El gobierno que preside Mauricio Macri comienza a transitar su cuarto año de gestión en un contexto complejo, con la economía al rojo vivo y una opinión pública que vive un clima de época que remata de manera inexorable en el mal humor social.

Lejos quedaron los tiempos de festejos. Hoy son tiempos de crisis económica, de temor a la inflación, de tarifas impagables, con importantes dificultades para llegar a fin de mes y en los albores del fenómeno del cacerolazo instalado como mecanismo de protesta.

Ya no se puede culpar a la pesada herencia recibida: son tres años de gestión, y por lo visto en esta última encuesta, el oficialismo debe enfrentar las consecuencias de sus propias decisiones económicas. 

El próximo año es fundamental para las aspiraciones de reelección de esta gestión. Llegan a este 2019 enfrentando una dicotomía de hierro: reelección o fracaso del proyecto.

Frente a una situación tan crítica y una opinión pública insatisfecha, Cambiemos sigue manteniendo su idea de ganar nuevamente las elecciones presidenciales. ¿Cómo lograrlo en el contexto existente? Ocurre que en ciencias políticas y sociales no existe el principio de causa única. Y esto hace más complejo el panorama.

La división que hasta el momento existe en seno del peronismo es una de las causas que le brindan un resquicio concreto, incluso a pesar de la economía.

El segmento de los oficialistas es cada día más pequeño y permanecen concentrados en su núcleo duro. Los opositores continúan en crecimiento y redondean a la mitad del electorado y los independientes en la actualidad representan a un tercio de los argentinos. Segunda causa que puede llegar a influir: tanto en 2015 como en 2017 favorecieron las aspiraciones de Cambiemos.

Lograr la unidad, para el peronismo, es una oportunidad que se les presenta como un factor sustancial con capacidad de neutralizar las causales a favor del oficialismo. Tal unidad debe ser construida a partir de un proyecto de país diferente, demostrando que hay otro modelo económico alternativo y que el porvenir de la esperanza es posible.

Un dato que arroja esta encuesta posee tal contundencia que vale más que cien palabras: hoy, quieren la unidad el 42.6 por ciento, incluyendo tanto a opositores como independientes. En este caso, la perspectiva opositora de ganar en primera vuelta es una hipótesis factible.

Si esta unidad no se produce, todo indica que la Argentina deberá elegir a su próximo presidente en una segunda vuelta. Y allí queda en evidencia que las cosas no son tan sencillas para nadie.

Frente a cuatro escenarios medidos prevalece la paridad entre Macri y cualquier representante del peronismo. CFK y Massa se ubican en zona de empate técnico y Solá y Lavagna están algo por debajo del actual presidente, pero las diferencias son poco contundentes y por el alto valor de indecisos, el resultado está aún abierto.

En un escenario que aún se presenta complejo e inestable es poco científico proyectar o modelizar a estos indecisos. Para hacerlo, es necesario que exista una estructura contextual más firme, que permita aislar sin tanto riesgo la estimación y las predicciones, sin el riesgo de caer en operaciones.

Obviamente hay pistas, se pueden trazar hipótesis y hasta trabajar en potenciales posicionamientos. Solo eso. Queda un largo camino. Con las cosas como están nadie tiene el cielo asegurado.