“Mejor difundan sobre fútbol femenino, mi sexualidad les debería chupar un huevo… O pasen música, no sé.” Así, con los tapones de punta (y haciendo honor a la por siempre célebre frase de Sergio Maldonado, hermano de Santiago), le entraba Macarena Sánchez (@Macasanchezj), delantera de UAI Urquiza, a un tuit extradeportivo de hace algunos días. Por ende, como dijo la atacante tricampeona para hablar del 2018 del fútbol femenino nacional, primero lo primero: la pelota.
Tras la consagración de la UAI como campeona 17/18, el ascenso y actual liderazgo del torneo de Racing, y el buen pero desafortunado paso de las de Urquiza por la Libertadores (quedaron eliminadas por diferencia de goles a favor); el año femenino de la redonda tuvo su broche sobre el cierre, con la clasificación de la Selección al Mundial de Francia, que se celebrará entre junio y julio próximo. Allí, Argentina (36 del ranking) compartirá grupo con Inglaterra (4), Japón (8) y la debutante Escocia (20) en lo que será su tercera participación en Copas del Mundo –la de 2019 será la octava edición del certamen–. Y aunque la cosecha nacional en las ediciones previas es de seis partidos y seis derrotas, se espera que el contundente triunfo ante Panamá por el repechaje (4-0 en Sarandí a estadio completo y 1-1 como visitante) sirva de impulso para que las chicas albicelestes lleguen a la cita europea en la cresta de la ola.
Pero obtener aquel boleto no fue magia, tuvo un contexto y una explicación bien terrenales. Hace año y medio las jugadores alzaron su voz y reclamaron igualdad de condiciones a la AFA y aunque igualdad es una palabra que, si se divisa, es muy a la distancia, las chicas materializaron derechos básicos como pago de viáticos, una cancha de césped natural para entrenar en Ezeiza y la posibilidad de parar en un hotel cuando viajen al exterior. Y a mejor preparación, le sumaron mayor competencia...
Tras tocar un piso de 21 clubes entre Primera (12) y Segunda (9) en la temporada 2016/17, hoy las cosas son bien diferentes. En la máxima categoría, que se juega desde 1991, compiten 16 equipos, mientras que en el ascenso, creado en 2016, el número pasó a 22. Además, hay una cada vez mayor presencia de jugadoras en el exterior, donde la categoría es profesional, lo que le da roce internacional a la Selección, compuesta en gran parte por futbolistas del ámbito local. Según el último informe de AXEM, organización dedicada a registrar la actividad de futbolistas nacionales por el mundo, hay al menos 45 argentinas jugando en siete países (España, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Colombia, Israel, China y México). Justamente, cuatro de las actúan en tierras cafeteras, Eliana Stábile, Aldana Cometti, Fabiana Vallejos y Lucía Martelli, fueron grandes protagonistas de 2018 al quedarse con la Copa Libertadores Femenina con Atlético Huila, tras vencer al local y favorito Santos por los penales.
Pero hasta las campeonas continentales sufrieron el habitual destrato organizativo y tras, por ejemplo, tener que dormir en el piso de un aeropuerto a la espera del vuelo que las llevaba a casa, se enteraron que no iban a recibir un dólar de los 55 mil que la Conmebol otorgaba a las campeonas, ya que habían arreglado antes del torneo un premio de mil por jugadora si eran campeonas. Pero tras alzar la voz y hacer público su reclamo, lograron duplicar los montos previamente pactados. La lucha, una vez más, y el deporte, como “espacio de organización y de construcción comunitaria fuera del hogar” (vease https://www.pagina12.com.ar/161750-al-angulo-y-con-estilo), eran el camino acertado. Y así fue que en 2018, tal como lo mostraron recientemente las jugadoras de Boca y River o de Independiente y Racing cuando, en la previas de ambos clásicos, posaron unidas con carteles de “Mirá cómo nos ponemos”, el fútbol femenino funcionó como espejo de la sociedad. O quizá sea mejor sólo decirle fútbol.