Después de tres años, cuando parecía que estaban suspendidos y más que “desdibujados” por la gestión Cambiemos, el cuestionado secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, anunció los Premios Nacionales en quince disciplinas, que corresponden a obras publicadas, estrenadas y editadas en tres períodos: 2012-2015, 2013-2016 y 2014-2017. En Novela el ganador es Daniel Guebel con El absoluto; en la categoría Cuento y Relato, el máximo reconocimiento es para Liliana Heker con sus Cuentos Reunidos, y en Ensayo Filosófico el premio se lo lleva Juan José Sebreli por Malestar en la política. Quedó desierta la categoría Ensayo Pedagógico y pendiente Ensayo Sociológico, que se definirá en marzo de 2019. Cada disciplina tiene tres premios –el primero de 100 mil pesos, el segundo de 60 mil pesos y el tercero de 34 mil– y las menciones que el jurado haya considerado otorgar. El primer premio, además del dinero, recibe una pensión vitalicia equivalente a cinco jubilaciones mínimas cuando llegue el momento de comenzar su trámite jubilatorio.
Los otros premiados en Novela son Gustavo Ferreyra con La familia (segundo premio) y Claudia Piñeiro con Un comunista en calzoncillos (tercer premio), y tres menciones para Ana Ojeda por No es lo que pensás, para Julián López por Una muchacha muy bella y para Mariana Travacio por Como si existiese el perdón. En Cuento, los ganadores del segundo y tercer premio son Marcelo Cohen con Relatos reunidos y Mariana Enríquez con Las cosas que perdimos en el fuego respectivamente. Las menciones las obtuvieron Santiago Craig con Las tormentas, Tomás Downey con El lugar donde mueren los pájaros y Ana Ojeda con Necias y nercias. En la categoría Ensayo Filosófico, el segundo premio está en manos de Francisco García Bazán con La biblioteca gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos. El tercer lugar quedó desierto. En la categoría Ensayo histórico, el primer Premio es para Noemí Goldman con Mariano Moreno. De reformista a insurgente; el segundo para Marcela Ternavasio con Candidata a la corona y el tercero para Horacio Tarcus con El socialismo romántico en el Río de la Plata. 1837-1852. En Literatura Infantil, los ganadores son Sergio Aguirre con La señora Pinkerton ha desaparecido, Juan Lima con Botánica poética y Nelvy Bustamente con Adentro de este dedal hay una ciudad. En Rock y Pop, los premiados son Silvia Aramayo con su disco Noctilucas, Mavi Leone con Abrazar tu corazón y los integrantes del trío Acorazado Potemkin con el disco Remolino. En Guión Literario Cinematográfico, los tres primeros premios son para Martín Rejtman con Dos Disparos, para Lucía Puenzo con Wakolda y para Celina Murga y Gabriel Medina con La tercera orilla.
En El absoluto, obra maestra de Guebel, se narran las peripecias de seis generaciones de artistas que logran cambiar la música, la ciencia, la mística y la política. “En nuestra familia de locos pagamos el precio de la demencia para ascender a los cielos de los genios”, confiesa la narradora que se encierra a escribir la genealogía de su familia. “Siempre que hay convocatorias a premios nacionales y municipales yo envío”, cuenta Guebel a PáginaI12. “Hasta el momento solo había obtenido el segundo Premio Municipal, a comienzos de la década del 90, con La perla del emperador. Por lo tanto, más que un premio a la obra o a mí como autor, creo que es un premio a la insistencia. Al mismo tiempo, teniendo en cuenta mi experiencia con el desacierto, tengo el temor de que me llame por teléfono algún funcionario del área de Cultura y me diga: ‘hay un error, en realidad usted es la cuarta mención; no sé por qué se filtró este pequeño malentendido, usted sabrá disculparnos, señor Guebel’. Digo esto porque en una ocasión subí a agradecer el Premio Clarín, cuando yo era la tercera o cuarta mención. El malentendido estuvo inspirado en una comunicación errónea del locutor”, recuerda el escritor. “Este premio es una milagrosa excepción a un hábito acendrado. Yo estaba esperando en estos días ver el nombre del ganador para volver a decir: ‘Otra vez perdí’”.
Guebel (Buenos Aires, 1956) aclara que no se siente un escritor desmesurado. “No podría saber si soy desmesurado en relación a qué o a quién –dice el escritor premiado–. Sí siento que a veces escribo como caminan los borrachos que saben que si se detienen se caen de nariz y tienen que seguir caminando, como una especie de fuga perpetua hacia adelante. Aceptar decir que soy un escritor desmesurado sería elogiarme a mí mismo y como he leído bastante literatura para conocer las diferencias tendría que ser discreto en la recepción de mis posibles méritos, porque ahí se mezcla la ilusión de ser mejor de lo que uno es. Los futbolistas saben; los escritores, no. Un futbolista sabe cuando no es Maradona; un escritor a veces lo sospecha, pero se deja llevar por la ilusión de ser Borges”. Tampoco admite que tenga una imaginación inagotable el autor de Las mujeres que amé, Derrumbe y Mis escritores muertos, entre otros títulos. “La literatura trabaja en términos de apropiación y transformación de los materiales de la biblioteca de cada autor, procesado por las preocupaciones de los asuntos que habitan su propia subjetividad. En ese combo aparece la singularidad de la escritura. Después de El absoluto, trabajé algunos textos que podrían pensarse de imaginación, pero ahora siento que estoy desapareciendo de ese sitio, como reduciéndome hasta lo ínfimo, como si del universo de El absoluto derivara solo a la minusvalía del yo. O sea sístole y diástole. ¿Adónde voy a pasar luego? No sé… El premio es una enorme satisfacción, pero como escritor estoy desconcertado”, reconoce Guebel.
Heker (Buenos Aires, 1943) destaca que el Premio Nacional tiene una significación especial. “Yo entiendo la literatura como un doble compromiso con las palabras. Siempre creí y sigo creyendo que si uno se arroga el derecho de publicar y de ser leído por los otros tiene que tratar de que sus palabras tengan una significación y eso implica una visión del mundo. Y yo traté de llegar a fondo con esa posibilidad”, plantea la autora de la novela Zona de clivaje, que está terminando de escribir La trastienda de la escritura, un libro donde indaga en los procesos creativos y sus experiencias con la escritura. “Uno tiene que comprometerse con la realidad en la que está viviendo, tanto en los 60, donde parecía más fácil, como durante la dictadura o como ahora, cuando estamos viviendo con un gobierno elegido democráticamente, eso no se puede discutir, pero que no está cumpliendo con ninguna de las promesas que ha hecho –advierte la escritora premiada por sus Cuentos reunidos–. Si pude ganar este premio es porque tuve la suerte de ir a la escuela pública. Nadie de mi familia podía pagarme estudios. Mi generación, que fue una generación notable, pudo llegar adonde llegó porque fue a la escuela pública. Entonces cuando entre otras cosas esa escuela pública se está destruyendo, uno siente que tiene que hacer valer sus palabras”. Más allá de ese cuestionamiento que necesita poner en primer plano, Heker subraya que está muy contenta por recibir el premio por un género que tantas satisfacciones le dio: “Amo el cuento como lectora y como escritora”.