Desde hace cinco años, Alberto Barbieri es rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero su paso por la institución no es nuevo, dado que fue vicerrector desde 2010 a 2014 y ocupó dos veces el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA desde 2006 a 2014.
De profesión contador, el rector es también profesor titular de la materia Administración de la Salud (FCE-UBA) y director de la Maestría en Administración Pública (FCE-UBA), además de poseer una formación curricular extensa: varias maestrías y un doctorado en el área de Administración y Contador Público.
En diálogo con Universidad, Barbieri realiza un balance de su gestión al frente de la UBA y resume los desafíos para los próximos años. A su vez, profundiza acerca del lugar que ocupa la casa de altos estudios en los rankings internacionales y analiza la calidad educativa en el nivel medio y superior, al tiempo que hace hincapié en el rol de la universidad en el siglo XXI.
Desde el año 2014 se viene desempeñando como rector de la Universidad de Buenos Aires. ¿Qué balance puede hacer de estos años y cuáles son los retos de la UBA de cara al futuro?
Creo que el balance es positivo. Hemos obtenido logros muy importantes, como la actualización de los planes de estudio, la intensa labor de extensión universitaria, el fuerte desarrollo en ciencia e investigación, la aplicación de las TIC a todos los procesos de enseñanza y aprendizaje, y el incremento de todos los proyectos de internacionalización de la universidad.
Para la UBA, la calidad académica es un eje rector, en el que la investigación y la generación de conocimiento son el nodo central, como así también la transferencia que genera en nuestros claustros, relacionada a la sociedad que le da sustento. Los universitarios no debemos vivir en una caja de cristal, debemos devolverle a la sociedad mucho de lo que recibimos de ella, tratando de aportar soluciones para realimentar en un círculo virtuoso nuestros objetivos académicos y de investigación.
Quiero remarcar que la actualización de nuestros planes de estudios cumple un rol importantísimo. En mi gestión hemos modificado, de manera participativa en cada una de las unidades académicas, muchos de ellos, como muy pocas veces se hizo a largo del proceso democrático que nos toca vivir.
La irrupción de la tecnología de la información en el proceso enseñanza-aprendizaje es un rasgo característico de nuestra época. En ese sentido la UBA, sobre todo en los últimos años, está a la vanguardia de la aplicabilidad de estos conocimientos en nuestra área académica. Tenemos cientos de cursos virtuales, semipresenciales, hemos formado a más de ocho mil docentes con la posibilidad de poder manejar estas nuevas tecnologías, hemos fortalecido el centro de innovación en pedagogía y tecnología. Creamos el programa UBA Digital y hemos llevado adelante con más fortaleza el programa UBA XXI, que acceden a cursar sus estudios con esta tecnología dado que son nativos digitales.
También quiero remarcar el incremento en los programas de intercambio de alumnos, docentes e investigadores con las principales universidades de todo el mundo.
A pesar de que mucho se ha hablado del deterioro de la calidad educativa en el país, este año la UBA fue noticia por diversos rankings internacionales que la ubican en buenas posiciones. En este sentido, ¿considera que la universidad pública todavía mantiene el prestigio?
La UBA viene marcando un crecimiento sostenido en el ranking Latinoamericano desde 2014, cuando se ubicó en el puesto 19° hasta el 7° en este año. Y en el Ranking QS Global, la UBA pasó de la posición 209° en el año 2014, al actual puesto 73° en el 2018. Esto representa la consolidación de una política educativa sobre la base de cuatro pilares fundamentales: la actualización de los planes de estudio, la inclusión de nuevas tecnologías al proceso de aprendizaje-enseñanza, el fortalecimiento de las capacidades de investigación, principalmente en aquellas áreas estratégicas para el país y, también, el desarrollo de la inserción internacional de la Universidad.
La tendencia de mejora continua que muestra en esta evaluación es consistente con lo que se observa en las demás evaluaciones internacionales en las que participa. Estos indicadores son un mensaje para toda la clase dirigente argentina. La Universidad y el sistema científico requieren un constante aumento de la inversión para poder mantener su nivel de excelencia y, en particular, lo necesita la UBA para poder seguir creando un efecto palanca sobre el resto del sistema de educación superior en la Argentina.
Durante las últimas décadas el mundo fue cambiando vertiginosamente. ¿Cuál es el rol de la universidad en el siglo XXI? ¿La universidad se va transformando al tiempo que cambian las demandas de la sociedad?
En esta sociedad del conocimiento, los cambios científicos y tecnológicos se realizan en forma cada vez más veloz. Ese dinamismo se traslada a todas las áreas. Para poder hacer frente a este nuevo mundo, los profesionales y universitarios del futuro tienen que tener conocimientos muy fuertes en las áreas básicas, para luego poder adaptarse a la especialización que vendrá. Tenemos estructurado nuestro sistema educativo para una esperanza de vida de mediados de siglo XIX. Ahora es muy distinta. Hoy está por encima de los 85 años y dentro de 20 años puede estar por encima de los 100, pero sobre todo con calidad de vida hasta el último instante, lo que hace que la gente tenga que seguir capacitándose permanentemente. Porque si una persona se recibe a los 23 o 24 años, a nadie se le puede ocurrir que vas a poder ejercer alguna profesión con los mismos conocimientos que estudió 50 años atrás. Pero si tiene una base de conocimiento de ciencias, que abren la mente para poder captar nuevas realidades, tendrá el diferencial para poder ir actualizándose. Ese es el secreto de la universidad que viene.
¿Cómo puede colaborar el sistema universitario en mejorar la calidad educativa en el nivel medio?
Trabajamos en forma intensiva para dar las mayores herramientas para que los chicos que vienen mal formados del secundario hagan frente a la vida universitaria. Todos sabemos que la educación en el sistema secundario en nuestro país tiene una necesidad de crecimiento en calidad. Tenemos muchos programas de articulación para ayudar al pase de los alumnos de los últimos años del secundario a la universidad con cursos virtuales sobre temas de matemática y comprensión lectora, que son los dos grandes problemas que hay.
En este punto, nuestras escuelas preuniversitarias son un orgullo. Por primera vez hemos creado dentro del ámbito del rectorado una secretaría de Educación Media que se encarga específicamente de articular y potenciar las relaciones entre ellas. Y por primera vez en muchos años, creamos una nueva escuela técnica preuniversitaria, con una característica esencial que, particularmente, es uno de los logros que más me llega al corazón. Es la Escuela Técnica de Lugano. Porque esa escuela se creó en una zona altamente vulnerable, para que poblaciones que no tienen posibilidades de satisfacer sus necesidades más básicas, puedan acceder a una educación de calidad con un modelo pedagógico y académico del máximo nivel e inclusivo. Seguiremos fortaleciendo esto, lo mismo que la creación del CBC en el área de Lugano donde hoy, miles de estudiantes de barrios vulnerables pueden acceder a los estudios universitarios haciendo realidad, y no sólo en retórica, lo que es una educación de calidad y al alcance del pueblo argentino.