Semanas atrás estuvo en la picota por (mala) conducta reincidente y fue duramente criticado por su falta de profesionalismo hasta por sus propios compañeros del Barcelona, a excepción de Lionel Messi, el capitán que, siempre que puede, opta por el silencio. Pero Ousmane Dembélé, el joven y díscolo futbolista francés con propensión al derrape y varias llegadas tarde a las prácticas, pareció recapacitar y empezó a devolver con goles decisivos la suntuaria inversión de 105 millones de euros, a los que se deben sumar otros 40 millones por objetivos, que realizó el club catalán al Borussia Dortmund para contar con sus servicios. Es que la salida en el mercado de invierno del talentoso jugador de 21 años hubiera significado una pérdida económica de enorme relevancia para la dirigencia culé, que se muestra algo más tranquila tras semejante desembolso. Por ahora.

Nacido en 1997 en Vernon (de familia con orígenes en Mali y Senegal) y formado en las categorías inferiores del Stade Rennais Football Club, Dembélé firmó en 2014 su primer contrato profesional. Su posición principal es la de extremo derecho, aunque también puede ir por izquierda o ser volante ofensivo. En mayo de 2016 fichó para el Dortmund alemán por cinco años, desde 2016 es internacional absoluto en el seleccionado galo y en agosto de 2017 fue noticia tras haber sido comprado por el Barcelona en la friolera suma de 145 millones de euros.  

Una temporada después, el afrofrancés no parecía responder a las expectativas. Es más: durante la última fecha FIFA, su nombre fue el más repetido en la prensa catalana. Y no para bien precisamente. Su técnico, Ernesto Valverde, lo sacó de la convocatoria del partido ante el Betis por llegar tarde a un entrenamiento de la semana. Y ése fue el punto de partida hacia el abismo.

Según el diario Bild, el casero de Dembélé de sus tiempos en Dortmund lo denunció por un valor 20.725,76 euros por presuntos destrozos de su casa en Alemania. Y a partir de entonces se desató un reguero de rumores sobre eventuales desórdenes en la vida privada del talentoso jugador.

De hecho, ya afincado en Barcelona, el diario Sport contó una historia por demás llamativa: un médico fue a constatar la presunta gastroenteritis que impidió a Dembélé entrenarse. Y cuando llamó a la puerta, se la abrió un muchacho somnoliento, mientras otros permanecían tirados por el living. Al parecer, el extremo francés y sus amigos habían tenido una maratónica sesión de videojuegos y lucían como zombies.

El suceso desató reproches en algunos pesos pesado que componen el plantel blaugrana y hasta de ilustres retirados como Carlés Puyol. “Tenemos que ayudar a Dembélé a ver que el fútbol son 24 horas. Hay que vivirlo desde el primer minuto hasta el último”, señaló al respecto Gerard Piqué. “Hay que enfocarse un poco más y ser más responsable en algunos aspectos”, disparó por entonces el uruguayo Luis Suárez.

Sport también mencionó una suerte de “ultimátum” por parte de la dirigencia y hasta una hipotética venta si no mejoraba actitud y juego. Pero la cruda realidad indicaba que un traspaso a esta altura significaría una operación ruinosa por un jugador, en uno de los fichajes más caros de la historia del Barça. Entonces Dembélé, en apariencia un chico con inclinación a la haraganería, pareció acusar recibo de la lluvia de críticas. Y se puso las pilas. 

La remontada del impredecible moreno comenzó el 24 de noviembre pasado, cuando el Atlético Madrid del Cholo Simeone se encaminaba a una victoria que a su vez le arrebataba al Barcelona la punta de la Liga española. Valverde decidió quemar las naves y lo mandó al campo de juego a falta de diez minutos. Y tras un pase genial de Messi, Dembélé pagó con creces la confianza que le brindó su técnico con un gol en el último suspiro, que le valió a su equipo un empate en el dificilísimo Wanda Metropolitano. 

Dos fechas más tarde, el 8 de diciembre, volvió a aportar un tanto en la goleada 4-0 frente al Espanyol en el derbi catalán, que se completó con un tanto del uruguayo Suárez y un doblete de la Pulga. También cantó presente en la red en el Camp Nou al cierre de la primera fase de la Champions League, al entregarle la victoria parcial a su equipo –ya clasificado con antelación a la próxima fase– frente al Tottenham de Mauricio Pochettino, que pudo empatar en la agonía con un gol del brasileño Lucas Moura y que significó también el boleto a octavos del equipo inglés. Y hace diez días, en la clausura de invierno de la Liga española, la promesa francesa abrió la cuenta de Barcelona ante el Celta (2-0), que cerraría, cuándo no, el implacable Messi.

Lo cierto fue que Dembélé acababa de cumplir 20 abriles cuando llegó a la Ciudad Condal tras una millonaria inversión. Y era una promesa por descubrir. Pero llegó a faltar a un entrenamiento sin avisar y no atendió las llamadas del club hasta una hora y media después, llevaba una vida más bien errática y se empecinaba con batir records mundiales de impuntualidad en las prácticas. No obstante, en la actualidad parece estar camino a corregir su indisciplina. “Ousmane tiene unas condiciones brutales. Si ha cometido un error, el club deseará que se solucione por todo lo que ha apostado por él. No debe haber dudas en este sentido”, dijo al respecto Andrés Iniesta, ex capitán del Barcelona, actualmente en el Vissel Kobe de Japón. Pavada de banca tenés, Ousmane.