Ella está dispuesta a dominar la escena. A hacer de esa pequeña salita donde un grupo de madres y padres van a someterse a la lógica desconcertante de un jardín de infantes, un territorio para imponer cada uno de sus deseos, una cápsula para desquitarse y armar un orden que la corone como la dueña de los hechos.
Sandra es, tal vez, el único personaje que tiene una estrategia en La sala roja, alguien que interviene como una suerte de directora dentro de la ficción que busca manejar a lxs otrxs padres y madres a su antojo. Este personaje avasallante, impiadoso en el uso de las palabras está interpretado por Victoria Hladilo, autora y puestista de la obra que hizo de su propia experiencia en el jardín de su hijo una suerte de estudio etnográfico para llevar al teatro.
Es que La sala roja es un diminuto mundo político que muestra el uso excesivo de padres y madres sobre lxs hijxs para posicionarse en un lugar de poder. Mientras que algunos personajes cumplen con el ritual de la reunión pedagógica mucho más relajados, incluso ajenos o condescendientes a los manejos de Sandra, las autoridades del colegio están ausentes. En ese estado donde aguardan a la directora del jardín padres y madres se infantilizan por momentos, especialmente cuando asumen las tareas manuales que también tienen el trazo de la competencia.
En el extremo que propone la comedia, los personajes que construye Hladilo no tienen nada de inocentes. La posibilidad de caer en escenas desmedidas se ajusta a un comportamiento que parece no obedecer a ningún límite. Como si esa sala fuera, en realidad, un experimento.
Tratar de irse, de renunciar a ese ambiente de locura que cada tema a discutir genera, especialmente porque Sandra no acepta que sus propuestas sean descartadas y vive cada votación como un momento crucial donde debe ganar a cualquier precio, será un objetivo invalidado con los métodos más inesperados.
Es la presencia de esos padres y madres en la institución que han elegido para sus hijxs la que aparece cuestionada en la dramaturgia de Hladilo. En gran mediada porque el estar o el ausentarse pasan a pertenecer a la misma categoría. Nada de lo que allí ocurre supone un interés por lxs hijxs que serán evocadxs en sus conflictos. El dolor ante el primer rechazo, la desesperación por no ser integradxs a un grupo o elegidxs para una actividad, es vivida por sus padres y madres con un desconsuelo sincero que a lo largo de la reunión se transformará en una contienda que se va a dirimir únicamente en el mundo adulto. Esa traducción de las aflicciones de lxs hijxs a la prepotencia o debilidades de padres y madres habla de un ejercicio de la paternidad y la maternidad que se encuentra en una etapa de desconcierto.
La incerteza se expresa en estas reuniones en el afán por conseguir algún amante, por hacerse de amigas con cierto prestigio y dejar de lado a alguna otra que ruega pertenecer al club. En copiar un comportamiento infantil con cierta saña y entender las traducciones que niños y niñas hacen de las conductas de sus padres en ese universo donde ensayan su autonomía.
El género de la comedia le sirve a Hladilo para componer un realismo delirante que se vuelve crítico al convertir esas situaciones mínimas que podría propiciar una sala de jardín en un momento casi catártico, suerte de psicodrama donde padres y madres son capaces de destrozarse, de dejar las inhibiciones a un lado y poner en evidencia los comportamientos más vergonzantes para después besarse como adolescentes en un rincón o llorar con la canción que sus hijxs aman y repiten hasta volverla imposible de olvidar.
La sala roja se presenta en diciembre los viernes a las 21 y los sábados a las 21:30 y en enero y febrero miércoles y jueves a las 23 en el Teatro Auditórium de Mar del Plata