El “Pity” Martínez calcó la histórica corrida de su gol en Madrid y las 65 mil almas que llenaron el Monumental gritaron como si en ese mismo momento, River hubiera ganado la Copa Libertadores. Fue su último acto como jugador “millonario” y en paralelo, la emoción máxima de la fiesta del reencuentro. Después de la gesta copera en la capital española, en las penumbras de la tarde porteña, los jugadores y los hinchas volvieron ayer a verse para celebrar el cierre de uno de los años más gloriosos de la historia riverplatense. Acaso el más glorioso de todos.

A ninguno de los que estuvieron en la caravana callejera o en las tribunas del estadio pareció importarle demasiado, el tercer puesto en el Mundial de Clubes de Abu Dhabi. Nadie estaba triste por no haber podido llegar a la final contra el ostentoso Real Madrid. Además de por haber ganado la Copa Libertadores por cuarta vez, todos fueron al Monumental porque se la habían ganado a Boca. En una definición histórica por todo lo bueno y lo malo que tuvo.

Por eso, aunque los hinchas desplegaron un mar de banderas con la banda roja y cantaron las viejas canciones de cancha, aunque hubo aplausos para todos y ovaciones para Marcelo Gallardo (el técnico bicampeón de América), Leonardo Ponzio (el capitán y símbolo) y para el “Pity” Martínez (el nuevo ídolo), más allá de todo eso, ayer en el Monumental, se cantó contra Boca, se gozó a Boca, se humilló a Boca. Como si otra vez, importara más la desgracia ajena que la gloria propia. Como si ese, en verdad, fuera el verdadero trofeo, la única conquista valiosa.

“El más grande de la historia” decía la leyenda ploteada en el micro descapotado con el que el plantel hizo su entrada al estadio delirante. Con el cuatro en lugar de la “A” de grande. Y eso es lo que siente todo River en estas horas felices. Que se acabó la historia, que ya no hay nada más adelante, que se ganó la final más importante de todas y el partido más trascendente de todos los tiempos del fútbol argentino. Y que todo lo que venga de ahora en más, será infinitamente más chico y menos valioso. Aunque se trate de la misma Copa Libertadores que River tratará de reconquistar a partir de marzo.

Repasan en River y no lo pueden creer. Desde que Gallardo se hizo cargo de la dirección técnica el 6 de julio de 2014, tuvo cuatro manos a mano con Boca. Y le ganó los cuatro: Copa Sudamericana 2014, Copa Libertadores 2015, Supercopa Argentina 2018 y Copa Libertadores 2018. Por eso, los hinchas veinteañeros quieren que este año no se termine más, y dicen que están viviendo el momento más glorioso de la historia de un club habituado a los éxitos.

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A los hinchas más veteranos también la felicidad no les cabe en el cuerpo. Pero hacen memoria y les dicen a los más pibes que sí, que 2018 será imborrable para River por los siglos de los siglos y que los hijos de los hijos de sus hijos hablarán de la finalísima de Madrid. Pero que, por ejemplo, en 1975, luego de una interminable sequía de 18 años sin títulos, el River que ideó y armó Angel Labruna ganó el Metropolitano y el Nacional. Que en 1986, el equipo que dirigía el “Bambino” Veira logró el campeonato de Primera por 10 puntos y ya sin su emblema Enzo Francéscoli, en menos de 60 días, alzó primero la Copa Libertadores ante el América de Cali y luego la Copa Intercontinental en Tokio ante el Steaua Bucarest de Rumania.

Y que 11 años más tarde, en 1997, con la dirección técnica de Ramón Díaz, River sumó los dos torneos de ese año y la Supercopa. Pero claro, nunca antes se le había ganado una final de Copa a Boca. Y eso pone a este 2018 en el escalón más alto del podio de las emociones. Costará mucho bajarlo de allí, si es que alguna vez se lo puede bajar.

Como conductor y técnico, Gallardo deberá hacer un esfuerzo enorme para que el 6 de enero, cuando arranque la pretemporada en Punta del Este, sus jugadores y él mismo no sigan envueltos por los aromas triunfales de este año histórico. “El que vuelva con resaca no juega… quiero seguir siendo un técnico insoportable” dijo el viernes en una rueda de prensa con los periodistas argentinos en Abu Dhabi. Tendrá que hacer un gran trabajo otra vez para que la motivación siga en alto y para que el plantel campeón no se le desmembre, más allá de la venta ya concretada del “Pity” Martínez al Atlanta United de los Estados Unidos.

River volvió ayer con ofertas por Gonzalo Montiel (lo quiere Valencia de España), Exequiel Palacios (Real Madrid), Juan Fernando Quintero y Lucas Pratto (China) y la idea es desprenderse de no más de tres jugadores en este mercado veraniego de pases. Se le deben cuatro partidos a la Superliga y en marzo, habrá que salir a defender la Copa Libertadores y enfrentar a Atlético Paranaense de Brasil por la Recopa Sudamericana. Hay mucho camino por recorrer. Pero eso será más adelante. Todavía es tiempo de seguir enrostrándole a Boca tanta felicidad. Tanto orgullo por ser de River.