Si toda nota es un recorte de la realidad, un balance es una mirada aún más subjetiva y parcial. Sin embargo, se intentará en estas líneas contar algunos acontecimientos destacados en el campo de la música popular. En un año signado por una creciente crisis económica y un severo ajuste en materia de políticas culturales –un Ministerio de Cultura, por ejemplo, que bajó su rango a secretaría–, sorprende para bien la gran cantidad de discos de música popular que vieron la luz. En 2018, tal vez, hubo un equilibrio entre álbumes que salieron en formato físico –un soporte que aún se sigue eligiendo– y los que solo fueron lanzados a través de plataformas digitales. Ante la reducción de ciclos y conciertos organizados por el Estado, la autogestión –como modo de producción y lenguaje– fue el terreno que mejor cobijó las expresiones musicales y permitió la circulación de materiales diversos. La Peña de los Abrazos, en el desfinanciado ECuNHi, fue uno de esos focos de resistencia cultural.
Cuando parecía que el año se iba sin más novedades de relevancia para la música popular, el charanguista Jaime Torres falleció en la mañana del 24 de diciembre, a los 80 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio. Este 2018 que ya termina también será recordado por las partidas de dos cantores populares: el elegante Horacio Molina (a los 83 años) y Alfredo “Gordo” Abalos (80 años), un bonaerense que plantó bandera en Santiago del Estero y expandió el lenguaje de la zamba y la chacarera. Si de cantores se trata, el Festival de Cosquín rindió un homenaje a Horacio Guarany (1925-2017), que reunió a Juanjo Domínguez, Sergio Galleguillo, Bruja Salguero y Enrique Llopis, entre otros.
La vitalidad de la canción popular
En materia de producción discográfica, se dieron a conocer trabajos diversos y de una gran altura musical. Hubo dos, por caso, que pusieron el acento en el abordaje instrumental y la exploración adentro de los márgenes de la música popular: el trío Dos Más Uno –integrado por los guitarristas Marcelo y Hugo Dellamea y el percusionista Ariel Sánchez– editó Reflejos, en el que aborda obras propias y de autores como Jorge Fandermole y Chango Rodríguez; y el trío MJC publicó Frutal, con composiciones propias vestidas con piano, bandoneón y vientos. Después de nueve años sin editar material nuevo, Aca Seca Trío (Juan Quintero, Andrés Beeuwsaert y Mariano “Tiki” Cantero) publicó Trino, en el que apuntala su desprejuiciada identidad sonora. Más tradicional y “criollito” fue el trabajo que editó Quintero con Santiago Segret (voz, bombo, bandoneón) y Andrés Pilar (piano, bombo, voz): Patio, enfocado en un repertorio de los años ‘50 y ‘60.
La música andina estuvo bien representada a partir de dos discos con el eje en las nuevas composiciones: Jallalla, de la coplera y vientista Micaela Chauque; y El calladito, del compositor y charanguista jujeño Pachi Herrera, editado a fines de 2017 pero presentado este año. En tanto, el guitarrista yupanquiano José Ceña mostró un repertorio amplio y poco transitado en Preguntan de dónde soy; el cantor y compositor cordobés Juan Iñaki lanzó el luminoso y festivo Aquí y ahora; la cantora porteña Silvia Iriondo enlazó los paisajes musicales del Noroeste y el Litoral en el sosegado Tierra sin mal, y el grupo Allpa Munay recuperó en Yupanqui inédito obras desconocidas del autor nacido en Pergamino.
En Franco, su tercer disco, el acordeonista y compositor chaqueño Lucas Monzón encontró el equilibrio justo entre la tradición folklórica de su región y la vanguardia, con el que sigue expandiendo y elevando las fronteras del chamamé. Además, en el terreno de la canción folklórica hicieron aportes valiosos el dúo de la pianista Clara Presta y el contrabajista Federico Seimandi con Casa, Ensamble Chancho a Cuerda con Posdata, Clara Aita Grupo con Cuando escampe, el bandoneonista Martín Sued con Iralidad, Santiago Torricelli Ensamble con Cercanía, Leo Villagra con Vidala para las estrellas, La Cangola Trunca Grupo con Sajra, Los Arcanos del Desierto con las guarachas de Trópico del monte y Los Chaza con Perspectiva interior.
En el mundo de la canción hubo novedades en ambos lados del Río de la Plata. El influyente compositor y poeta uruguayo Fernando Cabrera lanzó 432; el cantautor montevideano Franny Glass puso la electrónica al servicio de la melodía en Desastres naturales; Daniel Drexler sintetizó todos sus yo en Uno; Pablo Riquero revalidó su faceta de compositor y cantante en Se marea, y aparecieron nuevas canciones de El Príncipe en Fuselaje púrpura (Los Años Luz), un disco a dúo con el pianista Herman Klang.
De este lado del río, Julián Oroz sorprendió con la simpleza y belleza de Ternura; Sofía Viola puso toda su versatilidad musical y poética picaresca en La huella en el cemento; María Pien versionó a sus contemporáneos/as en Afuera el sol estalla; Shaman Herrera reflejó su nueva etapa patagónica con el introspectivo El primero es el último; Florencia Ruiz volvió a experimentar en Rumiante, y debutaron con muy buenos discos Jazmín Esquivel (Púrpura) y Mariana Michi (Cayó el valiente). Otra gran sorpresa para las bateas fue el cuarto disco de los cordobeses Toch, Voy a encenderme, un viaje espiritual por la canción folklórica, el pop y el reggae.
Una modalidad que crece con el tiempo debido a la crisis del disco y el consumo de música a través de redes sociales y plataformas digitales es el formato de simples o el lanzamiento de videos. En eso anduvieron Marina Fages (“Hardcore Disnei”), Facundo Galli (“Dale” y “Rueda”), Niño Etc. (“Barcelona-Uruguay”, “Fracasar está bien”), Guauchos (“El dolor”), y los videos de Mariano Luque (“De cosecha, sangre y rebelión”) y Duratierra (“Saravá”), entre muchos otros. El proyecto audiovisual del humorista gráfico y artista todoterreno Tute, Canciones dibujadas (UN3TV/Epsa Music), es otro hallazgo de 2018.
Juntadas, visitas y conciertos
Uno de las visitas más esperadas del año fue la del trovador cubano Silvio Rodríguez –la última vez había sido en 2015–, que reunió a cien mil personas en Avellaneda (ver recuadro). A comienzos de año, Elza Soares, figura mítica de la música popular brasileña, trajo a la Usina del Arte su concierto A voz e a máquina. Y no fue la única cantora y música extranjera que brindó conciertos destacados en el país: las españolas Amparo Sánchez y Concha Buika, y la chilena Camila Moreno se presentaron en ocasiones diferentes en la Usina; la uruguaya Florencia Núñez copó el Centro Cultural Kichner con su Palabra clásica, y la chilena radicada en México Mon Laferte debutó con éxito en el Gran Rex.
En tanto, el inquieto Paulinho Moska mostró en La Trastienda su nuevo disco, Beleza y medo, el chileno Nano Stern desembarcó en La Tangente y el notable guitarrista brasileño Yamandú Costa brindó un ciclo en el Tasso. Además, el mexicano David Aguilar empezó a afianzarse en el país (tocó en Rosetti, Circe y el Xirgu), los cubanos Dúo Karma presentaron su precioso disco-libro Firmamento en Caras y Caretas, y la murga uruguaya Falta y Resto mostró en el Gran Rivadavia su nuevo espectáculo, Misa murguera, que tiene como novedad la paridad de género.
En el plano local, se destacó el concierto conjunto entre Don Olimpio y Ensamble Chancho a Cuerda en la sala Caras y Caretas 2037, Pablo Grinjot reunió a toda una generación de cancionistas en el ciclo Sesiones Eclécticas y Jorge Fandermole protagonizó un concierto conmovedor en el Gran Rivadavia. Lo mismo sucedió con el ascendente cordobés José Luis Aguirre y su recital con entradas agotadas en el Xirgu, cuyo registro sonoro se convirtió en disco, Así como es. Otro que copó la capacidad de una sala –por segunda vez en el ND/Teatro– a fuerza de canciones y autogestión fue Adrián Berra. Por primera vez en su carrera, Gustavo Santaolalla se presentó en Formosa, en el cierre del festival Mamboretá Psicofolk. El fin de fiesta de este año lo marcaron los efervescentes shows de Damas Gratis y de Kevin Johansen, ambos en el Luna Park.
Juntos es mejor. Los virtuosos guitarristas Marcelo Dellamea, Pedro Rossi y Nicolás Ibarburu confluyeron en un súper trío; Rubén Patagonia y Che Joven unieron el canto mapuche en Niceto; Horacio Banegas y Chango Spasiuk entrecruzaron sus identidades musicales diversas en el Gran Rivadavia, y Teresa Parodi y Liliana Herrero se juntaron en Esperar cantando para revisitar a Yupanqui, Zitarrosa, Viglietti y Carnota. Parodi, además, compartió el espectáculo Tu voz es mi voz junto a Víctor Heredia en el Coliseo. En tanto, Litto Nebbia, Los Nuñez y el percusionista Cacho Bernal presentaron el disco Amigos del Litoral en la Usina del Arte.
Otras juntadas que se convirtieron en discos fueron las que protagonizaron dos figuras del nuevo rock argentino, Maxi Prietto y Poli Politano, con Boleros y canciones; y el encuentro inesperado entre Gabo Ferro y Sergio Chotsourian, que dio como resultado el crudo Historias de pescadores y ladrones de la pampa argentina, a dos voces y dos guitarras.
Canciones empoderadas
El año que se va será recordado por un acontecimiento histórico en el país: el debate en el Congreso del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Un hecho que potenció el movimiento de mujeres y amplió la agenda feminista a otros terrenos, como la música. A partir de una iniciativa de la Revista MU, más de 280 artistas –Miss Bolivia, Marian Farías Gómez, Sandra Mihanovich, Andrea Alvarez, Paula Maffia y Luciana Jury, entre otras– se reunieron en abril para firmar un petitorio a favor de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Además, este año ingresó en el Congreso un proyecto de ley que propone establecer un piso del 30 por ciento de mujeres en festivales de música.
En este sentido, el tradicional Festival Guitarras del Mundo incluyó este año en su programación una mayor presencia de guitarristas mujeres. “Es una demanda y un primer ideal tener un piso en el cual las mujeres nos veamos representadas como músicas productoras de discursos. Esto sucede en un marco que excede lo musical y que tiene que ver con algo cultural y social en el que las mujeres muchas veces han sido postergadas”, le decía a este diario María Clara Millán, integrante de Espiral de Mujeres Guitarristas. En sintonía con el clima de época, el notable grupo santafesino de música popular para toda la familia, Canticuénticos, incorporó en su nuevo disco, ¿Por qué, por qué?, una canción con lenguaje inclusivo, “Juntes hay que jugar”. “Nos propusimos ayudar a deconstruír algunos estereotipos que los adultos, muchas veces sin querer, transmitimos a nuestras hijas e hijos, y también a aceptar la diversidad de género, que es otra forma de promover la inclusión”, explicó la cantante y flautista Ruth Hillar.