Escenas de un matrimonio fue publicado por primera vez en La vida escrita (Seix Barral, 2014), aunque no en su totalidad. La versión que hoy se edita, en cambio, es completa y responde casi textualmente al esquema narrativo que consigna el episodio en una de mis libretas de los años 70. Añado que este relato se origina en algunos hechos o sucesos de los que yo mismo fui testigo, de modo que tanto el “escenario” como los personajes y, desde luego las situaciones  son reales, en el sentido vulgar y corriente del término.

Sin embargo, me parece que nunca los registros de la realidad, aun los más toscos, los más brutales o los más detallados, desplazan el reino de la ficción que les da forma, primero porque el lenguaje –cuya raíz Borges solía situar en lo irracional y lo mágico– se encarga de imponer una construcción que antes no existía, y en segundo término porque esa construcción le confiere un sentido –o un sinsentido– a aquel recuerdo que se eligió narrar. Por lo tanto el resultado, que depende tanto de la memoria –o del olvido, poco importa– como del artificio escritural, será siempre, invariablemente, un “fantasma” de la realidad evocada.