Año de devaluaciones y tarifazos sostenidos, el contexto inflacionario del país fue empujando a la actividad teatral a la peor crisis de los últimos años. No es difícil encontrar las razones. Las corridas cambiarias, el ascenso del dólar y la recesión económica contribuyeron a los cortes de presupuesto y a la inviabilidad de algunos proyectos escénicos, en tanto que la consiguiente caída del consumo volvió a generar, como en otros años, la disminución del público, el elemento más preciado del sistema teatral. Así entonces, la pérdida de espectadores tanto en el circuito comercial como en el teatro alternativo se fue agudizando desde el mes de abril y, a lo largo del año, fue revirtiéndose esta tendencia para volver a generarse el ciclo de sube y baja. Es por esto que, junto a las clásicas promociones del 2X1, se implementó en muchas salas del circuito alternativo la modalidad de entrada libre con salida a la gorra.
Muy ligadas a las diversas dificultades que enfrentan salas y grupos para llevar adelante sus proyectos, durante el año se conocieron serias turbulencias en el funcionamiento de las dos principales entidades de apoyo a la actividad teatral, Proteatro, que está bajo el área del Ministerio de Cultura porteño y el Instituto Nacional del Teatro, dependiente de la actual Secretaría de Cultura de la Nación, ex ministerio desde septiembre pasado. El caso es que, mientras prosperan desinteligencias, enfrentamientos internos y torpezas burocráticas, las salas y los grupos terminan cobrando unos subsidios drásticamente desactualizados por la realidad inflacionaria.
El teatro, se sabe, se las arregla siempre para seguir adelante. Aunque puede ser que la cantidad de estrenos en la ciudad de Buenos Aires haya sido algo menor que otros años, lo que sigue es apenas un resumen de las producciones teatrales que cubrió este diario. Muy vinculada a las crisis económicas, Julieta Novarro y Pablo Bossi, responsables de Microteatro Buenos Aires, emularon ese formato teatral surgido en España, llevando a escena obras de 15 minutos para 15 espectadores. En una perspectiva semejante, el ciclo de Teatro Off Shore ofreció una colección de piezas breves escritas por Florencia Aroldi, en un estilo definible como “corto, cómico y político”, obras destinadas a retratar actos desesperados de la realidad cotidiana. El tema de las crisis financieras del pasado y su nexo con el presente fue abordado por Mariana Armelin y Diego Leske, en Diciembre y por Pablo Bellocchio, autor y director de Nadie te había invitado.
También vinculada al tema del teatro y lo político, Enobarbo, obra del recordado Alejandro Acobino protagonizada por Osqui Guzmán, concibió un retrato diferente del emperador Nerón, convertido en un fervoroso promotor del teatro. Entre otros espectáculos inspirados en situaciones del pasado histórico, con dirección de Rubens Correa, el abuso de poder también fue el tema de Las probadoras, de Pedro Gundesen, inspirada en la historia de las probadoras de los alimentos que comía Hitler. Entre otros montajes, Enrique Dacal dirigió Reikiavik, de Juan Mayorga, obra que habla sobre la guerra fría a través del enfrentamiento de los ajedrecistas Bobby Fischer y Boris Spassky. A 200 años de su nacimiento, fue homenajeada la figura de Carlos Marx con una serie de performances teatrales y musicales que tuvo lugar en el Teatro Cervantes. Y con su Eléctrico Carlos Marx, el actor y director Manuel Santos Iñurrieta, a la cabeza del grupo Los Internacionales promovió una relectura de las ideas del autor de El Capital. Por su parte, Céline no está solo, de Mateo de Urquiza, ofreció un fresco socio político del presente, tematizando la precarización laboral, las estafas del neoliberalismo, los esloganes de la autoayuda y el neo activismo social que alientan las redes.
En cuanto a situaciones y personajes de la historia nacional, la autora Patricia Suárez y el director Roberto Vallejos, en Las 20 y 25 detallaron un registro de la muerte de Evita desde la mirada del servicio doméstico. El actor Osmar Núñez y la directora Analía Fedra García, por su parte, volvieron con el unipersonal Las patas en las fuentes, sobre el texto de Leónidas Lamborghini. Otra visión del tiempo del último peronismo fue la que aportó Tita y Nené - bombones para un entierro, de Alberto Cattan, bajo su propia dirección. Ya levantada la proscripción al peronismo, en J. Timerman, escrita y dirigida por Eva Halac, el mítico creador de La Opinión y el general Lanusse miden sus fuerzas en medio de un país atravesado por la guerrilla y la promesa de elecciones. De la misma autora pero con dirección de Hernán Márquez, La voluntad, Teatro a distancia habló acerca de emprendimientos civilizadores y choques culturales en tiempos de la Campaña del Desierto. Sobre la lucha armada de los `70, desde el registro de tres sobrevivientes, el dramaturgo Ricardo Halac estrenó Barrera baja, con dirección de Lizardo Laphitz.
Cada vez más presente, el tema del género inspiró ciclos, como el que se desarrolló en el Celcit , Mujeres a la obra, Primer Ciclo de Teatro y Feminismos, en el que participaron, entre otras, Carolina Guevara, Mariela Asensio y Claudia Quiroga. Tiestes y Atreo, espectáculo de Emilio García Wehbi bajo su propia dirección, superpuso miradas diversas acerca de la ideología de género, sobre un fondo de símbolos y excesos. También desde el desborde, pero en perspectiva de unipersonal, Mátate, amor, bajo la dirección de Marilú Marini y actuación de Érica Rivas sobre la novela homónima de Ariana Harwicz, abordó las convenciones construidas alrededor de la mujer. En Todo lo posible, de Lorena Romaní también se habló de la complejidad de los vínculos afectivos y la identidad de género. Y en Un cuerpo salvaje, de Silvia Gómez Giusto, en el marco del colectivo creativo Teatro Líquido, el sometimiento femenino estuvo ligado a la familia organizada según un modelo patriarcal.
Entre otros personajes femeninos singulares, la misma Marini protagonizó en el rol de Santa Teresa, Sagrado bosque de monstruos, de Inés Garland y Santiago Loza , dirigida por Alejandro Tantanian en el Cervantes. Por su parte, Paula Ransenberg, transformada en una Helena de Troya kitsch, estrenó Juicio a una zorra, del español Miguel del Arco, dirigida por Corina Fiorillo. Y en Canto a Isadora, de María de las Mercedes Hernando, bajo la dirección de Valeria Ambrosio, la Duncan dialogó con Walt Whitman sobre lo efímero de la danza y la eternidad de la literatura. Las Abuelas de Plaza de Mayo fueron las inspiradoras del personaje que interpreta Merceditas Elordi, también autora de El legado que, con dirección de José Toccalino, discurre sobre una mujer y una búsqueda encarnizada que encuentra su límite en la propia muerte.
Las relaciones interpersonales fueron otro de los motivos recurrentes. Lautaro Perotti dirigió La respiración, comedia del español Alfredo Sanzol sobre la separación de pareja, en tanto que Mariano Tenconi Blanco estrenó La vida extraordinaria, obra que, en clave de humor, puso el foco sobre amores, desventuras y duelos de dos amigas, Blanca y Aurora, en una puesta muy vinculada a la narrativa y al discurso visual. Leonor Manso e Ingrid Pelicori interpretaron bajo la dirección de Pablo Messiez Cae la noche tropical, de Manuel Puig, la historia de dos amigas que también encontraron en la ficción alivio a sus angustias. Sobre el vínculo entre madre e hijo, Mariano Saba y Horacio Roca, autor y director, coincidieron en la puesta de Madrijo, una historia que también se vincula con una situación de resistencia política. En Jazmín de invierno, de Carla Moure, con dirección de Corina Fiorillo, la cotidianidad aparentemente amorosa de una familia es la pantalla que oculta una oscura situación de maltrato infantil.
En clave de ciencia ficción, Siniestra, del dramaturgo y director Javier Daulte se preguntó si es posible volver a un tiempo que fue a partir de dos historias en las que se intentan revivir experiencias del pasado con la facultad de producir cambios.
Entre las versiones realizadas en base a textos clásicos de la dramaturgia de todos los tiempos, el director Leandro Rosati, autor de M.A.L., recurrió al Fausto de Goethe para hablar sobre la sociedad de consumo y sus promesas engañosas. Monólogo escrito por Cristian Palacios a cargo de Juan Manuel Caputo, El asado de Platón, se ofreció como una parrillada filosófico-performática sobre El banquete. Como todos los años, Shakespeare, también fue revisitado: La tempestad, fue dirigida en el Teatro San Martín por la inglesa Penny Cherns, con Osqui Guzmán y Malena Solda en los roles de Próspero y Ariel, en una puesta de corte minimalista. Y Patricio Orozco dio a conocer una versión de Hamlet, con Alberto Ajaka en el personaje protagónico. Por su parte, Daniel Marcove dirigió Moscú, de Mario Diament, obra que versiona Las tres hermanas, de Chéjov, centrando la acción sobre los tres personajes femeninos. Protagonizada por Claudia Lapacó, Madre Coraje, de Bertolt Brecht fue dirigida por José María Muscari, en tanto que Juan Leyrado encabezó el elenco de Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, bajo la dirección de Lisandro Fiks. Atento a dialogar con el contexto político actual, Hugo Alvarez dirigió Esperando al zurdo, obra del estadounidense Clifford Odets que transcurre durante una asamblea de taxistas en la Nueva York de los años 30.
También en el teatro San Martín, el director polaco Michal Znaniecki dio a conocer su versión de El casamiento, de Witold Gombrowicz, protagonizada por Luis Ziembrowski. Del mismo autor, Adrián Blanco dirigió Bacacay, un crimen premeditado montaje de textos que buscó parodiar las convenciones del thriller psicológico. En cuanto al teatro musical, el director y dramaturgo Pablo Gorlero ofreció en De eso no se canta, un recorrido por las canciones de protesta y poemas prohibidos a lo largo de las décadas. En otra tónica, Alfredo Arias estrenó Divino Amore, musical cómico-religioso que buscó homenajear a todos aquellos que, “por accidente o por decisión, se ponen por fuera de las convenciones”.
Mario “Pacho” O’Donnell debutó como actor bajo la dirección de Daniel Marcove en A la izquierda del roble, texto del mismo psicoanalista y escritor en el que aborda las ideas contenidas en los poemas de Mario Benedetti. El cruce entre lo real y lo onírico fue el eje de La calma mágica, con dirección de Ciro Zorzoli, sobre un texto de Alfredo Sanzol. Y junto a la Compañía Buenos Aires Escénica, el director Matías Feldman estrenó en el Teatro San Marín El hipervínculo, un experimento teatral sobre el modo de percepción contemporáneo ligado a las nuevas tecnologías. A partir de la idea de que “La vida universitaria produce la aristocracia del conocimiento”, el director y dramaturgo Norman Briski concibió Al lector, una obra que habla sobre “una entrañable manera de vivenciar este mundo, con la cofradía de la amistad, la potencia que da la creencia de la certeza, y la extremada contradicción de creer en el Lector-Rector”. También acerca del mundo universitario y con gran carga humorística, Pundonor, unipersonal escrito y protagonizado por Andrea Garrote y codirigido por Rafael Spregelburd, se refirió al lenguaje y el poder.