Insectos inimaginables, esqueletos de serpientes, cráneos de cocodrilos, mariposas de cuentos, peces gigantes: este que puede encontrarse en el instituto Von Humboldt, en Colombia, el país del mundo con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado es un enorme muestrario natural. Desde 2010 la bogotana Brigitte Baptiste, dirige este organismo destinado a estudiar y conservar lo que las actuales políticas planetarias ponen en riesgo: las formas plurales y diversas con que la vida manifiesta su movimiento permanente. “Es muy evidente –explica Brigitte– que visiones de personas como Trump o Bolsonaro, y muchos otros líderes del mundo, no incluyen para nada la diversidad y tampoco la biodiversidad. La perspectiva que utilizan es la del autoritarismo y la simplificación del planeta, para su propio provecho y el de sus electorxs. Lo cual es muy lamentable. Yo diría que esa perspectiva representa el fin del mundo, en cuanto el fin de las opciones y las oportunidades de continuar en ese proceso, que lleva miles de años, basado en la construcción de las diferencias.”

Esta ecóloga de 57 años, que tiene dos hijas (una de ellas se llama Juana Pasión) y que fue de la mano de su esposa a realizar el implante mamario con que coronó su visibilidad como mujer trans, el año pasado recibió el premio Príncipe Claus en Holanda, un reconocimiento que destacó, particularmente, su discurso “alternativo” en materia científica. “En la naturaleza –dice– existen todos los comportamientos y todos los referentes de la diversidad sexual y de género, ¿porqué entonces no los utilizamos para reconocer que nosotros, siendo parte de ella, también compartimos la diversidad que nos ofrece? Las especies también cambian de sexo y de roles de género y si realmente estamos atentxs a la manifestaciones de lo raro o de lo excéntrico de la naturaleza, encontramos allí las propuestas de la cultura lgbt.”

¿El de “ecología queer” es un concepto que desarrollaste vos o te estás inscribiendo en una línea de estudios previa?

–La ecología queer es una propuesta que está surgiendo simultáneamente en muchas partes del mundo, como en Europa o Estados Unidos, sobre todo se inició a partir de la literatura que propone que las identidades sexuales y de género son una construcción derivada de los relatos de las experiencias de las personas. Y como los ecosistemas son un relato, una manera de contar las relaciones entre todos los seres vivos y los seres humanos, claramente se puede utilizar la idea de lo queer para enfatizar la importancia de la variedad de expresiones sexuales en la vida, como un mecanismo además adaptativo. Pero no es una idea mía sino una idea que está comenzando a trabajarse en muchas partes, lo que yo aporto es mi propia perspectiva como ecóloga y como persona transgénero.

Leí en una entrevista que en un viaje que hiciste a Estados Unidos tuviste contacto por primera vez con la teoría queer y a partir de ese momento empezó a modificarse tu relación con la ciencia...

–Sí. En Estados Unidos, el feminismo y los estudios de género me hicieron entender que había una perspectiva, una mirada acerca de la naturaleza que podía ser muy distinta a lo convencional. La teoría queer es algo muy reciente, algo de lo cual comencé a escuchar a partir de mi experiencia como persona trans, a partir de mi participación en las discusiones sobre la legitimidad cultural y política de las personas con una expresión de género y sexualidad distintas. Eso es lo que me lleva hoy a tratar de construir unos puentes a partir de la manera en que hacemos ciencia y entendemos la construcción de las identidades.

¿Cómo son concretamente esos puentes, donde se los ve aplicados, en políticas, en postulados científicos...?

–Indudablemente en políticas primero, para garantizar que la perspectivas heterodoxas, distintas, raras, anómalas, tengan un espacio que pueda promover la innovación con toda la legitimidad. Te hablo de una innovación social, tecnológica, en fin, una perspectiva radical de la diferencia que es lo que garantiza la adaptación hacia el futuro. De todas maneras, también tiene implicaciones en la salud, en la estética, en la educación, porque en todos esos aspectos, una perspectiva queer vinculada a las relaciones ecológicas cambia sustancialmente la comprensión de nuestro lugar en el mundo.

Hiciste tu transición siendo una persona reconocida en el ámbito de la ciencia. ¿Cómo recibió esta noticia esta comunidad?

–Cuando hice la transición mis amigxs y colegas fueron tremendamente solidarixs. Todos me dijeron: viví tu vida, nosotrxs estamos contigo. Siempre eso fue importantísimo y nunca he tenido ningún problema con mis colegas ni ha habido un tema de distanciamiento o crítica. Sí me han criticado por hacer mala ciencia, pero eso es bienvenido, nunca ha sido por los temas de género.

En una charla que se puede ver en YouTube, “Museo reimaginado”, te sacaste la peluca porque tenías calor. Después proyectaste una foto del colectivo de científicos que trabaja con vos, todxs disfrazadxs...

–La manera en que concebimos a la naturaleza como científicxs o como investigadorxs, tiene efectos importantes en la vida de las naciones y las comunidades. Hay que ser muy conscientes de que nuestro trabajo tiene un componente objetivo –nosotrxs tratamos siempre de construir de manera muy rigurosa, bajo el método científico–, pero también un componente muy subjetivo, donde nuestra creencias y valores, nuestras ideas, operan de una manera muy importante y especialmente en la forma en que interpretamos los resultados de la investigación. La idea mía siempre es, amablemente, invitar a las personas a que entiendan que lxs científicxs somos ciudadanxs, que somos personas que tienen sus propias subjetividades y que realmente el esfuerzo más grande es por aprovechar ambos aspectos de la investigación.

¿Pero qué es concretamente el “Museo reimaginado”?

–Es un evento que se hizo en Medellín, de la Asociación Latinoamericana de Museos, para cuestionar la museología actual y pensarla de forma alternativa. Esta museología actual está bastante acotada, en la medida en que construyó una narrativa sobre los objetos que quiere mostrar tremendamente estática, limitando la capacidad educativa y demostrativa de los cambios que se requieren en el mundo para adaptarnos a los retos del futuro. Por eso lxs museologxs están muy interesadxs en abordar otras estrategias de trabajo, como la museología participativa o los museos como espacios de co-construcción de conocimiento, algo que implique jerarquías distintas en la divulgación y apropiación de la ciencia. La teoría queer hasta el momento ha incidido en algunos proyectos científicos de una manera tangencial, sobre todo cuestionando la identidad de los objetos y las entidades con las que se trabaja. Es una innovación tremendamente enriquecedora.