Llegó a River por recomendación de un atleta olímpico, integró la famosa Máquina de los años ‘50 y estuvo a punto de jugar en el Real Madrid; introdujo los guantes de arquero en el fútbol argentino y fue modelo publicitario: Amadeo Carrizo, el mejor arquero sudamericano del siglo XX según la FIFA, reunió durante su destacada trayectoria cientos de historias que forjaron su enorme personalidad.
- El Día Del Arquero. Hasta 2011, en la Argentina se aplicaba el eufemismo del “día del arquero” para significar un hecho improbable o un compromiso que jamás sería cumplido. Pero un proyecto de ley del Senado Nacional le puso fecha precisa a la jornada más incierta de nuestra cultura popular: 12 de junio, el cumpleaños de Amadeo Carrizo.
“Institúyese el 12 de junio de cada año como Día Nacional del Arquero de Fútbol en conmemoración del natalicio de Don Amadeo Raúl Carrizo, ocurrido en 1926 en la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fe”, rezaba el proyecto del senador por Río Negro Jorge Banicevich, que no llegó a convertirse en ley nacional, pero sí en un merecido homenaje en vida para un “maestro del arco”.
- Una carta olímpica. Amadeo tenía 16 años cuando llegó a probarse a River con una carta de recomendación en su bolso y el cansancio de más de 15 horas de viaje en el tren nocturno, desde Rufino hasta Buenos Aires. La misiva estaba dirigida a Carlos Peucelle, ex wing riverplatense de los años ‘30, a cargo de las divisiones inferiores, y firmada por Héctor Berra, atleta que había logrado el séptimo puesto en salto en largo en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1932.
Berra vivía en Rufino y trabajaba en el ferrocarril Pacífico (actualmente, San Martín) con el padre de Amadeo, don Manuel Carrizo. Primero fue a verlo atajar en el pueblo y luego decidió recomendarlo para una prueba entre cientos de chicos en River. “Bueno, pibe, mándele a decir a su papá que se queda acá”, le confirmaron. Con 513 partidos en Primera división, se convirtió en el jugador con más presencias en la historia de River.
- Pionero del Arco. Con su estilo de anticipación, fue el primero en iniciar los contragolpes desde el arco, en salir a cortar jugadas con los pies y en amortiguar algunos remates con el pecho. Descolgaba los centros con una sola mano y también fue el primero en pararse delante de su barrera antes de un tiro libre. Sin dudas, fue un adelantado en su puesto.
De hecho, Amadeo Carrizo fue quien introdujo la utilización de los guantes de arquero en el fútbol argentino. Si bien algunos aseguran que comenzó a utilizarlos por consejo del ruso Lev Yasin, en realidad su primera experiencia fue en 1957, durante un amistoso contra el seleccionado italiano. Allí, vio que el arquero Giovanni Viola utilizaba guantes.
Al finalizar el encuentro, se acercó y le consultó por las ventajas de usarlos. “Evitan los raspones de los tapones, se atenaza mejor la pelota y se siente menos el golpe en la mano”, le dijo el italiano, que además le regaló un par. A su regreso, los estrenó contra Racing.
- Arquero y modelo. “El mundo de Ante Garmaz” irrumpió en 1988 como el primer programa de la televisión argentina dedicado a la moda. Sin embargo, mucho antes, el excéntrico modelo de origen croata, hincha fanático de Boca Juniors y quien fuera además vicepresidente de Chaco For Ever en la década del ‘80, encontró en el ídolo riverplatense una forma original y popular de difundir sus creaciones.
“¡Amadeo, tenés mucha pinta! Algún día vas a venir a desfilar conmigo”, lo invitó. Así, el arquero de River terminó realizando giras por el Interior del país y hasta quedó envuelto en una polémica al desfilar, por pedido del diseñador, con un tapado de piel.
En realidad, desde sus comienzos Amadeo ya generaba suspiros en la platea femenina del estadio Monumental. Antes de cada partido, las jóvenes (y no tanto) gritaban por el arquero hasta que éste les tiraba un besito a la distancia. Una de esas adolescentes terminó siendo su esposa, Lilia, con la que se casó en 1951.
- El estigma de Suecia. Dos grandes frustraciones sufrió Amadeo Carrizo en su carrera deportiva: la derrota por 4-2 en la final de la Copa Libertadores ante Peñarol, luego de ir ganando 2-0, y la eliminación en primera ronda del Mundial de Suecia de 1958, que no sólo provocó un sismo en el fútbol argentino, sino que marcó especialmente al arquero millonario.
Víctima del 1-6 ante Checoslovaquia, los jugadores fueron recibidos con hostilidad en el aeropuerto de Ezeiza, les arrojaron monedas y a Carrizo le rompieron el auto y le pintaron la casa. Amadeo decidió entonces renunciar a la Selección. Pero volvió en 1964 y fue figura en la Copa de las Naciones: contra Brasil, bicampeón mundial, le atajó con mano cambiada un penal a Gerson, Argentina goleó 3-0 y unos días más tarde se quedó con el título.
- Sobremesa en Madrid. El 14 de junio de 1961 River venció por 3-2 a un poderoso Real Madrid, que venía de coronarse campeón de Europa y brillaba con figuras como Di Stéfano, Gento y Puskas en la delantera. Por la noche, en la cena de camaradería entre ambos planteles, el presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, mandó a llamar al arquero argentino para felicitarlo por su actuación.
Pero no quedó ahí: cuando Carrizo regresó a la mesa con sus compañeros, le comunicó al presidente de River, Antonio Vespucio Liberti, su interés por contratarlo. La respuesta del mandamás millonario fue tajante: “Amadeo es un hijo de River y no está a la venta”.
- Adiós con Polémica. Su último partido en River fue el 22 de diciembre de 1968, hace exactamente 50 años, cuando ingresó a los 20 minutos del segundo tiempo en reemplazo de Alfredo Gironacci, quien salió lesionado. Aquel partido frente a Vélez pasó a la historia por una mano dentro del área del defensor Luis Gallo, quien arrojándose sobre la línea, como si fuera el arquero, evitó el gol que hubiese consagrado campeón a River. El árbitro, Guillermo Nimo, no la sancionó; nunca más volvió a dirigir.
- Propuesta indecente. Hacia fines de 1968, Amadeo Carrizo fue convocado por el entonces presidente de River, el escribano Julián William Kent, en las oficinas de la antigua sede del club, en la calle Suipacha 574, entre Tucumán y Lavalle. Allí escuchó una noticia que no esperaba recibir: el club le daba el pase libre y le ofrecía un partido de despedida.
Enojados con la decisión, un grupo de socios se acercó hasta la casa del ídolo y rompió sus carnets. Días más tarde, como no aparecían novedades sobre el partido homenaje, fueron a ver nada menos que al presidente de Boca, Alberto Armando, y le propusieron hacerlo en la Bombonera. Pese a la bronca, Carrizo escuchó el ofrecimiento, pero dilató su respuesta lo suficiente hasta enfriar aquella propuesta.