Desde niño, en cada reunión familiar se repetía como una verdad esa historia casi irreal de una tía que podía dar órdenes con el pensamiento y encontrar objetos visualizándolos en su mente. Cuando comenzó a estudiar periodismo, se encontró con el caso de un chico tucumano que llevaba a la Virgen dibujada en un ojo, y al que le adjudicaban el poder de sanar cualquier enfermedad. Al convertirse en un periodista reconocido en América latina, le tocó contar la experiencia de un deportista extremo que después de perderse en una carrera quedó atrapado en el risco de una montaña sin poder moverse, creyendo que lo único que le quedaba era la muerte. Todas esas historias siguieron creciendo en el interior de Federico Bianchini mientras publicaba crónicas y entrevistas, sintiendo que algo en ellas aún lo llamaba. Entonces decidió llevarlas a otro plano, convertirlas en ficciones que pudieran expresar eso que sentía inconcluso. Así llegó su primer libro de cuentos, Personajes secundarios (El Bien del Sauce), un recorrido onírico de once relatos donde eso que llamamos “realidad” se vuelve cada vez más difuso.
“Hay zonas de la realidad que se hacen difíciles de contar dentro del registro de la crónica periodística, como por ejemplo los sueños o ciertos recuerdos”, dice Bianchini, ganador en 2010 del Premio Las Nuevas Plumas, en 2013 del Don Quijote/Rey de España y en 2016 de la Beca Michael Jacobs, entregada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. “Cada recuerdo es algo que tenemos que volver a construir cuando lo evocamos. Tenemos que volver a crearlo cuando lo traemos a la memoria, no es algo estanco que sacamos de la biblioteca de nuestra cabeza. Entonces, cuando recordás el color de algún objeto determinante en una situación, pero luego ves que anotaste otro color en tu libreta, ¿cuál es el más importante? ¿Cuál estás percibiendo como más “real”?
La posibilidad de transformar esa pregunta en un libro de cuentos llegó por un canal impensado para él. Luego de publicar tres libros a través de grandes editoriales –Antártida. 25 días encerrado en el hielo por Tusquets; Desafiar al cuerpo y Cuerpos al límite por Aguilar–, Federico Bianchini se topó con la idea de realizar un crowdfunding mientras investigaba para una nota en la que debía desenmarañar los engranajes de ese mecanismo. “La crónica nunca salió pero me permitió meterme en este proyecto que quizás nunca hubiese existido de otra manera.” A través de la plataforma española Verkami, reunió los fondos necesarios para darle vida a Personajes secundarios.
En el núcleo del libro, la incógnita sobre esa realidad irresuelta en sus crónicas y vivencias se transforma en un universo mágico del que surgen edificios en cuyas paredes brotan los rostros de personas que mueren o desaparecen, gotas que se acumulan en el cemento y disparan situaciones inesperadas en medio de la ciudad, pastillas para el sueño que devuelven la infancia y las relaciones olvidadas, el movimiento hipnótico de una artista circense en el que parece encontrarse la definición exacta de la belleza.
La fantasía se vuelve la respuesta a ese interrogante con el que Federico Bianchini se había topado, la pieza que faltaba en el rompecabezas de esa realidad “por momentos demasiado compleja” que debía narrar como periodista. “En algunos cuentos yo tenía que contar una historia que estaba dada, entonces se transformaron en un ejercicio para ver cómo podía cortar los lazos de ese texto con la realidad”, explica Bianchini. “Ese desprendimiento tiene que ver con ir borrando ciertas referencias geográficas, temporales, con trazar otro universo que implique un elemento disruptivo, una secuencia que no le pertenece y viene a dar vuelta todo.”
Ese movimiento pendular de escritura, entre la fantasía y la realidad, le hizo encontrar ciertas fisuras en el financiamiento colectivo que lo volvieron escéptico frente a la posibilidad de que se imponga ante las grandes editoriales. “Descubrí que acá no está del todo desarrollada la cultura de crowdfunding, más que nada por una cuestión económica”, asegura Bianchini. “Lo que sucedía en España era que había gente deambulando por las plataformas, viendo en qué proyecto quería aportar. Pero ese contexto no es el mismo en otras partes. Puede que suceda algo similar a lo que ocurrió con los blogs: cuando surgieron se creyó en esa idea de democratizar lo que se publicaba, y ahora quedó solo un puñado que se pueden seguir leyendo. Los medios se los comieron. Creo que existen posibilidades de romper con ese circuito establecido por un momento pero no sé si existe un dispositivo que amenace con quebrarlo por completo.”