Desde Neuquén

Muchas son las lecturas que se siguen realizando intentando explicar el triunfo electoral de la extrema derecha en Brasil. Explicaciones más políticas, sociológicas, históricas, semióticas, y hasta psicológicas, intentan aproximarse a lo sucedido en Brasil. Sin desdeñar ninguna de esas aristas explicativas, nos parece que está faltando una dimensión que bien pudiera estar a la base de todas ellas: la antropológica. Y más concretamente, la “mutación antropológica” de la que estamos siendo parte y de la que hace años nos viene hablando Franco Berardi: “Cuando a lo secuencial le sigue lo simultáneo, las capacidades de elaboración crítica son reemplazadas por capacidades de elaboración mitológica. La facultad crítica presupone una estructuración particular del mensaje: la secuencialidad de la escritura, la posibilidad de juzgar en secuencias el carácter de verdad y falsedad de los enunciados. En esas condiciones era posible la discriminación crítica que caracterizó las formas culturales de la modernidad. Pero en la esfera de la comunicación video electrónica la crítica ha sido sustituida por una forma de pensamiento mitológico, y la capacidad de discriminar entre la verdad y la falsedad de los enunciados se vuelve irrelevante”**. Fueron esas capacidades de elaboración crítica las que hicieron posible aquellas prácticas políticas que supimos conocer y ejercer en la modernidad capitalista. Ello era posible toda vez que la secuencialidad de la escritura y la prensa permitían la re-lectura, un mayor desarrollo de la capacidad de abstracción y de reversibilidad y un tiempo para la discriminación crítica. Crítica que, en tanto verbo, antes de significar “juzgar” quiere decir “separar”, “distinguir”, es decir, la capacidad de discriminación en un enunciado, ante un acontecimiento, frente a una información. 

Sin que ese escenario haya desaparecido, la posmodernidad capitalista ofrece prácticas políticas permeadas por la esfera de la comunicación video electrónica y, con ello, se esfuma un atributo fundante del pensamiento crítico: el tiempo. El tiempo entendido como un modo de lo sensible, una duración de la conciencia, un tiempo relativamente homogéneo que permitía inscribir la experiencia social en las tramas históricas. Ese tiempo fue el que permitió construir, desarrollar y traspasar a las nuevas generaciones los legados históricos y las herencias simbólicas que presidían las luchas populares. 

Ahora, en la esfera de la comunicación video electrónica que acompaña al capitalismo tardío, el pensamiento crítico es sustituido por una sobresaturación de información con un volumen y velocidad de la misma difícil de asimilar y, menos aún, de procesar cognitivamente; acompañado ello por un lenguaje que, vulgarizado mediáticamente, desplaza el lenguaje conceptual (abstracto) por el lenguaje perceptivo (concreto). En la medida que esto tiene lugar, la memoria social e individual se torna más frágil ya que las subjetividades se desarrollan sobre una temporalidad líquida que es “un estar” en el consumo de objetos, de imágenes, de información. Producción de sujetos atravesados por una “inconsistencia de la memoria” (ver Jaime Fernández Miranda en PáginaI12 del 11/02/16) cuyas prácticas políticas no escapan a la manufacturación de subjetividades sociales caracterizadas por la evanescencia y fugacidad propias de la mercancía. Sobre ese sustrato cultural, las prácticas políticas se convierten en unas prácticas de consumo más. La experiencia –que siempre implica la relación con un otro– se convierte en vivencia interior permeada por tecnologías de la comunicación que insertan respuestas automatizadas en nuestra percepción, en nuestra imaginación y en nuestros deseos. 

Asentadas en esas características, las nuevas técnicas de propaganda política proceden a desarticular los discursos y programas políticos para reemplazarlos por eslóganes, consignas y memes, sin importar la fuerza argumental que pudiera estar en juego. Es esta “mutación antropológica” la que, entendemos, debe servir como telón de fondo donde inscribir los análisis referidos a lo sucedido en Brasil, en particular, y a los desafíos que enfrentan los movimientos populares, en general. Ese telón de fondo, quizás sea la oportunidad para los sectores populares de dejar atrás sempiternas disputas faccionales y observar, desde el campo de las políticas emancipatorias, que las batallas culturales resultan tan decisivas como las políticas, a las que constituyen y trascienden.   

Marcelo Lafón. Profesor en Historia. 

Franco Berardi. Generación post-alfa: Patalogías e imaginarios en el semiocapitalismo. Tinta Limón.