La Ciudad de los Niños. Así se conocía a Miramar que, para competir con Mar del Plata por la ocupación de la capacidad hotelera, había ideado en la década del ‘50 la etiqueta con la que apuntaba al turismo familiar, con la suficiente estructura como para que niñas y niños corretearan por la arena sin que madres y padres se preocuparan por su suerte.
En febrero de 2001, la desaparición de Natalia Melmann echó abajo la etiqueta. Días después, el hallazgo de su cuerpo, arrojado al Vivero municipal para ocultar la violación múltiple y las torturas antes de que la asesinaran, cuando el femicidio aún no era ley pero era una práctica constante, terminó por desmoronar toda pretensión de protección de la niñez. Natalia tenía 15 cuando fue secuestrada, violada, torturada y asesinada por policías de la comisaría de Miramar.
En mayo de 2013, Laura Iglesias, trabajadora social en el Patronato de Liberados, fue violada y asesinada en Miramar. En el juicio, toda la carga recayó sobre un detenido, pero la familia sostuvo permanentemente que hubo vinculaciones de la Bonaerense con el femicidio.
En marzo de 2016, policías de Miramar secuestraron a Lautaro Blengio, estudiante secundario, presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela Media 1 Rodolfo Walsh y militante Lgbtiq. Lo llevaron al vivero, al mismo donde habían arrojado el cuerpo violado de Natalia, hicieron un simulacro de fusilamiento, lo golpearon, le tajearon el abdomen, lo quemaron con cigarrillos y lo amenazaron recordándole que allí había sido arrojada Natalia.
En la noche del fin de año y comienzos de 2019, cinco jóvenes fueron sorprendidos mientras violaban a una adolescente de 14 en una carpa de un camping de Miramar. El comisario Andrés Caballero fue desplazado de su cargo: lo acusan de haber vulnerado pruebas, contaminado el escenario de los hechos, y protegido a los involucrados.
La intervención de la Bonaerense, como tal, como Policía Comunal, o Policía Local, sigue siendo el sustento de futuros casos. La impunidad, la ausencia de límites, la decisión política de mirar hacia otro lado dejan en manos de los zorros el cuidado del gallinero.