“Por fin tenemos evidencia vital, data que respalda lo que las mujeres vienen denunciando desde hace muchísimo tiempo: que Twitter es un lugar donde el racismo, la misoginia y la homofobia se manifiestan sin trabas, sin control.” Palabras de Milena Marin, de Amnesty International, al lanzar la reputada organización sin fines de lucro –especializada en derechos humanos– un novísimo estudio que corrobora lo largamente sabido: para las mujeres, la red social del pajarito es un espacio tóxico. En todo caso, a la investigación se le debe pormenorizar la escala del abuso que padecen las usuarias activas en la web; mayor, dicho sea de paso, de lo que se podía esperar: en promedio, reciben un tuit problemático o abusivo, que amenaza o promueve la violencia, con contenido hiriente u hostil, cada… 30 segundos.
Según la entidad, se trata del más exhaustivo conjunto de datos jamás recabados sobre violencia contra las mujeres en internet; aunque, nobleza obliga, aclara que los resultados son parciales: para el estudio, se centró la organización en el análisis de las cuentas de 778 periodistas y políticas prominentes de Estados Unidos y Gran Bretaña, mujeres públicas con actividad online y numerosos seguidores. Políticas del Parlamento de Reino Unido, del Congreso y el Senado de Estados Unidos; periodistas de publicaciones como Daily Mail, Gal Dem, The Guardian, Pink News, The Sun, Breitbart, el The New York Times…
Y es que, como plantea Emily Dreyfuss del sitio Wired, para muchas mujeres -especialmente las que son figuras públicas- Twitter es algo que deben tolerar: “Muchas tienen cuenta por necesidad profesional, pero el costo de participar en el discurso de la plataforma es, a menudo, recibir ataques, amenazas, acoso. Las mujeres aprenden a bloquear, silenciar, informar o ignorar estos mensajes. Algunas tuitean directamente a Jack Dorsey, director general de la firma, frustradas porque la empresa nunca se toma en serio el asunto. Él, por supuesto, rara vez les contesta”.
“Que Twitter no sea capaz de acabar con esta situación implica que subrepticiamente está contribuyendo al silenciamiento de voces que, de por sí, ya están marginadas”, subraya la muchacha Marin, asesora principal de investigación táctica de Amnesty International, inquieta por una situación que afecta especialmente a mujeres negras, lesbianas, bisexuales, transexuales. Una situación de constante y viciosa saña que obliga, en muchos casos, a salirse de debates públicos, a autocensurarse o, en los casos más brutales, a sencillamente abandonar la plataforma por miedo a represalias violentas, amenazas de muerte o violación. Que llegan como “reprimenda” por el mero hecho de alzar la voz.
En consonancia, dice la jefa del gobierno escocés, Nicola Sturgeon, en charla con Amnesty: “Lo que me inquieta cuando leo toda clase de insultos contra mi persona, es que pueden disuadir de participar en política a la siguiente generación de mujeres”. Nosheen Iqbal, periodista británica, cuenta: “En Twitter, los ataques que recibo en general vienen después de haber escrito artículos de opinión. Si expresás tu opinión, o una postura contundente, te conviertes en blanco de insultos y burlas en Internet”.”Hay gente que se centra en descalificarnos por inmigrantes, queer, trans, musulmanas… Saben que defendemos nuestras identidades e intentan destruirnos a toda costa”, ofrece la activista afro Miski Noor, que administra la cuenta de Black Lives Matter en la susodicha red social. Rani Baker, escritora e ilustradora estadounidense, comparte para el estudio su experiencia en Twitter como mujer trans: “Podría llenar un libro con la cantidad de comentarios deshumanizantes y humillantes que recibo. Se me ha hecho moneda corriente leer los mensajes más degradantes que cualquiera pueda imaginar”. Ruth Davidson, líder del Partido Conservador Escocés, advierte: “Como mujer abiertamente gay, he recibido altas dosis de insultos homofóbicos (… ) El grado de ensañamiento hace que te sientas una presa online, constantemente perseguida. Y llega un punto en el que una decide dejar de leer los tuits donde es mencionada: apenas usa la red para transmitir, en vez de utilizarla para un ida y vuelta de ideas”.
“Los trolls están ganando la batalla porque, a pesar de sus repetidas promesas, Twitter no está haciendo lo suficiente para detenerlos”, repite la investigación, instando a la empresa a tomar medidas concretas para abordar y prevenir la violencia y el abuso machista en su plataforma: “de lo contrario su afirmación de estar del lado de las mujeres no tiene sentido”. La investigación, por cierto, llega tras reiterados pedidos de la ONG, que no una ni dos ni tres veces, en múltiples oportunidades solicitó a Twitter que divulgue “información significativa sobre los informes de violencia y abuso contra las mujeres, así como a otros grupos, en la plataforma y cómo responden a ellos”, entendiendo que “estos datos serían invaluables para cualquiera que busca comprender y combatir esta afrenta a los derechos humanos de las mujeres online”. Twitter solo dispensó algunas vagas palabras de supuesto compromiso pero -en términos generales- se hizo el sota, y el resto, como suele decirse, es historia: la ONG tomó el asunto en sus propias manos, trabajando arduamente en sociedad con Element AI, firma de software de inteligencia artificial; conformó además un grupo de 6.500 voluntarios de más de 150 países -el Troll Patrol- que ayudó a analizar ¡cantidad! de tuits recibidos por 778 periodistas y políticas de Estados Unidos y UK a lo largo de un año, de enero a diciembre de 2017. No a la ligera arribaron a sus -francamente inquietantes- conclusiones.
Entre los hallazgos más destacados, algunos highlights: las mujeres negras tienen un 84 por ciento más probabilidades de recibir ataques que las mujeres blancas; las mujeres asiáticas son más propensas a recibir amenazas que incluyen insultos étnicos, raciales y religiosos. Las identidades feminizas latinas son ligeramente menos propensas a recibir tuits abusivos, pero el tipo de mensaje que les llega generalmente involucra amenazas físicas… Oh, por cierto: según el estudio, los tuits agresivos no discriminan según ideología política: mujeres de izquierda y de derecha son target por igual.