-¿Qué entendiste? -le pregunto a mi hija Margarita, que tiene 5 años. Y me dice: "Van a pasar una película y los cines están todos rotos". Margarita podría escribir sinopsis de películas con una claridad mayor a la que se exhibe a diario. Su apreciación no sólo es precisa, también anuda legado y sensibilidad estética entre padre e hija. Kinoplanety es un cortito de dos minutos con el cual el animador Pablo Rodríguez Jáuregui rememora y homenajea a los cines de Rosario. Lo hace desde el ensueño y el rescate de la memoria, que todavía perdura en algunas fachadas y carteles dispersos por la ciudad. Kinoplanety puede consultarse de manera libre y gratuita en www.kinoplanety.srmanduvi.com, y próximamente acompañará las pantallas de algunos de los cines de la ciudad.

"En realidad, habíamos hecho algo similar en la primera Guía de Rosario Misteriosa, de 2008; en ese caso lo había animado BK (José María Beccaría), con una información mínima, tomada del libro Los cines de Rosario: Ayer y hoy, de Sidney Paralieu, en donde figura que la primera proyección realizada en el país fue en 1896 en Rosario, en un circo, dato a su vez tomado de un libro de Claudio España", le cuenta el animador a Rosario/12. La información precisa, que el sitio web contiene, informa que en marzo de 1896 -apenas tres meses después de la exhibición de los hermanos Lumière- en la carpa del circo Frank Brawn, cerca del cruce Alberdi, ocurrió la primera proyección pública en Argentina; y que en diciembre de 1898 se inauguró en Rosario el Cinematógrafo Lumière, la primera sala argentina de cine que funcionó en calle Rioja 1151.

La persistencia por registrar el paso del tiempo y sus avatares económicos -nada ingenuos, sino tendientes a desmantelar las salas-, tuvo y tiene en Rodríguez Jáuregui "una especie de hobby personal". "Le saco fotos a cines viejos cuando estoy de visita en otros lugares. Doy vueltas por la calle, pregunto dónde estaba el cine, veo si queda algún rastro de la arquitectura original", dice. Una de las consecuencias fue el mediometraje Mi bisabuelo es un vampiro, "que tiene el mismo espíritu y está dedicado a las salas de cine de la ciudad de Santa Fe. Ese trabajo también estuvo dirigido a los pibes de ahora, que nacieron después del 2010, con el fin de explicar qué significaba el espacio de las salas de cine, que eran populares, que se iba muchas veces por semana, con amigos o con la familia. La película se volvió muy didáctica, con mucha información. Partimos del cine mudo y tomamos la curva del esplendor de las salas, luego la decadencia. Pero me había quedado con las ganas de hacer algo más alegórico, poético, y que tuviera una duración que me permitiera pasarlo en cualquier momento en cualquier lado, sobre todo en los cine de Rosario".

Rodríguez Jáuregui complementó el corto con una web de consulta libre.

Hasta ahora, los cines Lumière, Arteón y El Cairo, darán cobijo al trabajo de Jáuregui. En él, se observa cómo Laurel & Hardy revitalizan fantasmas y alegrías con un rollo de película que busca sala de exhibición. "Yo me agarro de lo que hicieron quienes investigaron de verdad el tema, como Paralieu o Daniel Grecco en Proyectando ilusiones. También desde el punto de vista de la cinefilia pero desde el lado más emocional. Uno ha adoptado a la sala de cine y tiene una relación afectiva con los edificios. Pero también hay una cuestión que no se puede soslayar, porque el negocio cambió y tuvo que mutar". Es por todo esto que el realizador elige destacar "los proyectos que significan las salas públicas (Lumière, El Cairo), así como el Espacio Incaa que funciona en la sala Arteón".

La mención de salas apenas arroja una imagen sobre lo que la ciudad de Rosario llegó a ser: la segunda del país -luego de Buenos Aires- con mayor cantidad de cines. Según Sidney Paralieu, durante el período comprendido, aproximadamente, entre 1945 y 1956, con una población de 500 mil habitantes, Rosario vendía anualmente 8 millones de entradas. Y vale tener claro que los pibes hoy no saben qué es un rollo de celuloide. "Armamos una página web que complementa un poco la película (www.kinoplanety.srmanduvi.com). Ahí figura un mapita en donde están mencionadas alrededor de 50 salas. Si se cuentan las salas parroquiales y los cines al aire libre, la lista sería interminable. En el mapa se puede navegar las salas, y al pasar por arriba de cada una, aparece una fotito como disparador, para que a quien le pique el tema pueda hacer un circuito y descubrir qué es hoy esa sala. Las salas están disfrazadas de otras cosas". Esos disfraces son estacionamientos, supermercados, templos, bancos, una lista que hace explícita la vigilancia y ataque que el cine sufrió a manos de un régimen económico que lo volvió, finalmente, un entretenimiento privativo.

Como es costumbre en el cine de Pablo Rodríguez Jáuregui, las referencias a los grandes del cine cómico surgen de modo natural. "En Mi bisabuelo hay doce fragmentos de películas -como Vampiros en La Habana y el Drácula de Lugosi-, y aparecen citados Chaplin, Keaton, Tati. En Kinoplanety están El Gordo y el Flaco. No es la primera vez que se usan personajes muy populares para arrancar con muchos puntos adentro, porque los ves en silueta y sabés quiénes son y podés pasar rápidamente una idea. Así que me los agarro para mí y los hago actuar. En la Escuela para Animadores (de la cual Jáuregui es director y depende del Centro Audiovisual Rosario) también vemos ejemplos con cameos de actores cómicos metidos en caricatura. Para mí son tan importantes en el trabajo de un animador como los libros de animación, porque son quienes inventaron la comedia muda, su puesta en escena, son como una especie de Biblia".

Otro rasgo sustancial al cine del animador es la tarea mancomunada con el músico Fernando Kabusacki. Kinoplanety posee como banda sonora el tema "La luz", del disco Al limiti del mondo, de Kabusacki y Fernando Samalea. "La música de Kabusacki es determinante para el tono de mis animaciones, el año que viene se van a cumplir 30 años de trabajar juntos", agrega. Un número redondo que vale anexar al de los 123 años que habrá de cumplir la historia del cine el próximo 28 de diciembre, cuando en 1895 en el sótano del Gran Café de París los hermanos Lumière realizaran la primera proyección pública. Allí, entre los asistentes, estaba el mismísimo George Méliès. Luego, todo lo demás.