"…la necesidad de consuelo que tiene el ser  humano es insaciable." Stig Dagerman

No, con una sola pasada no alcanza, se dice. Se acerca al espejo y descubre ciertas zonas aún imperfectas. Pasa su mano por la mejilla, primero hacia abajo después a contrapelo, y completa el gesto con una mueca de desagrado. Tuerce un poco la boca y queda pensativo. No, vuelve a decirse, la piel de Mariana parece muy sensible. No quisiera irritarla, dejarle un mal recuerdo. La decisión está tomada, la llevará a ese restaurant chiquito, silencioso, aquel al que fue con Marcia. Ese lugar no falla. Te va metiendo en clima, tiene buena música, y si logra embocarla con el vino, el resultado está asegurado. Fundamental no olvidarse de apagar el celular, no puede arriesgarse a que una llamada de María pudra todo. Como le pasó aquella vez con -ya no se acuerda el nombre- que no desconectó el teléfono y tuvo que ir al baño varias veces porque lo sentía vibrar en el bolsillo. Ella no era tonta y le había dicho: tenés problemas de próstata o el celular no te deja tranquilo. Las dos cosas me preocupan, mejor dejamos esto acá y nos vamos.

Mientras escucha la lluvia persistente se perfuma, se vuelve a peinar y va al dormitorio a decidir lo que va a ponerse. Se sienta en la cama mira el placar para elegir la combinación de la ropa y ve de reojo el celular. Lo agarra y pulsa solo una vez. ¿Vos viste que no para de llover? Justo hoy que salgo con Mariana. Esta noche se produce viejo, no la dejo escapar. Esta vez no. Necesito que me cubras con María, le dije que salía con vos. Sí. Noche de póker, otra vez. No, con Marisa no hay problema porque piensa que llego a la ciudad la semana que viene, y ella también está de viaje. Dale, quedamos así. Me preocupa esta lluvia de mierda. Sí, sí, después de la inundación quedamos todos sensibles. Será por eso.

Elige una camisa con pequeños cuadros azules y un jean gastado, hace rato que ha decidido no llevar ropa interior cuando sale con una mujer. Está convencido de que es mucho más sensual cuando ellas meten la mano dentro del pantalón. Eso las sorprende y se ha dado cuenta que a la mayoría le gusta. Vuelve a mirarse al espejo, sonríe, y fija la vista en los dientes. Decide volver a lavarlos. Se seca la boca, mira el reloj y se acerca a la ventana. Descubre que el agua ya ha cubierto toda la  vereda. Mira el cielo y silba bajito. Piensa: esto va a tardar en parar.

Decide descolgar el impermeable y lo tira sobre el sillón. No le gusta mucho pero no le queda otra si no quiere llegar empapado. Se pregunta si podrá sacar el auto de la cochera. Imagina que el subsuelo ya debe estar inundado.

Revisa la billetera, cuenta el dinero, controla que estén todas las tarjetas de crédito en su lugar, y la mete en un bolsillo del abrigo. Enciende el televisor para ver que pasará con el clima. Esta noche no debe arruinarse. Si no puedo sacar el auto tendré que ir en taxi, murmura para sí, y piensa que no es lo mismo. Aunque podría ser mejor para que María no pueda pescarme in fraganti, si es que por esas putas casualidades reconoce mi auto en algún lugar. No hay televisión, putea, se ha cortado la señal. Cómo hará ahora sin pronóstico del tiempo. Le queda el celular. Lo dejó en el living. Cuando va a buscarlo nota que por debajo de la puerta está empezando a entrar agua. Un escalofrío le recorre la espina dorsal. Recuerda a Juanjo, su amigo odontólogo, que murió electrocutado en la última inundación. Encuentra el celular, intenta comunicarse con Mariana y el aparato no conecta. ¿Entenderá el retraso? Siente que ha trabajado mucho para llegar a este punto con ella y no va a perder la posibilidad así nomás. Decide subir los aparatos eléctricos arriba de la mesa del comedor y en ese momento se corta la luz. Piensa que se le arruinó la noche. Piensa en Mariana, María, Marisa. Y se lamenta porque va a mojarse la ropa cuando intente subir al techo buscando la señal necesaria para hacer la  llamada. Ella va a entender, tiene que entender. Si fuera María lo duda. Tanteando los objetos que se le interponen se acerca a la puerta de calle, debe subir al techo lo más rápido posible. Forcejea, tira de la puerta hacía adentro con violencia. La madera cruje, se parte, y se abre una gran boca que escupe un chorro de agua que lo arrasa. Se incorpora como puede, intenta salir. Lucha, nada. Está seguro de que si logra salir podrá subir hasta el techo apoyándose en las rejas de la ventana. En la mano derecha aferra el celular, eso le hace más difícil avanzar, se da cuenta pero no lo suelta. No lo va a soltar, tiene que comunicarse con Mariana, explicarle. Arriba del techo tendrá mejor señal. Putea, grita, está furioso porque se le mojó la ropa nueva. Qué va a pensar Mariana cuando lo vea así.

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