En un hecho que confirma el recrudecimiento de la política de clausuras imperante desde hace tiempo en la ciudad de Buenos Aires, el fin de semana pasado el Gobierno de la Ciudad cerró con procedimientos dudosos otro centro cultural. Se trata de Vuela el Pez, un espacio ubicado en Palermo que tenía y tiene todos los papeles en regla. Cerca de las tres y media de la mañana del sábado, agentes de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) llegaron al local, exigieron documentación al día e inspeccionaron la cantidad de personas presentes para ver si se excedía la capacidad. Finalmente, y al comprobar que todo eso estaba en regla, clausuraron el lugar por no tener un patovica en la puerta de entrada, algo que los responsables de la sala denunciaron ayer en un comunicado.

“Hacía varios fines de semana que venían a inspeccionar buscando algo, pero siempre se iban. El sábado se presentaron y había un compañero del espacio haciendo de anfitrión en la puerta, controlando que no se excediera la cantidad permitida de personas adentro. Cuando se dieron cuenta de que no podían clausurarnos por irregularidades se fueron a su auto y a la media hora volvieron diciendo que el trabajador de la puerta no tenía credencial ni estaba inscripto en el registro de seguridad privada. Es decir, nos clausuraron porque no era patovica”, cuenta a PáginaI12 Alejandro Falcone, uno de los responsables del espacio ubicado en Av. Córdoba 4379.

A la angustiante e injustificada situación de clausura se suma otra de negligencia por parte del Gobierno de la Ciudad: por la falta de agilización en la implementación de la Ley de Centro Culturales, conseguida definitivamente por la lucha de colectivos independientes y autogestivos en octubre de 2015, Vuela el Pez se ve en la obligación de tener una habilitación como Teatro Independiente Clase B (de 80 a 150 personas), y no como centro cultural, como correspondería. Por lo tanto, la clausura ni siquiera debería ser efectiva, porque el espacio no estaría afectado a esa reglamentación.

“Es una clausura completamente arbitraria. Las cláusulas de la ley de clausuras no están tipificadas y sólo dice ‘seguridad e higiene’. Nosotros no consideramos en absoluto que no tener patovica atente contra la seguridad, porque no nos parece que un patovica cuide a la gente. No se corresponde con nuestra forma de pensar”, denuncia Falcone, que opina que “la Ciudad no hace nada para reconocer estas experiencias con especificidades distintas que son los centros culturales”.

A fines del año pasado, un numeroso grupo de artistas y trabajadores de la cultura advirtió sobre los abusos de las clausuras con una performance muy significativa: con máscaras del rostro del ministro de Cultura porteño, Angel Mahler, gritaron en la puerta del Centro Cultural Recoleta que “la cultura no se clausura”. Desde entonces volvió a haber clausuras y muchas inspecciones (de hecho, el fin de semana que pasó hubo varias en la zona de Palermo, cerca de Vuela el Pez), pero ninguna respuesta oficial. A principios de año había renunciado el ex titular de la AGC y fue designado otro, que en su primer día en el cargo debutó con inspecciones y desalojos y hasta el momento no mostró intenciones de revertir el accionar de la gestión anterior.

Los centros culturales no pueden esperar, tal como pidió Mahler en la última reunión que mantuvo con los distintos colectivos, en la que manifestó que necesitaba más tiempo para empaparse del tema. Porque según reveló a PáginaI12 el colectivo Construyendo Cultura, uno de los que peleó por la Ley de Centros Culturales y sigue de cerca el drama de los cierres, en los últimos dos años el gobierno clausuró 85 centros culturales y al parecer va por más. “Mientras ellos se toman su tiempo legal, nosotros tenemos a 20 compañeros trabajadores a la expectativa, y a toda una programación esperando”, insiste Falcone.

“Vamos todos los días a la Agencia Gubernamental de Control y vamos a seguir yendo. No vamos a dejar que el gobierno clausure los espacios que proponen una cultura diferente a la del gobierno ni que beneficie a los grupos económicos que piensan a la cultura como un negocio y no como un derecho”, cierra el artista, a la expectativa de novedades en las próximas horas.