Puestos a jugar a las ucronías e imaginando qué tipo de comedia podría hacer hoy el dúo integrado por los fallecidos Alberto Olmedo y Jorge Porcel, obligados a adaptarse a un mundo de mujeres revolucionadas, puede pensarse que la cosa no andaría lejos de Ena- morado de mi mujer, cuarto trabajo como director de ese emblema del cine francés que es Daniel Auteuil. De más está decir que si bien esta película podría significar un progreso para los famosos capocómicos, en el caso del francés la misma no le hace ningún favor. Como un reloj descalibrado, el film no solo atrasa en el tipo de humor que elige exhibir sino en cada uno de los rubros en los que se la evalúe.
Daniel, interpretado por Auteuil, se encuentra con su amigo Patrick (Gérard Depardieu), al que no ve desde que éste se separó de su mujer, que además es la mejor amiga de la suya, Isabelle. Patrick le pide que arme una cena para presentarles a su nueva novia, Emma, una española 30 años menor. Pero Daniel teme que Isabelle se niegue a recibirlos por una cuestión de lealtad con su amiga. Es en ese momento que la película revela el recurso que la define, poniendo en escena la discusión que Daniel imagina tendrá con Isabelle cuando le sugiera invitar a la pareja. A partir de ahí Enamorado de mi mujer alternará entre la realidad y la imaginación del protagonista, que pasa de ser una nota al pie a adueñarse de a poco del relato.
El hecho de que Daniel acabe alucinando con levantarse a la noviecita de su amigo convierte a la película en una versión ramplona de Las puertitas del Señor López, gran clásico de la historieta argentina. Pero su imaginación no lo llevará nunca hacia esos universos paralelos de erotismo y liberación que eran la marca registrada del personaje de Carlos Trillo y Horacio Altuna, sino que, por el contrario, nunca logra ir más allá del ceñido corset de la fantasía unidimensional del infiel. Pero con tan poco coraje, que al imaginar su propio fracaso el personaje termina convencido de que es mejor la realidad. Conclusión a la que jamás hubiera llegado López, para quien lo real representaba una cárcel, un monstruo del que era necesario evadirse.
La película ofrece un final en el que el personaje de Auteuil, tras haber evaluado como un ajedrecista todos los finales posibles para su fantasía de infidelidad, concluye que el amor por Isabelle es más valioso que la aventura. “Mejor malo conocido…”, digamos, para resumir. La coda romántica con la pareja paseando en góndola por Venecia no permite segundas interpretaciones. Al final resulta que hasta las películas de Olmedo y Porcel eran mejores: al menos ellos elegían sus minas con total convicción y nunca por cobardía.