Por enésima vez, dos personas en una moto abren fuego contra la fachada de un edificio y mantienen vivas en la agenda pública las balaceras anónimas y mafiosas que parecen sucederse con impunidad. Esta vez ocurrió en Ayacucho al 1400, entre Zeballos y 9 de Julio, cerca del domicilio del gobernador Miguel Lifschitz.

Hacia la 1.30 de la madrugada del domingo, vecinos de Ayacucho 1456 se sobresaltaron con un par de estrépitos que no relacionaron a priori con lo ocurrido: cuatro balazos habían impactado en la puerta del ingreso a una torre de departamentos. El calibre sería 9 milímetros.

Un vecino que escuchó las detonaciones le restó importancia en ese momento, y recién ya con el día amanecido descubrió en la planta baja el orificio en el vidrio de la puerta de ingreso, propio de un balazo, y otros tres impactos más en el chapón y la reja de la misma.

Testimonios recabados por el fiscal de Flagrancia en turno, Fernando Sosa, coincidieron en señalar que los autores del ataque eran dos personas que llegaron a bordo de una moto y que se detuvieron para consumarlo.

El suceso renovó el alerta en el Ministerio de Seguridad. Si bien no surge nada en principio que relacione a alguno de los propietarios o inquilinos del inmueble con alguna situación que pudiera propiciar semejante advertencia, los pesquisas de la Policía de Investigaciones (PDI) tomaron nota de que muy cerca de esa dirección se encuentra el domicilio legal del gobernador Lifschitz, incluso desde antes de asumir en la Casa Gris. Pero también hay otro dato: en una propiedad lindera al edificio baleado reside una empleada del Ministerio Público de la Acusación.

El fiscal Sosa encomendó, mientras tanto, la toma de testimonios en el vecindario, y el relevamiento de cámaras de videovigilancia en la zona, y notificó de inmediato a la Unidad de Crisis Institucional. No trascendió que hubiera una hipótesis firme acerca de las circunstancias ni la motivación de este nuevo ataque.

El asunto sigue así en el candelero: la semana pasada también manos todavía anónimas balearon con curiosa impunidad los frentes del Concejo Municipal, en Córdoba 501, y de un par de comercios linderos a la sede de la Fiscalía Regional Rosario, en Montevideo al 1900. En aquel caso, los pistoleros hasta se tomaron el trabajo de repetir un cartel manuscrito con la leyenda "Con la mafia no se jode", tal como ya se había visto junto al cadáver del prestamista Lucio Maldonado -asesinado en noviembre, en zona sur, crimen por el que la policía busca al prófugo Esteban Alvarado- y en Libertad al 300, en una de las sucesivas balaceras ocurridas a mitad de año contra objetivos judiciales vinculados a la condena a la banda Los Monos.