una zona de la cabeza que estaba adormilada. Del trabajo del actor. Fue un gran guía con un gran conocimiento. Le estaré eternamente agradecido. Me dio las bases para poder recorrer la aventura de la actuación. Yo la vivo como si transitara una selva. Uno va a encontrar yararás, faisanes y flores perfumadas. De Augusto recibì reglas y maneras de construir un oficio. Porque es un oficio como el del carpintero, o la médica. Después, están el don de la suerte o el del talento; pero todo lo que uno puede hacer es crear el oficio. No hay garantías del fruto pero uno tiene que sacar los yuyos, regar y cuidar.
La actuación es un niño jugando. Haciendo como que. Como que esto y lo otro. Creo que Nietzsche dijo que se llega a la adultez cuando se logra la seriedad del niño cuando juega. Tengo que agradecerle mucho a Augusto por la posibilidad de seguir jugando.
* Actor.