El riesgo país no se calma. El indicador del JP Morgan cerró ayer en 821 puntos. Subió 17 unidades. Se trata del nivel más elevado desde el 16 de diciembre de 2014. La tensión financiera se aceleró en las últimas semanas. El rescate del Fondo Monetario Internacional no fue suficiente para calmar a los mercados. La política monetaria de emisión cero del Banco Central tampoco pareciera ser efectiva para tranquilizarlos. Los inversores se están desprendiendo de los bonos argentinos con prisa y sin pausa. Los títulos públicos de largo plazo ya perdieron cerca del 30 por ciento de su valor en el año y ofrecen rendimientos superiores al 14 por ciento.
El clima financiero internacional es más hostil, pero las economías de la región no fueron castigadas en la misma magnitud que la Argentina. El país ya tiene el segundo riesgo más importante de Latinoamérica. El podio lo ocupa Venezuela, una sociedad que atraviesa un colapso económico, tiene amenazas de invasión de Estados Unidos, vive hace meses en una situación de hiperinflación y enfrenta fuertes caídas del Producto Interno Bruto desde hace varios años.
Los vecinos de la Argentina tienen niveles de riesgo país que son hasta cuatro veces menor respecto de los argentinos. El indicador en Chile es 157 puntos, en Uruguay 199 unidades y en Brasil 265. Estos países tenían un riesgo país casi idéntico a inicios de 2018. En Argentina, en cambio, el indicador pasó de 350 a 821 puntos, un alza del 134 por ciento en doce meses. En diciembre el índice subió 16 por ciento. Los inversores en el extranjero venden sus bonos por distintos motivos. La Argentina tiene alta inflación, no deja claro si podrá cumplir su política fiscal, la estrategia monetaria se mueve en un equilibrio inestable por la acumulación de pasivos, la tasa de interés en moneda local es cercana al 60 por ciento y la economía cae casi 3 puntos.
Estos problemas muestran una economía con un importante desorden, en la que en los próximos meses podrían sumarse otros frentes de incertidumbre. Las elecciones de 2019 son uno de los factores que provocan tensión. La tendencia de los inversores en años electorales es a dolarizar sus activos, desprenderse de instrumentos financieros de riesgo y esperar a tener precisiones sobre la nueva gestión. A este elemento local puede sumarse la intranquilidad de los inversores globales respecto de cómo evolucionaran los mercados bursátiles de los países desarrollados. Las bolsas de Estados Unidos están enfrentando un diciembre para el olvido. La caída de las acciones norteamericanas en lo que va del mes es la más alta para el mismo período desde la crisis del 30. En la última semana perdió 8,4 por ciento. Fue la peor caída en 10 años.
La bolsa porteña no consiguió escapar a la volatilidad. En la jornada de ayer marcó una contracción del 2,7 por ciento. En la semana acumula una baja de 8,5 por ciento. Los bancos tuvieron algunas de las acciones con peor performance. Supervielle anotó una baja de 5,6 por ciento, mientras que el Banco Francés cayó un 5,3 por ciento, el Galicia lo hizo al 4,2 por ciento y Banco Macro un 3,3 por ciento. Otros activos con fuerte caída fueron Mirgor (-4,5 por ciento), Petrobras (-4,1 por ciento) y Comercial del Plata (-3,3 por ciento). Los títulos públicos también registraron importantes pérdidas. El Bonar 2024 anotó una contracción de 2,2 por ciento. El Argentina 2037 bajó un 1,7 por ciento. El Par en moneda extranjera cayó un 1,7 y el Bonar 2020 un 1,4. Las ventas de estos bonos se intensificaron en los últimos días y derrumbaron los precios.
El dólar, pese a la volatilidad financiera, mostró calma. Bajó 2 centavos respecto de la jornada previa y acumula un retroceso de 31 centavos desde mitad de semana. El tipo de cambio mayorista cerró en 37,98 pesos, con una baja de 10 centavos. La cotización empieza a acercarse al piso de la banda cambiaria, que ya se ubica en 36,77 pesos. En octubre, cuando se lanzó la nueva estrategia monetaria, el piso de la banda era 34 pesos. Se fue ajustando a un coeficiente mensual del 3 por ciento.