Uno de los objetos más preciados de Enrique Campos es un pedazo de meteorito que cayó en Campo de Cielo, Chaco. Se lo regaló un ex novio y tiene más de 4,5 billones de años. Hubo amor, pero la relación se rompió. Roto es el nombre de su primer disco de tangos de que sale en estos días, donde en vivo despliega una puesta performática tan punk como camp. Al poner Enrique Campos en Internet aparece otro Campos, que los tangueros mayores de 60 años reconocen porque tocó con la famosa orquesta de Tanturi. Nuestro entrevistado desmiente tener cualquier tipo de parentesco con este prócer del tango. No se le ocurrió montar una performance haciéndose pasar por el tocayo difunto, diciendo que se levantó de la tumba. En vez de eso, prefiere cantar con la voz del arrabal pero con pollera, maquillado, enroscarse con el cable del micrófono y quedar tirado en el piso del escenario como si fuera una estrella de rock.
Nació en el 82, dos meses antes de que comenzara la Guerra de Malvinas. El primer cd que compró fue Joyride, de Roxette. Durante su adolescencia fue fanático de Michael Jackson. Coleccionaba los artículos que salían en las revistas de la época. Tenía todos los discos, un poster en su cuarto y cuando se quedaba solo reproducía los pasos de Michel como si fuese su espejo.
“Es más físico lo mío, más interpretativo”, dice mientras pide un cortado, apenas con leche, en la pituca confitería que está en diagonal al Cabildo, donde cuelgan del techo las arañas de bronce y las mesas tienen mantel. De chico estudió de piano y guitarra, pero poco tiempo; lo suyo es más intuitivo que académico.
¿Por qué elegiste el tango siendo tan joven y sabiendo que este género es machista por excelencia?
–Mi abuela escuchaba Charles Aznavour, Julio Iglesias, Mercedes Sosa y también tango, mucho tango. Como yo no componía, encontré al tango como uno de los pocos géneros que sigue valorando al intérprete, porque este tiene su lugar. Estaba el letrista, el compositor y el cantor. A mí me divierte mucho la interpretación en este mundo tan pasional. Antes, cantaba tangos con “La 154” y terminamos haciendo cumbias. El tango, como la cumbia, es extremadamente popular y visceral en lo que dice, y eso me parece increíble. Me gustan las historias de los tangos, son bien de barrio, de conventillo, de traición, de pasión...
Pero vos los volvés punk y queer...
–Yo al tango no lo siento para nada varonil. Sé que la tradición tanguera es varonil y lo que yo hago es revelarme contra eso; que no me gusta nada. Te diría que la pose del tango, que es completamente misógina, machista y violenta, es más sincera que la del bolero, que funciona encubierta; pero son igual de asquerosos. Seguramente la cagó a “la mina”, le pegó, pero en el bolero le dice una frase hermosa en vez de decirle... Hay algo de la brutalidad en el tango que me parece interesante para interpretar.
¿A qué público apuntás?
–El desafío más interesante: dónde va la parte estética, en las redes y videos, es en lo visual; porque el sonido solo pega más en la 2x4 que escucha un tachero. A gente entre los 20 y los 30, gente abierta a lo performático. Con las mismas letras de antes se puede armar algo completamente actual. Incluso desde los géneros, no es algo para que lo escuchen mujeres, hombres o trans exclusivamente... Es algo universal porque el amor es el amor, el sufrimiento es el sufrimiento, y la pasión es la pasión.
¿Qué criterio usas para elegir los tangos, porque la mayoría son misóginos y machirulos?
–Elegimos tangos del lado B. Hicimos algunos más conocidos, pero buscamos los que no son tan conocidos. “Confesión” lo dejamos de hacer. Hay una frase que dice: Porque te quise tanto / tanto que al final / para salvarte solo supe hacerme odiar; el chabón le pega a la mina. Es una pija y no daba, por eso no la grabamos. Buscamos los que son lo más abiertos posibles; como lo que me gustaría escuchar o leer a mí. Si hoy leo algo completamente heterosexual me parece un embole. Está bueno dar espacio para que no se entienda bien, que sea un poco más ambiguo; para que todo el mundo pueda sentirse parte.
¿Te escucharon tangueros de ley?
–Sí.
¿Y qué te dijeron?
–Los tangueros no me faltaron el respeto, pero sí me han gritado puto estando en el escenario, mil veces. No me importa. Si me pasó en la vida ¿por qué no me va a pasar ahí? Igual, el que me grita puto desde abajo, no me llega estando en el escenario. Hay algo medio omnipotente al estar parado ahí. Incluso le puedo contestar y el público se pone del lado tuyo... O ponés una cara y ya está, se acabó. Yo sé que termino siendo medio andrógino, canto pintado, con una pollera...
¿Y tocaste en lugares tradicionales?
–Sí, por ejemplo en Lo de Roberto, que era una especie de pulpería en Almagro, con dos guitarras. Veníamos de tocar de otro lugar, hicimos un par de temas, yo estaba todo pintado y dejé el alma ahí... No me agredieron pero al principio les llama mucho la atención. Después no te dan bola; es que no entienden mucho lo que pasa. Algunos se copan, un poco, qué se yo... No me divierte pararme y cantar nada más. Está bueno performearla. En lugares clásicos de tango nos pedían grabaciones o videos y después nos decían: no, no hay disponibilidad o algo así.
¿Hay alguna intención política con esto de cantar tangos en versión camp/queer?
–Siempre la tuve. Hay una cosa muy provocadora que la tengo en todo lo que hago. Todo lo que pueda provocar lo voy a hacer. Voy a incomodar y molestar al que tenga que incomodar. El colectivo de mujeres y el lgbttiq ha sumado inmensamente en los últimos años, y décadas, en el avance de los derechos y la libertad. Si reaccionan mal, uno se vuelve más violento en la manera de provocar.
Roto se llama tu disco...
–Me gusta la obviedad. La de la rotura del corazón, de la tristeza, el dolor, de la angustia, la pasión. No es una rotura contemplativa, interna y que vagabundea por las calles sollozando; sino que tiene la R de rabia. Hay algo de la rotura del alma que me interesa desde la escritura...
POLÍTICA & POESÍA
Campos estudió Ciencias políticas y trabajó entrevistando a políticos en un programa de televisión, en La Metro, donde las preguntas no tenían nada que ver con la carrera de estos personajes. Algunos de los que pasaron por el estudio fueron Macri, Carrió, Sabbatella, Kunkel, Larreta. La conclusión que hace, después de haberlos conocidos, es: “Son una mierda, mediocres, compradores; muy pocos son lúcidos. Terminás una entrevista y la sensación que te queda es de vacío. Son chantas...”, dice limpiándose la espuma, que el cortado le dejó en los labios, con una servilleta blanca; como si fuese un perro oscuro y rabioso.
De chico no leía poesía, pero después empezó a escribirla, casi sin darse cuenta. Más tarde hizo un taller con Arturo Carrera para trabajar sus poemas y finalmente publicó varios libros.
En el último de poemas La oscuridad se los permite (Mansalva) también se nota una rotura importante...
–Hace mucho que ando con la sensación de tener el alma rota y no me importa. En algún momento la gente logra sanarla, no yo sé si quiero; es algo que tengo que aceptar. Soy una persona que anda por la vida, un poco rota. Hago cosas que desde un lugar más entero no podría. El dolor me lleva a la comprensión de ciertas cosas, a una unión más sincera. Existe la felicidad dentro de ese dolor. Si dos piezas estuvieran enteras no encajarían. Hay algo de la rotura que hace que puedas encajar mejor con otra persona, que está igual de rota que vos.
Roto estará disponible en Spotify a partir del 11 de enero.