La secretaria de Finanzas informó ayer que en el tercer trimestre de este año la deuda pública se disparó al 95,4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Hay que retrotraerse a los años posteriores a la devaluación de enero de 2002 para encontrar porcentajes de deuda superiores respecto del producto. En aquel entonces la devaluación vino de la mano de un default y ahora las posibilidades de desembocar en un escenario similar se acrecientan, situación que se refleja en los niveles de riesgo país.
Entre 1994 y 2000 la deuda pública se mantuvo por debajo del 45 por ciento del PIB. En 2001 escaló a 144.452 millones de dólares, equivalente al 53,7 por ciento del producto, y luego de la devaluación de 2002 se disparó al 147,7 por ciento del PIB. En 2003 bajó al 139,5 por ciento, en 2004 al 118,1 y recién a partir de 2005, reestructuración mediante, cayó a 80,5 por ciento. Desde entonces, la deuda siguió bajando hasta tocar un piso equivalente al 38,9 por ciento del PIB en 2011. Los años siguientes permaneció relativamente estable con un pico de 52,6 por ciento en 2015. Con la llegada del macrismo, en 2016 trepó a 53,3 por ciento, en 2017 se fue a 57,1 y este año la situación de la deuda se desmadró de la mano de la devaluación llegando a representar el 95,4 por ciento del PIB. En términos absolutos suma 307.656 millones de dólares.
En la actualidad no solo hay preocupación entre analistas e inversores por lo que representa la deuda pública con relación al producto sino también por su composición. En 2015 la deuda en dólares equivalía al 36,3 por ciento del PIB y en el tercer trimestre de este año se porcentaje se elevó hasta el 75,4 por ciento. Además, con respecto al 31 de diciembre de 2017 la deuda intrasector público se redujo de 155.822 a 120.705 millones de dólares achicando su participación en el endeudamiento total del 48,6 al 39,2 por ciento, mientras que la deuda con el sector privado y con organismos multilaterales creció. La del sector privado pasó de 135.501 a 143.733 millones, ampliando su participación del 42,2 al 46,7 por ciento del total, mientras que el rojo con los multilaterales se disparó de 29.611 a 43.219 millones de dólares, elevando su proporción del 9,2 al 14 por ciento. También preocupa que el perfil de vencimientos, tanto de capital como de intereses, este concentrado en los próximos dos años.
Este combo de factores, sumado a la incertidumbre generada por la elección presidencial de 2019, ha llevado a los inversores a tomar distancia de la deuda argentina, lo que puso al riesgo país por encima de los 800 puntos básicos, pese al fuerte respaldo que recibió el gobierno de Mauricio Macri por parte del Tesoro de los Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional.
“Si se genera un programa de crecimiento que aumente la sustentabilidad de la deuda mejorando la relación deuda-PBI y deuda-exportaciones y que baje el riesgo país, será posible un canje voluntario que extienda plazos sin un default, pero si se profundiza el ajuste, se deteriora la recaudación y el PBI sigue cayendo será difícil esquivar una reestructuración desordenada en 2020, dados los abultados vencimientos que se incrementarán por la deuda de corto plazo que tomará el Gobierno en 2019”, advirtió a PáginaI12 el ex presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli. En el contexto actual de fuertes recortes en el gasto público, el segundo escenario que plantea Vanoli pareciera ser el más factible. Por eso los inversores comienzan a ponerse a resguardo a la espera de un desenlace que muchos creen inevitable. El fantasma del default ha vuelto a resurgir con fuerza de la mano de Cambiemos.