Obsesión mortal
1971
En un par de antiguas entrevistas Clint Eastwood recordó –sin dar demasiados detalles– cierta relación amorosa con una profesora algo mayor que él cuando el futuro actor y cineasta tenía apenas diecinueve años. Esa conflictiva historia de amor, que incluyó amenazas de suicidio si el joven decidía abandonarlo todo, pudo o no haber sido la base de su ópera prima, un thriller que anticipa en más de una década los placeres culpables de Atracción fatal (el horriblemente genérico título local de Play Misty for Me incluso se parece al del célebre hit de los años 80). Eastwood dejó de lado sus personajes más característicos, ligados indisolublemente al western, para interpretar a un pinchadiscos radial en peligro de muerte, una interesante inversión del clásico relato de la “dama en peligro” ante un psicópata suelto. La banda de sonido incluye la versión completa de “The First Time Ever I Saw Your Face”, en la bellísima versión de Roberta Flack, lanzada dos años antes del estreno de la película.
El fugitivo Josey Wales
1976
Luego del éxito (y la polémica) de Harry el sucio –una de sus colaboraciones con el realizador Don Siegel– y de dirigirse a sí mismo en el western sin espagueti La venganza del muerto, Eastwood volvería a visitar el Lejano Oeste, en el doble papel de director y protagonista, en este tenso relato ubicado durante los años de la Guerra de Secesión. En realidad, se trató de un rescate de último minuto: el director original era nada menos que Philip Kaufman, reemplazado finalmente por la estrella en una movida que generó no pocos conflictos sindicales durante el rodaje. La figura de “duro” del actor no hizo más que confirmarse con esta historia de un soldado confederado en plan de venganza luego de que su familia es masacrada por un grupo de yankees. Oscura, violenta y algo pesimista, más que crepuscular, Josey Wales dio inicio a la relación en la vida real entre C.E. y la actriz Sondra Locke –fallecida hace poco más de un mes–, un romance no exento de complicaciones y un final amargo.
Cazador blanco, corazón negro
1990
Un par de años antes de que Los imperdonables coronara su carrera como realizador con cuatro premios Oscar, incluidos el de Mejor Película y Director, este film basado libremente en la vida del gran actor y cineasta (y mujeriego y bebedor empedernido) John Huston –por vía del libro homónimo del escritor y guionista Peter Viertel– fue inmediatamente reconocido por la crítica como una de las mejores obras en toda su filmografía. Lo que importa aquí no es tanto la preparación del rodaje de La reina de África durante los años 50 como la obsesión del protagonista, llamado John Wilson, por cazar un enorme elefante blanco (casualmente, en idioma inglés disparar y filmar comparten el mismo verbo: to shoot). Wilson/Huston es un artista tan conflictuado como genial y un hombre tan inteligente como incapaz de sobrellevar sus deseos y caprichos. Eastwood, el (anti)héroe de tantos films, reconocido en todo el mundo por sus cualidades inoxidables, comenzaba a deconstruir el mito.
Los imperdonables
1992
Tal vez el último gran western y, de una manera indirecta, oblicua, una relectura de esa obra maestra llamada Un tiro en la noche, de John Ford, Los imperdonables encuentra a Eastwood en su mejor forma: ambicioso pero no al punto de la ampulosidad, oscuro pero nunca cerca de la misantropía. El mito, que comenzó en las “películas del Oeste” italianas de Sergio Leone (Por un puñado de dólares, Por unos dólares más, Lo bueno, lo malo y lo feo) termina de desarmarse por completo en esta historia marcada por el paso del tiempo, el concepto de predestinación como entidad ambigua y los límites y consecuencias de la venganza como estilo de vida. Bill Munny regresa a la vida de destrucción y muerte que marcó su existencia antes de retirarse a un posible nuevo mundo, el de la familia y el culto a la tierra. El sheriff corrupto interpretado por Gene Hackman se transforma en su némesis, el caos travestido de agente del orden, y Munny deviene en un hombre fuera de la ley, paradójicamente el único capaz de reestablecerla.
Los puentes de Madison
1995
La adaptación a la pantalla del bestseller de Robert James Waller recrea el fugaz romance de una ama de casa de Iowa y el fotógrafo interpretado por Eastwood, en un rol absolutamente a contramano de lo que el actor había interpretado hasta ese momento. Este drama romántico tierno y triste, deudor del gran film británico de David Lean Lo que no fue (1945), se transformó en un clásico instantáneo y acercó al universo cinematográfico de C.E. a una porción de la audiencia hasta ese momento alejada de sus películas, ya fuera por desconocimiento o prejuicio. Notable interpretación de Meryl Streep en uno de los grandes papeles de su carrera y nueva demostración -por si hacía falta- del enorme talento del realizador para conjurar en pantalla las complejidades inherentes a las relaciones humanas. La escena final bajo la lluvia es, tal vez, la prueba de fuego máxima para toda aquella persona que afirma que nunca ha llorado en una sala de cine.
Gran Torino
2008
La última interpretación de Clint Eastwood en uno de su films como realizador (desde luego, hasta la llegada de La mula) podría conformar un doble programa ideal junto a su último largometraje. Walt Kowalski parece ladrar más que hablar y la llegada de un grupo de vecinos de origen chino no hace más que exacerbar su mirada xenófoba y algo racista. Relato de cambios internos muy profundos (Kowalski se va “deconstruyendo” lentamente en la pantalla, siguiendo el término postestructuralista ahora en boca de todos, todas y todes), se trata en última instancia de una nueva versión del clásico relato de crecimiento a una edad en la que todo debería tender hacia la cristalización. Comedia dramática clásica altamente disfrutable, Gran Torino es una de esas pequeñas películas en el canon de Eastwood que el añejamiento provocado por el paso del tiempo no ha hecho más que mejorar.