“El Tugurio” –así se llama la casa de Osvaldo Bayer sobre la calle Arcos, casi esquina Monroe– es un hogar de puertas abiertas, como corresponde a los ideales de un entrañable anarquista que recibe a escritores, periodistas, estudiantes, amigos y artistas. Hay que atravesar un exiguo pasillo para llegar a un patio cubierto, donde se despliega un festín óptico de potus que cubren de punta a punta una de las paredes. Su mesa de trabajo y lectura es un gran caos de pilas de diarios que no se derrumban por milagros libertarios, hileras de libros entre los que se destacan los cuentos completos de Haroldo Conti y papeles manuscritos. A los 89 años, el escritor, historiador y periodista continúa viajando y dando conferencias por todo el país. Nunca rechaza una invitación. “La salud me responde –dice mientras toma su primer vaso de Campari con hielo—. Hay que vivir profundamente la vida, el amor, los hijos, el estudio, las lecturas... hay que actuar siempre, no encerrarse, mostrar la cara en la sociedad”. Osvaldo sonríe y enumera con orgullo que tiene 4 hijos, 10 nietos, 6 bisnietos y 11 libros publicados; cuatro se acaban de reeditar por la editorial Planeta en la colección Biblioteca Bayer: Rebeldía y esperanza, En camino al paraíso, Ventana a Plaza de Mayo y Fútbol argentino. Hace casi un año, en septiembre del año pasado, murió Marlies Joos, su inseparable compañera durante 67 años. El espíritu combativo de Bayer se prepara para viejas-nuevas batallas. Si antes denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y acompañó a las Madres de Plaza de Mayo, ahora sabe que hay que poner el cuerpo en las calles para protestar contra el avasallamiento neoliberal de los derechos humanos y sociales. “El gobierno de (Mauricio) Macri es como volver a la Edad Media”, afirma el escritor en la entrevista con Páginai12.
“Estuve preso, me quemaron mis libros, me persiguieron, pero aquí estamos. No me arrepiento de nada, repetiría mi vida tal cual la viví. Me acuerdo que en Ezeiza el militar que me dejó salir al exilio, me dijo: ‘usted nunca más va a pisar el suelo de la patria’. Y sin embargo volví a pisar el suelo de la patria. Y cómo, con toda actividad. Hay que tener fe en el futuro. Voy a vivir hasta los 100 años, me quedan 11 años de vida para escribir mis memorias y recibir todos los días a la gente que viene a visitarme. No me quejo, pienso en todos aquellos escritores que fueron desaparecidos y no pudieron ver el renacimiento de la democracia, como Rodolfo Walsh, mi gran amigo”.
De repente, la mirada de Osvaldo se eclipsa, como si volviera el dolor por una vieja herida que nunca cicatrizó. “La dictadura fue el momento más duro de mi vida, tuve que abandonar el país después de tantos años de trabajo, tuve que abandonar todas mis posiciones, mis lugares de enseñanza, y empezar de nuevo en Alemania. Fue muy duro. Me llevé a toda mi familia porque tenía miedo de que secuestraran a alguno de mis cuatro hijos. La dictadura fue el período más triste de mi vida”, repite el escritor. “La Patagonia rebelde es mi obra fundamental, tardé casi diez años en escribir esos cuatro tomos y quedó para siempre en la historia de Santa Cruz. Por primera vez se escribió sobre esos hechos y se ha tomado como libro de lectura en las escuelas. Me gustó mucho escribir Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, la historia de un bandido absolutamente simpático que repartía el dinero entre los pobres. Nunca se pudo filmar porque no lo permitió ningún gobierno”, aclara el escritor.
–¿Qué opina de lo que dijo el presidente Mauricio Macri, que no sabe si fueron 30.000 los desaparecidos?
–No saber que hubo 30.000 desaparecidos, que es uno de los hechos fundamentales de la política de derechos humanos del país, es de una ignorancia que no se puede perdonar, no se puede disculpar. No saber eso es como no saber qué pasó el 9 de julio de 1816 porque es fundamental para la historia. Los 30.000 desaparecidos va ser siempre la vergüenza más grande de la historia argentina.
–¿Qué explicación encuentra a esa supuesta ignorancia de Macri?
–Macri desprecia la lucha por los derechos humanos. Él nunca intervino en la lucha contra la dictadura. Al contrario, ellos hicieron buenos negocios con la dictadura, así que tiene el mejor recuerdo. En ningún momento se les tocó nada, ni él hizo absolutamente nada por los derechos humanos; es un hombre nulo políticamente. Y sin embargo fue electo... cosas de los argentinos.
–¿Qué piensa hacer Osvaldo Bayer como luchador y anarquista?
–Hay que seguir luchando por más democracia, denunciando los errores y los pasos atrás que el gobierno va a dar con respecto a la verdadera democracia. Voy a luchar para no perder ninguna de las ventajas democráticas que hemos obtenido durante tantos años de lucha. Tengo 89 años y nunca pensé que volvería a ver un gobierno de derecha. No hemos aprendido absolutamente nada, hemos tenido gobiernos de derecha hasta el hartazgo. Ahora volvimos a la década del 30 con un candidato de la llamada aristocracia de Recoleta, como teníamos antes del 45.
La voz de Osvaldo se levanta contra el olvido y la impunidad. En la contratapa de uno de los libros reeditados, En camino al paraíso, el propio historiador “que tira la piedra y nunca esconde la mano” explica su ideario. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”. Bayer está escribiendo sus memorias en esta misma casa a la que llegó en 1935, cuando tenía 8 años. Antes vivió en Bernal, en Tucumán, en Concepción del Uruguay y Santa Fe, la ciudad donde nació en 1927. Aún no tienen título sus memorias, de las que lleva escritas unas 120 páginas, pero cree que podría ser algo así como: “En un país difícil”...
–¿Cuál es el ideal de un gobierno anarquista? ¿Cómo lo imagina?
–El gobierno por asamblea, todo el pueblo tiene que intervenir. Pude comprobar lo positivo que eran las asambleas en la asamblea de Belgrano. Con cuánta sabiduría se habló; hasta las viejitas que nunca habían hablado en toda su vida hablaban. Era un espectáculo hermoso escuchar a los vecinos que nunca en su vida habían hablado y decían lo que pensaban. Qué lindo período fue esa democracia de barrio.
–¿Es posible recuperar ese tipo de experiencias democráticas?
–Este es un momento difícil y complicado, la gente votó nada menos que a Macri, un ultraconservador, un hombre que actuó con las dictaduras. Increíble... vamos a ver qué pasa, antes de abandonar el poder por la reacción popular. Si Macri sigue gobernando nada más que para barrio Norte, no va a durar mucho.