I.

Si sólo existiese un acaso como brillo inestable, aquí, objeto mágico, entre los pinos y la última hoja del calendario.

Si sólo pudiésemos espumas nerviosas como brasas encendidas, confundiéndose en un frenesí de instantes.

Si pudiéramos iniciar un nuevo año, robusto, enajenado, como un titán que ha reparado el postigo de la ventana que da al poniente.

Si todo un cielo, o una señal, o un susto alegre cayera sobre la mesa navideña en aproximaciones altísimas, abundantes.

Si trillones de luciérnagas diminutas fueran simplemente esmeraldas con alas.

Entonces, sí.

 

II.

Así, unidos todos, en la mitad misma del para siempre, al lado de una copa de vino a punto de vibrar, cada uno con su recorrido, sabiendo que aquello que sucede a lo lejos nos sacude el alma; que el fósforo raspado da impulso a los caballos alados de viejos cosmonautas. Unidos todos por la romanza de los sueños y yo fotografiando cada partícula de este universo magnífico, ya sin probabilidad de componer otra cosa que no sea un flechazo de corazón a corazón.

 

III.

El silencio es de oro. Siguiendo con la mano, invento el quesí-quenó en el sentido talismánico del término. El mundo se está moviendo. El tiempo suma un año a su propia eternidad. Uno de los conductos del silencio sirve de mecanismo mnemotécnico, como un señalador tricornio, metafísico, que puede girar y recordar al lector todos sus sueños, en voz muy baja.

 

IV.

Nunca he sabido en qué consiste lo verosímil. Platón y Aristóteles continúan hablando de lo mismo en el bar. A Aristóteles le sigue dando desconfianza y desdén la poesía. Platón ahora se llama a silencio. Atardecer. El bar no tiene mucho que ver con los rasgos y las proporciones y sin embargo siguen creyéndose realistas. Siguen pensando en nosotros. Desconocen muchas facetas que se tocan con la yema de los dedos. Usan la verosimilitud como coordinadora de un taller literario. Sabiendo apenas en qué se basa la esencia del lenguaje, la mesera, que me ve en medio de los dos, trae la cuenta y nos agradece a todes.

 

V.

A esta altura de la vida y del mundo, creo que ya no hay distancia entre el pensamiento y la mano. Valiéndome de medios sutiles y sencillos, ratifico mi naturaleza ligeramente humana y me prodigo un instante mío, con mi propia escritura, como quien no quiere la cosa, con la misma naturalidad con la que otros respiran, odian o mueren.

 

VI.

¿Adónde la verdad? ¿Es en toda su longitud, en todo su contorno? Parece totalmente blanca. Podría decirse que nada en esta vida podría ser tan pobre. A un lado de la verdad hay un pozo y un peldaño. Lo de siempre. He querido trazar entre ellos hermosas avenidas, o de repente obstruyo el acceso con aire seco y calor. Debería llover, digo, y delineo un jardín con senderos intrincados. Con los picos de las flores tallo, con el tallo pico, con los picos flores.

 

VII.

Entre un año y otro se produce en mí otra manera de suspiro o de realidad. Puedo actuar de cocinera otra vez, ladrar como un perro de la calle. Es preciso forma y clamor. Soy esto. Dios me libre de no ser esto. Corto cebolla y no lloro. Es el amanecer de la noche, el amanecer de la tarde, el amanecer del mediodía. Tanto y tan bien, que poco a poco logro hacer lo que antes me parecía imposible. Corto cebolla y lloro, miro alrededor y no lloro. El sueño no se marcha aunque el año se esté yendo.

 

VIII.

Durante mucho tiempo pude ser igual a mi ausencia. Una vez, abrí la garganta y me convertí en las voces que decían aquellas palabras. Recogía las voces anteriores que empezaban con las mismas letras y se volvían luego como un cántaro hacia éstas que se duplican y forjan una nueva raza verbal, imprevisible, bajo alguna ley secreta de sentidos y de asombros.

 

IX.

¿Creerás en el placer de llenar mi lado oscuro y hermoso con peces que caminan en dos patas y beben licor de flores extraterrenas? ¿Pensarás tus pensamientos para alumbrar el camino del deseo y de volver a desear? Tengo que hablar con vos de todo lo que toco con los ojos, de todo lo que bebo con el silencio, de todo lo aquieto con las tormentas, porque estoy a punto de descubrir eso que busco, sea lo que sea.

 

X.

Pongan atención. Entre las góndolas del supermercado un desasosiego transmuta en misión. El hombre entero es entero bajo las estrellas. Pongan atención. Aquello que no se quiere decir en materia de poesía es que la poesía no agarra palabras. Que claramente cada palabra es como una vela moviéndose a través de la mente. Escucho esa vela, la atrapo por la cola, la desprendo de su carcasa y la coloco a mi lado porque necesito sentirla viva para escribir.

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