El dinero es una institución que representa el poder social de compra. Un poder nada desdeñable, especialmente en las economías capitalistas contemporáneas donde el mercado ha adquirido una dimensión que casi todo se puede comprar en él. Siendo así, el poder del dinero (y de quienes lo poseen) sólo está limitado por la cantidad de dinero que se tenga, hecho que explica que el poder económico de algunos individuos y corporaciones sea casi ilimitado.

La forma particular en que se representa el poder social de compra ha variado a lo largo de la historia. En tiempos donde el poder estatal era limitado, especialmente fuera de su espacio territorial específico, los metales fueron la forma material que representaba el dinero. Su capacidad de conservarse en el tiempo y de fraccionarse parecen haber sido las cualidades que le dieron naturalmente ese lugar. La ley de la balanza que siempre se equivoca a favor del almacenero parece haber derivado en la intervención del poder político, acuñando monedas donde el poder del rey certificaba su peso específico. El peso, la libra y otras monedas deben su denominación a dicho origen.

Esos mismos reyes empezaron a mentir en las monedas, acuñándolas con denominaciones por encima del peso real que contenían. Como las monedas truchas circulaban con el mismo poder de compra que las demás, los reyes fueron descubriendo que el valor del dinero no está en su representación material (la cantidad de metal que contiene la moneda), sino en el poder de compra que le asignaban quienes la utilizaban (la cantidad de metal ficticia que decían contener las monedas acuñadas). Ese fue el origen del papel moneda y luego del electrónico, símbolos del valor, cuyo poder de compra se encuentra totalmente disociado del valor específico de su expresión material (un papel o una cifra en una cuenta bancaria).

En la última década, las criptomonedas surgen como una nueva expresión material del poder social de compra. Esas monedas son un medio digital de intercambio que utiliza criptografía (sistemas de códigos) para crear las monedas y asegurar y verificar las transacciones. La nueva tecnología promete resolver problemas históricos de seguridad y de control de desvíos de partidas respecto a destinos específicos. 

En algunos casos, el elevado costo energético de producción de criptomonedas ha llevado a denominarlas como materias primas sintéticas. Algunos economistas ortodoxos, que todavía desconfiaban del papel moneda y querían volver al dinero metálico, ven en esas “materias primas sintéticas” una fuente segura de ahorro, ya que su valor estaría respaldado por su elevado costo de producción. En el caso del bitcoin, esa fantasía es llevada al extremo, ya que su configuración asegura que su producción sería cada vez menor y más costosa, por lo que la moneda tendría asegurado un valor cada vez mayor. Sobre esa hipótesis monetaria ortodoxa se montó una burbuja especulativa. No haber aprendido que el valor del dinero es independiente del costo de producir la materia que lo expresa, le costará caro a más de un especulador.

@AndresAsiain