Isabel de Sebastián vive hace muchos años en Nueva York y vino a la Argentina a grabar su tercer disco. La conversación no empezó por ese trabajo que la trajo nuevamente a estas tierras sino con lo que sucedió el sábado pasado en Washington y en tantas otras ciudades de Estados Unidos y del mundo: la marcha de las mujeres. “Creo que (Trump) es el último estertor del patriarcado blanco”, había escrito Isabel en un posteo más largo en su cuenta de Facebook. Estertor: respiración anhelosa, con ronquido sibilante, propio de la agonía y el coma. “Me emocionó mucho lo que pasó el sábado pero la verdadera emoción va a ser cuando toda esa energía se plasme en acciones concretas y trabajo territorial. Si lo ponemos en términos históricos, nos damos cuenta de que fue ayer que tuvimos el derecho al voto y fue antes de ayer cuando pudimos tener una cuenta de banco. Por eso mismo yo soy optimista. Por supuesto que hay retrocesos, o quizás sean avances de lo que va en contra de una mayor justicia con respecto al género. Pero todo eso me coloca en un espacio mejor que sentir derrota”, empezó contando Isabel. Y enseguida se coló algo de la letra de una de sus últimas canciones: “Como la comparsa, dos pasos adelante y uno para atrás”, tarareó. “Los grandes crecimientos también se dan en el paso para atrás, cuando hay que salir a poner el cuerpo, encontrar la valentía y pensar en profundidad. Son los momentos donde surgen los cambios. Tenemos el patriarcado totalmente introyectado, por eso la lucha es universal. Hay una frontera que es fundamental mover, la frontera de la adquisición de derechos. Probablemente sea la lucha más interesante que me toca vivir junto con la lucha por los derechos humanos”.
ASI SE BAILA
La canción sigue: largo es el camino pero se baila así. “El camino es en zigzag pero avanzamos. Estoy muy movilizada y al mismo tiempo siento una valentía mayor que cuando las cosas eran más como a mí me gustaban en mis ambos mundos. Reconozco adentro mío una sensación de coraje frente a una realidad que fomenta cambios que a mí no me gustan”. Isabel dice que está atravesada por los derechos de las mujeres y los derechos humanos y en ese recorrido se conjuga su identidad. La figura de su abuela paterna María Teresa León fue fundante. “Fue una generala de la resistencia española que vivió toda su vida junto a Rafael Alberti, una gran luchadora, comunista, que tuvo a su cargo el salvataje de los cuadros del Museo de Prado cuando Franco iba a bombardear Madrid. Perteneció a una generación gloriosa, amiga de Federico García Lorca y de Luis Buñuel, que vivió en medio de las llamas de esos momentos que suceden muy de vez en cuando”. Eso a Isabel la signó. “Lo que te puedo decir es que los fantasmas signan tanto como las presencias y ella estuvo muy presente en mi vida”.
Desde muy chica “le sucedió la necesidad de pensar el mundo”. “Para cuando empecé a hacer música sin duda lo social y los vínculos como manera de redención de lo humano o de antídoto contra las angustias fueron mis temas”. Me bombardean otra vez y vuelvo a construir mi casa con una fuerza del más allá que encuentro en tu mirada, dice otra de sus canciones.
UN PREMIO A LA TARDE
Por su primer disco solista que se llama Isabel de Sebastián, Isabel ganó el Premio Gardel al mejor álbum Artista Pop Femenina en 2014. Cuenta: “Yo no se qué pasa en Argentina, por qué las mujeres no ocupan el mismo espacio radial que los hombres”. Ese premio junto al de mejor artista femenina de folklore y mejor artista femenina de tango se entregó a la tarde y sin televisar en la confitería Ideal. A la noche vendrían los premios al mejor artista pop masculino, al mejor artista masculino en tango y al mejor artista masculino en folklore. Todo desde un gran teatro y transmitido por televisión. “De esto no se había dado cuenta nadie prácticamente. Yo fui, me dieron el premio y a la noche me invitaron a la televisación desde el Teatro Gran Rex, donde fui público. Después de dos horas y media no había subido una sola mujer al escenario, ni a recibir un premio ni a tocar. Cuando empiezo a comentar esto con la gente que estaba a mi alrededor me decían: ‘Tenés razón, no me había dado cuenta’. Yo no puedo dejar de ver estas cosas ni de decirlas, y si no tomamos en nuestras manos el asunto, la solución no va a parecer mágicamente. Las mujeres tampoco nos hemos promovido entre nosotras. Yo lo que hago en mi Facebook es difundir conciertos de mujeres, por ejemplo. Es una manera de comenzar a revertir las cosas desde donde se puede. Tenemos que estar muy alertas. Creo que tenemos que tener abiertos los canales de diálogo, de desarrollo de proyectos e ideas, desde el más pequeño al más grande para que se transformen en acciones”.
El disco que vino a grabar a Argentina tiene composiciones propias y de otros músicos y músicas. “Mi cabeza está cada vez más queriendo volver. Yo pertenezco a esta comparsa. A mí me une el amor, no el espanto, y quizás esa sea la contrapartida femenina de la frase de Borges”, remata. Se fue a Estados Unidos en 1989, se enamoró del músico Bob Telson y con él quiso armar una familia. Su carrera musical volvió a levantar vuelo y decidió no quedarse en un solo género. Describe su nuevo disco como una mezcla de pop, rock, bolero y cumbia, con guitarras del lejano oeste. “Como una corazonada, el instante en que se tiran los dados”, también grafica. La milonga se encuentra con la música de Nueva Orleans, y así mixtura Isabel los dos mundos. Hay folklore y tango en una síntesis cada vez más propia. “La música de Nueva Orleans es un estilo con raíz negra, que tiene una especie de cosa callejera más tribal. La música popular tiene que ver con la manera en que caminamos, en que hablamos, hay algo que llega al cuerpo como estímulo que entra ahí justo al centro. Creo que hay que lograr un espacio dentro de una, un espacio de resonancia donde encontrarse”, subraya.
Fue parte de la banda Las BayBiscuit y dice que juntarse a hacer algo así, en ese momento, con un ambiente completamente dominado por los hombres fue un acto de militancia feminista. Allá a principios de los 80 “donde el cielo era el límite”, fundó también Metrópolis con CelsaMelGowland “un momento de estallido creativo que no sucede todos los días. Esa pertenencia me alegra. Fue un paso para adelante muy importante”.
¿Por qué elegiste cantar, qué definió ese horizonte?
–Yo estudiaba psicología y en un momento decidí que no quería ser psicóloga sino que quería cantar. Eso me pasó a los 19 o 20 años. Mi pareja en ese momento me ayudó mucho a tomar esa decisión. Como típico derrotero de una mujer yo cantaba a los tres años y era muy locuaz. Después cuando crecí la voz se me fue achicando, vino una sociedad que no favorecía ni la libertad, ni la vivencia de un cuerpo, que es fundamental para el canto. Sentí que fui perdiendo voz e inocencia y que eso que había sido tan divertido a los tres –una chica demasiado locuaz– más tarde ya no era tan simpático. Digamos que lo que pasó es que tuve mucha conexión con la voz y la perdí por épocas y la volví a recuperar. Y en esa recuperación de la voz está mi gran logro: con todos los miedos y todo lo que podía estar en contra, siempre vinieron momentos en los que recuperé la palabra y la voz. Hoy estoy instalada ahí, en esa comodidad dentro del propio cuerpo, que me llevó muchos años. En alguna canción quiero contar qué libre era de chica y qué confortable estaba en mi cuerpo y cómo después, con tantas presiones sociales y un sistema que no favorecía ni la libertad ni el estar cómoda con la propia piel, me llevó a transitar años de sube y baja en esta posibilidad de expresión. Ahora ya me instalé en un lugar donde estoy cómoda y libre con lo que tengo para decir y cómo decirlo. Recuerdo que a los ocho años había escrito una carta erótica que no decía más que ‘quisiera amarte con pasión’, lo que puede escribir una chica de ochos años que no tiene idea de lo que se trata la sexualidad, pero mi madre la encontró y fui severamente castigada por eso. Ahí sentí que había perdido la inocencia y la voz. Hoy veo que hay un arco entre esa nena y ahora que por suerte puedo sentir y recuperar algo de esa libertad y de esa voz. En el medio ha sido una verdadera comparsa. He dado dos pasos para adelante y uno para atrás, como dice la canción, y así con todo en la vida.
Después de ese empujón, la vida de Isabel se hizo bastante más divertida. Empezó a cantar y a hacer canciones. Entre los temas siempre recordados aparecen Héroes anónimos y En camino. “A los veinte años dije ‘esto es lo que voy a hacer en la vida’ y tuve la suerte de poder grabar inmediatamente. Después dejé de hacerlo, me dediqué a otras cosas y no me arrepiento de este amor (risas), no me arrepiento de ningún amor, ni de ningún zigzag del camino. Lo que sí quisiera, si existe la manera, es ayudar a que más niñas que tienen esa libertad y esa voz puedan vivir en un mundo donde no tengan que atravesar tantas dificultades como atravesamos en esa época. Eso sería un lindo norte hacia donde ir”.