Claudia Cesaroni afirmó que en el expediente original está “prácticamente explicado todo lo que pasó” ese 14 de marzo de 1978. En el Pabellón Séptimo había 160 personas, pero a la hora de los sucesos estaban sólo 145, porque 15 habían sido llevados a tribunales o a trabajar. Todos los sobrevivientes declararon en la causa, desde la cama del hospital, con quemaduras en el cuerpo y custodiados por los penitenciarios. “Muchos contaron cosas terribles y con esa información se pudo reconstruir la escena del crimen”, con la ayuda de lo que aportaron luego Hugo Cardozo y las ex presas políticas, puntualizó la abogada querellante.
El episodio que derivó en la represión se produjo el lunes 13 de marzo de 1978, cuando los internos estaban viendo televisión. El que manejaba el aparato era un hombre de apellido Tolosa. Se pudo establecer que estaban viendo la película El cañonero Yang-Tsé, por el Canal 13. El film trata sobre un motín en un barco. Como el film terminaba más allá del horario nocturno permitido, llegó un penitenciario al que le decían “Karateka” o “Kung Fu”, que de mala manera les ordenó que apagaran el televisor. Se presume que Tolosa le respondió en el mismo tono, ante lo cual el guardia resolvió cortar la luz.
A la madrugada del martes 14, unos guardias quisieron sacar a Tolosa, pero no pudieron hacerlo. El informe de los penitenciarios dice: “3 AM lo fuimos a notificar de la sanción a Tolosa”, pero éste se resistió y todo indica que como respuesta recibió una amenaza. En la presentación de la denuncia, la querella sostuvo que los que fueron a buscar a Tolosa formaban parte de “una patota que actuaba de la misma forma que cuando iban a secuestrar a alguien a su casa durante la dictadura”, con la única diferencia de que se trataba de un pabellón en la cárcel.
A las 7 de la mañana, los guardia volvieron con doble formación de cuerpo de requisa, algo que llaman “la volanta”, un cuerpo especial que actúa “en momentos especiales”. Ingresaron al pabellón “con brutalidad, algunos presos intentaron una especie de resistencia interponiendo camas para que no avanzaran, pero ninguno de los penitenciarios resultó herido ni corrió riesgo alguno, porque sólo los empujaron”. Cesaroni afirmó que ni siquiera se produjo un motín porque los de la requisa pudieron salir, no fueron tomados como rehenes, pero igual la retirada fue cubierta con disparos desde la pasarela. En ese momento, los presos pusieron los colchones contra las rejas para que los disparos no pasaran. De allí en más, hay varias versiones sobre el incendio.
Hugo Cardozo recordó “algo que vuela, como un calentador”, y que había bidones de kerosene, “porque ellos hacían todo con kerosene”. El fuego lo puede haber producido el contacto del combustible con las granadas de gas lacrimógeno, con las balas o todo junto. Lo cierto es que se produjo el incendio, pero en todo caso “lo más importante es que nadie intentó apagarlo, a pesar de que a los pocos minutos llegaron los bomberos, pero no los dejaron entrar”. Ese dato fue ratificado en la causa por el jefe del cuerpo de bomberos. Lo que figura en el expediente es que no podían intervenir “por razones de seguridad”.
La mayoría murió por incineración o por asfixia, pero los que lograban salir eran golpeados o baleados. El testimonio de un preso, de nacionalidad chilena, puede incorporar a la causa la certeza de cómo fue asesinado Tolosa y cómo fue que corrió la misma suerte el testigo de ese crimen, “para que no quedaran testigos”.