El sábado 1° de diciembre de 2018, en el segundo día de la reunión del G-20, los gobiernos de Rusia y Argentina anunciaron un acuerdo pesquero, impulsado por el Ministerio de Agroindustria. ¿Será cierto? Tantos años pensando que podíamos sacar más pescado para el comercio internacional y no llegamos a competir en ese nivel. Los jefes de ese mismo ministerio, bajo otros nombres, como secretaría, dirección o parte de otras diversas reparticiones, se habían lamentado a lo largo de décadas de que las relaciones internacionales se afectaran por estas deficiencias.
Según cifras en el informe de la FAO para 2014 (las más recientes a la vista) la Argentina, país con casi cinco mil kilómetros de costa, mostraba un total de pesca de 815.355 toneladas. España tenía 1.103.537 toneladas, Chile 2.175.486, EE.UU. 4.954.467 y China 14.811.390.
Fue por coincidencia que escuché a una mujer decir que su padre era un viejo lobo de mar, con buena parte de su vida dedicada a la pesca de altura. Don Jorge Miller vive en Federación, norte de Entre Ríos, de apellido inglés pero conocido como Coco, nacido en 1942. Jubilado, vive en la ciudad nueva donde su familia tenía arraigo aunque más en la ciudad vieja cuyos muros, demolidos hasta sólo dejar el dibujo de una planta urbana, quedaron bajo el agua del río Uruguay por la represa de Salto Grande. Miller sale casi todos los días al lago, pero la pesca se ha reducida a la ocasional boga.
Tiene muchas historias del mar, de sus éxitos y sus fracasos. Le solicité a Silvina, que así se llama la mujer consultada, que me llevara a ver a su padre en Federación, ciudad que los militares refundaron con aspecto de barraca, apurados por ser autores de Salto Grande. El Coco Miller sabía de todo acerca de la pesca y de la vida en el mar. Más de tres décadas en el agua, largas temporadas frente a la costa argentina. También en Europa, con las flotas españolas y en el sudeste asiático. Tenía patente para hablar horas. Le decían “El Viejo”, en Mar del Plata lo conocían así. El Viejo, como señal de respeto.