“Un hito en la carrera”, “una bisagra”, y también un punto de llegada deseado. Así define Coti Sorokin al teatro Colón, donde finalmente logró tocar junto a su banda Los Brillantes  y la orquesta de cuerdas Ensamble Sur Del Sur. Y con invitados como David Lebon, Abel Pintos, Rolo Sartorio de La Beriso y Facundo Soto de Guasones, entre otros. De aquel concierto que tuvo lugar el año pasado, quedó un registro de gran calidad, audiovisual y visual. Y así el cantautor hizo Coti Sorokin y Los Brillantes en el teatro Colón, un CD y DVD que es uno de los pocos que tiene el sello del mayor Coliseo del país en   su título de tapa.  

  Una madre pianista, Mercedes –que “siempre tocó música clásica y sigue tocando, con ochenta años”–, un padre médico pediatra pero también melómano –“y gran comprador de discos”–, el piano que había en su casa, sus primeros estudios de guitarra en Concordia y luego de música en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad de Rosario. Toda esa historia de vida, cuenta el creador de hits como “Antes que ver el sol”, “Nada fue un error” y “Otra vez”, fue prefigurando la llegada al Colón como un lugar deseado. 

–¿Que significó haber tocado en el Colón?

–Para cualquier músico es algo único, es un hito en la carrera, es una bisagra, un lugar que uno siente siempre como ideal, como un objetivo a llegar. No me gustan las comparaciones futboleras, pero no puedo evitar pensar que es como para un futbolista jugar la final del Mundial. Estamos hablando de uno de los cinco teatros más importantes del mundo. Poder llevar a tu público allí y hacer un concierto con tus canciones, tus músicos, pensando arreglos únicos… La verdad, si tengo que elegir cinco cosas que me pasaron en la vida, una de ellas fue haber tocado en el Colón.

–¿Aun viniendo del rock y el pop?

–Justamente por eso lo veía muy lejano. Se hicieron muy pocos conciertos de rock en el Colón, y fueron de grandes referentes del rock nacional. De todas maneras yo tengo una formación de música clásica, mi madre es pianista de música clásica… El horizonte del Colón siempre estuvo en mí, quizás desde mucho antes de que pueden haber estado otros hitos como el Gran Rex u otros sitios míticos de la Argentina, por esa tradición y formación clásica que me viene de familia. Pero bueno, siempre tuve claro que en el mundo de la canción no es habitual, y que tienen que ocurrir demasiadas cosas y alinearse demasiados planetas para que algo así suceda. Y sucedió. 

–¿Cómo se dio esa posibilidad? 

–Empecé a buscarla e insistir mucho, y donde se abrió una pequeñísima posibilidad, me metí de lleno. Fue un sueño cumplido, trabajamos muchísimo para este concierto. Empezamos con la idea de hacer arreglos de orquesta para cuatro o cinco canciones, y terminamos haciéndolos para todo el concierto. Así hicimos 24 canciones, un trabajo que nos tomamos con mucha dedicación y cariño, y que nos llevó un año y medio. Se han hecho muy pocos conciertos en el Colón de artistas populares, y sin que pierda su esencia de templo de la música clásica, la ópera, la lírica, la sinfónica, está bueno que otros artistas puedan llevar su público allí. No como un concierto más, con cierta particularidad que le da, justamente, ese lugar. Mucha gente me dijo: “gracias a que fui a ese concierto, conocí el Colón, nunca había estado ahí”. Eso está buenísimo.  

–En esa apertura del Colón, se han criticado participaciones como las de Lucía Galán, Tini Stoessel o Karina la Princesita en el Festival Unicos en el Colón. ¿Qué opina al respecto?

–En el Carnegie Hall, o en cualquier sitio importante del mundo, se han hecho miles de conciertos de diferentes estéticas. A mí me parece que está bueno sumar diferentes expresiones, la gente tiene la posibilidad de elegir si va o no. Mientras esté cuidado, se haga bien, se tomen las medidas para conservar y respetar el sitio; mientras el trabajo y el cuidado artístico esté a la altura, ¿quién puede decir lo que está bien y lo que está mal? Hay que tener cierta apertura real, no una falsa apertura en base a lo que a cada uno le gusta o le deja de gustar. Ese no puede ser el parámetro.  

–¿Cómo trabajaron los arreglos para orquesta?

–Al principio íbamos a sumar la orquesta solamente en las canciones que ya tenían esa predisposición orquestal, pero luego fui sumando y decidiendo que todo el repertorio y el concierto fuera conceptual. Fue apareciendo una estética, por eso todos los temas suenan a Coti en el Colón, suenan nuevos. Tienen sus arreglos, su sonido especial de cuerdas, su color dado por la orquesta… Nos fuimos metiendo con mi banda, con Luna Sujatovich, que es parte de Los Brillantes (encargada de los arreglos del ensamble de cuerdas). Y así terminamos haciendo arreglos para todas las canciones, y sumando a la orquesta, el Ensamble Sur del Sur, como parte absoluta del concierto. Es un seleccionado de cuerdas maravilloso, formado por solistas de la orquesta del Colón y de la Filarmónica de Buenos Aires. Vinieron a ensayar a mi estudio, hubo mucho trabajo previo. Claro que la idea era que todo ese trabajo no se notara, que sonase fluido, natural. Y creo que lo logramos, no hay nada forzado. 

–¿Y el registro fílmico?

–Es el primer registro que hay en el Colón en 4K, un protocolo audiovisual de última generación, que tiene ciertas particularidades. El teatro tiene un sistema de filmación, que usamos, pero además decidimos llevar ocho cámaras más, y también nuestro sistema de grabación. También todo el trabajo posterior, de montaje de imágenes, así como la posproducción, el trabajo de mezcla de audio, quise que fuera en la mejor calidad disponible. No solo usamos la última tecnología, también convocamos a la gente más talentosa que hay en este país para filmar. El trabajo de fotografía también es increíble, un reportaje fotográfico que hizo Guido Adler ese día en el Colón. Estuvo todo el día, desde la mañana, sacando fotos, y es increíble cómo se ve el teatro. En la mezcla de audios, el trabajo se completó en Madrid, con el ingeniero de sonido Max Miglin, que además de ser el mejor le puso un montón de cariño, tiempo y dedicación a este trabajo. Todo eso lo reconoció la gente del Colón, dejándome usar el nombre del teatro colon en la tapa del disco, cosa que es inédita. Porque las grabaciones en ese sitio generalmente tienen el nombre del Colón en los créditos, pero no en la tapa del disco. 

–¿Y por qué aquí sí pudieron usar el nombre?

–Cuando empezamos a mostrar todo el trabajo previo, y luego todo lo posterior, de la grabación y la filmación, la gente del teatro se entusiasmó mucho con lo que estábamos haciendo. Fue ahí que nos permitieron usar el nombre del Teatro Colón en la tapa del disco. No lo esperábamos. Y lo agradezco porque tiene que ver con un reconocimiento al trabajo que hicimos con toda mi gente, además de hablar de una apertura del lugar. Hoy veo el trabajo terminado y revivo lo emocionante del momento. Si bien estaba toda la presión, y mucha, yo sabía que tenía que subir al escenario para disfrutar, emocionarme, emocionar y transmitir eso. Sin pensar en la grabación, la filmación… lo importante era ese momento que estaba ocurriendo.

–¿Cómo está afectando este presente de crisis a los espectáculos en vivo?

–Mucho. Todo está muy complicado, la gente no tiene un mango y lógicamente es lo primero que se resiente. Además el rubro concierto en vivo es lo que hoy hace subsistir a los músicos, porque la venta de discos ya no es un ingreso con el que contemos. Yo tengo la suerte de tocar mucho, y además giro en el exterior, pero reconozco que bajó muchísimo la venta de tickets, un tema que siempre aparece cuando hablamos con colegas. Giro mucho por las provincias, y voy a todos lados: fiestas populares, teatros, con entrada paga o gratuita, algo que agradezco porque me permite llegar a todos los públicos. Hago un promedio de sesenta conciertos al año, y lo disfruto. Siento que tengo energía, y que me da energía, lo tengo trabajado. Es uno de mis lados fuertes.