Los jugadores de River Plate se ganaron el mote de "gallinas" en el año 1966, después de perder en Chile la final de la Copa Libertadores ante Peñarol de Uruguay, por 4 a 2. Partido que inicialmente iban ganando por 2 a 0. Ese apodo siempre fue una especie de "espada de Damocles" que pendía sobre el conjunto millonario a la hora de las definiciones.

Tal vez a raíz de un River "gallina", se fue gestando en Boca un componente complementario en su identidad: si River es "gallina", es decir, cobarde o pasivo, Boca asume un rol más valiente y activo.  

Sobre este eje activo-pasivo se habría producido en Boca, en las últimas décadas, cierto paternalismo exitista, que se activaba sólo en las contiendas entre ambos equipos. Una verdadera inyección de confianza y fe triunfalista, suficientes para que el balance de resultados, en líneas generales, se mantuviera favorable a los xeneizes por décadas. 

Pero, en los últimos años, en River, la cosa comenzó a virar. Existen al menos dos razones. En primer lugar, haber experimentado el peor fantasma de todo club de fútbol, como lo es el descenso de categoría en el año 2011, podría haber aligerado en el plantel millonario los habituales temores que el mote de "gallina" incitaba. Figuradamente, la experiencia de descender al "infierno" y regresar airoso no es sin consecuencias. La resignificación de vivencias anteriores es una de ellas.

En segundo lugar, no hay dudas de que la actual dirigencia ha hecho hincapié en el refuerzo de la personalidad del equipo, ubicándolo en una posición mucho más avasallante. El lema que adoptaron desde que asumieron, "que River vuelva a ser River", y la cantidad inusitada de títulos internacionales que han obtenido desde el año 2014 lo confirman.

Es sabido que la confianza en los propios recursos juega a favor, tanto en el futbol como en casi todas las actividades humanas. Es más, en enfrentamientos deportivos con paridad técnica y física la autoconfianza probablemente sea lo decisivo. Y, en ese sentido, Boca era una especie de autoridad para River.

El problema se le presentó a Boca debido a que su fe no era autónoma, es decir, no estaba basada en sus propios recursos, sino que dependía del papel pasivo que River ocupaba en su imaginación. 

En el contexto del antiguo paternalismo de los xeneizes sobre los millonarios, podemos metafóricamente agregar que, si existía un padre, debía existir también un hijo, pero ese hijo figurado, River, creció, enfrentó y doblegó al papá. Este desenlace, a su vez, es un reflejo de la época en donde el padre, como símbolo de autoridad, se halla en crisis. Ya que de símbolos estamos hablando, conviene ponderar otro: el que surge del trabajo del talentoso técnico de River, Marcelo Gallardo, que hasta presta el significado de su simbólico apellido para consumar la hazaña: "gallardo" implica "valiente y decidido", precisamente algunas de las virtudes que le trasmitió al plantel. El River de Gallardo devino un River "gallardo". 

Al salirse River de su posición de "gallina", Boca comprobó que esa condición de su rival solo existía en su imaginación y, en lugar de adaptarse a la nueva circunstancia, insistió para que River volviera a su condición anterior y, así, reafirmar su identidad en crisis. Sin embargo, los viejos comandos para infundir temor no funcionaron. Confundido, Boca sobrecargó las tintas en la técnica, sin poder detectar a tiempo que el problema fundamental operaba en la psicología de su plantel, y sufrió el más duro revés de su historia, que se sumó a otros también graves en clásicos que disputaron en los últimos tiempos.

En síntesis, la trampa psicológica en la que el conjunto xeneize se introdujo sin sospecharlo es que su partenaire le cambió el rol tradicional pasivo, por uno totalmente activo y avasallante. Y lo dejó en un offside metafórico. Y Boca, al mirarse en el espejo de un adversario que ya no existía, terminó desdibujado y derrotado.

Existe una analogía con la mujer en su papel tradicional pasivo frente al hombre, y su novedoso rol activo a la par de él. Este cambio descoloca a muchos hombres que, todavía influidos por la cultura machista, descubren con impotencia que sus herramientas anteriores ya no funcionan con la nueva mujer.

Boca, al igual que los hombres machistas, desplegó la vieja receta y procuró reconducir a River a su posición previa, pero los millonarios -al igual que las mujeres liberadas del yugo machista- ya no regresaron a su anterior sumisión. Esto quedó claro en la última final de la Copa Libertadores, en donde River, otra vez con la adversidad en contra, logró remontar el resultado y ganarle a su archirrival ese codiciado certamen.

*Psicoanalista. Reside en Marcos Juárez. jballario@coyspu.com.ar