En noviembre se registró la octava contracción consecutiva del nivel de actividad, con una caída interanual de 1,4 por ciento. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) que elabora el Indec acumuló así un rojo de 2,5 por ciento en los primeros once meses de 2016. La merma en el consumo por la pérdida en el poder de compra de los salarios representa un factor central para explicar esa dinámica. El indicador para la actividad económica sin estacionalidad mostró en noviembre un incremento de 1,4 por ciento contra octubre que no alcanza para confirmar un cambio de tendencia como el que promocionan desde las distintas áreas económicas del Gobierno.
Aumentos de precios de menor magnitud, mejoras en las exportaciones hacia Brasil por primera vez en 36 meses, el freno en la destrucción de empleo formal, un aumento en la producción automotriz y el alza en la actividad agropecuaria son los brotes verdes que promociona el titular del Palacio de Hacienda, Nicolás Dujovne. Aislados e incipientes los indicadores ponderados no tienen un correlato en la demanda interna, la actividad industrial o la inversión, algunas variables fundamentales para sostener un cambio de tendencia.
Con estimaciones similares para la economía en noviembre, los investigadores del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala advierten que “el nivel de actividad parece haber alcanzado un piso en julio que equivale a haber vuelto a los niveles de comienzos de 2011, del que por el momento no logra despegar”. Los cuestionamientos al nuevo modelo de crecimiento exceden a las instituciones vinculadas al sindicalismo como el ITE. El FMI difundió la semana pasada una actualización de su documento sobre las perspectivas de la economía mundial para 2017 donde ubicó a la Argentina entre los países de la región que “defraudaron” con la tasa de crecimiento en el segundo semestre del año pasado.
El organismo multilateral bajó hasta 1,2 por ciento sus proyecciones de crecimiento para América latina en 2017, cuando el informe anterior había estimado un 1,6 por ciento. “La revisión a la baja refleja en gran medida una menor expectativa de recuperación a corto plazo en Argentina y Brasil, tras cifras de crecimiento que defraudaron las expectativas en torno al segundo semestre de 2016, condiciones financieras más restrictivas y vientos en contra más fuertes para México debido a la incertidumbre relacionada con Estados Unidos, así como el deterioro ininterrumpido de la situación en Venezuela”, sostiene el Fondo. Las proyecciones para Argentina en 2016 comenzaron con una caída de 1,0 por ciento. En la revisión de septiembre el Fondo amplificó la contracción esperada del PIB un 80 por ciento: una merma de 1,8 por ciento en el año. El cambio respondió a que “el impacto adverso de la transición económica fue mayor de lo previsto”. Los factores centrales del organismo para explicar ese desempeño fueron la “sorpresiva” falta de respuesta de la inversión y la baja en el consumo privado. Esta semana, el FMI volvió a depreciar su estimación para 2016, calculando una caida del PIB de 2,4 por ciento, mientras que la recuperación en 2017 llegaría solo a 2,2 por ciento.
El consumo privado es el principal componente del PIB, supera las tres cuartas partes del Producto, mientras que la porción restante se divide entre los otros elementos de la demanda agregada: el gasto público, la inversión y las exportaciones netas. El Indicador Mensual de Consumo (IMC) elaborado por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala registró en noviembre una contracción de 5,5 por ciento frente al mismo período del año anterior. En los primeros once meses del año el rojo en el IMC llegó a 3,3 por ciento. La serie sin estacionalidad del indicador mostró también una caída (0,1 por ciento mensual) que ubicó al consumo en niveles similares a los registrados durante 2010. El dinamismo del consumo representa una variable económica central en un año electoral como 2017. Más allá de las iniciativas oficiales para “volver al mundo” (exportaciones) y “seducir al capital” (inversiones/endeudamiento), una dinámica de crecimiento sustentable dependerá de una expansión del mercado interno liderada por la mejora en los salarios y los niveles de empleo. En las distintas áreas del Gobierno aseguran que las mejoras serán sostenidas por los menores niveles de inflación, la creación de empleo y la reactivación de la obra pública. Durante los primeros meses del año entran en vigencia incrementos en combustibles y prepagas, entre otros aumentos de bienes y servicios dispuestos por las diferentes dependencias estatales, que podrían quitar fuerza a esa variable fundamental para reactivar la economía.