Pese al feriado local, el riesgo país argentino que se mide en los mercados internacionales aumentó el lunes 2,1 por ciento. Escaló hasta 832 puntos básicos, 17 unidades por encima del viernes pasado. El indicador que mide la sobretasa que debe pagar el país para financiarse en los mismos plazos que lo hace el Tesoro de Estados Unidos es un termómetro de la desconfianza de los inversores respecto de la solvencia financiera de la economía argentina. La escalada del índice que recopila a diario la banca de inversión JP Morgan se disparó en la última semana y acumula desde comienzos de noviembre un alza de 39,4 por ciento o 235 puntos para ubicarse en su valor máximo de los últimos cuatro años. La diferencia fue que en 2014 se estaba en pleno litigio con un grupo de fondos buitre y que en los últimos tres años el Gobierno cumplió con todos los requisitos que la comunidad financiera le imponía al país para mejorar su perfil crediticio. Pero el deterioro de la economía es tan evidente que esos guiños no alcanzaron y el riesgo de Argentina es el más alto de la región con excepción de Venezuela.
El gobierno de Mauricio Macri liberó el ingreso de capitales con fines especulativos, eliminó toda restricción a la compra de divisas, le pagó a los fondos buitre sin quita bonos comprados tras el default de 2001, flexibilizó el negocio financiero e inició un festival de deuda. Con todo esto el equipo económico esperaba reducir la tasa de financiamiento. La última apuesta fue que el mercado argentino fuera considerado “emergente”, lo cual debería hacerlo más tentador para el ingreso de capitales. Obtuvo esa calificación. Pero meses después, la suba de tasas de interés en los Estados Unidos junto a una economía local que ya daba clara cuenta del deterioro en el sector financiero y real no le dio al macrismo el respiro que pretendía.
La bicicleta financiera de Cambiemos derivó en atraso cambiario con endeudamiento, creciente déficit externo que desembocó en otra crisis de balanza de pagos al revertirse el ingreso de capitales extranjeros y en un nivel de tasas de interés internas que imposibilitan cualquier inversión productiva. El resultado fue este año un duro castigo para los títulos públicos argentinos. Según el Instituto Argentino de Mercado de Capitales (IAMC), desde el último día hábil de 2017, el promedio de bonos cortos (con vencimientos cercanos) en pesos se retrajo 32,4 por ciento medido en dólares. El promedio de cortos en dólares cayó 9,1 por ciento. Los de vencimientos más extensos (largos) en pesos cedieron 40,7 por ciento y los en dólares, un 22,7 por ciento.
Esta caída se reflejó en el riesgo país, donde el primer cimbronazo fue a fines de agosto y principios de septiembre, cuando tocó las 783 unidades en respuesta a la fuerte devaluación del peso que completó un alza en el año del ciento por ciento en el precio del dólar. El mínimo que llegó a tocar el riesgo país había sido en enero de 2007, con 184 puntos, contra los 7222 de agosto de 2002. Cuando supera los mil puntos, que implica pagar un piso de 10 por ciento por sobre el rendimiento de la tasa estadounidense, el índice pierde relevancia. De hecho, el Gobierno ya adelantó que buscará financiarse en el mercado local y suspendió los programas de participación público-privada por el encarecimiento del financiamiento con el actual riesgo país. El panorama no luce alentador si Estados Unidos continúa subiendo su tasa de interés y los títulos del Tesoro aumentan sus rendimientos.