Desde Brasilia
“Ministro, ¿hay una caza de brujas por parte del gobierno?” preguntó una periodista del diario Correo Braziliense al jefe de gabinete de Jair Bolsonaro. El ministro Onix Lorenzoni respondió que “no”. Y luego agregó que el presidente instruyó a sus funcionarios para llevar adelante una “despetización” de las reparticiones públicas para lo cual se pasará un “peine fino” que permitirá identificar a los empleados simpáticos al PT. Y una vez detectados serán despedidos: “hay que limpiar la casa”.
El funcionario brindó en la tarde de ayer un balance de las conclusiones de la primera reunión del mandatario y su gabinete en el Palacio del Planalto. Explicó que echando a petistas y otros empleados de izquierda “se dará un basta a las ideas socialistas y comunistas que durante 30 años nos llevaron a este caos, a la desestructuración del Estado, la inseguridad de las familias y de escuelas que en lugar de educar se dedicaron a adoctrinar”.
De allí se desprende que para el jefe del gabinete bolsonarista fueron comunistas o socialistas políticos como el conservador José Sarney, presidente entre 1985 y 1990 luego de haber sido gobernador del estado de Maranhao indicado por la dictadura y Fernando Collor de Mello (1990-1992), el dirigente derechista que venció las elecciones de 1989 respaldado por empresarios y la cadena Globo para impedir la victoria de Lula. En este clima de estado de excepción que comienza a observarse en Brasilia las autoridades del PT denunciar la “invasión” de las oficinas de nueve parlamentarios de esa agrupación en las horas previas a la toma de posesión presidencial en el Palacio Legislativo.
El diputado Odair Cunha declaró que a caballo de una “histeria colectiva por más seguridad” un grupo de agentes ingresó a su despacho sin aviso previo y revisó sus papeles.
Conectado a la cacería de izquierdistas en las oficinas de los ministerios y el Congreso está el decreto presidencial sobre las nuevas atribuciones de la Secretaría de Gobierno.
De ahora en más ese organismo, que tiene rango de ministerio, se encargará de “supervisar y monitorear las actividades de los organismos internacionales y las organizaciones no gubernamentales que actúan en el territorio nacional”. Desde la lente con que Bolsonaro y su equipo ve la realidad, Sarney y Collor fueron parte de un orden ateo-comunista y las ONG responden a un plan del “globalismo” –así definen a la combinación de globalización más marxismo– sembrar la “ideología de género” y alimentar ideas levantiscas en los pueblos originarios.
Hace pocos meses el capitán retirado Bolsonaro prometió que en caso de llegar al poder habría de expulsar a las entidades defensoras de los derechos humanos de origen extranjero. El titular de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, sostuvo ayer que los gobiernos que vigilan las ONG son aquellos que “tienen un desconocimiento absoluto sobre el papel que esas entidades desempeñan en las sociedades democráticas”.
Desde Alemania, el secretario de Amnistía Internacional de ese país, Markus Beeko, manifestó su preocupación sobre las nuevas autoridades brasileñas. “Tememos un aumento de la violencia, así como de la difamación y de la criminalización” de organismos y movimientos sociales, comentó Beeko. Y recordó el retraso en el esclarecimiento del asesinato de la militante Marielle Franco, ocurrido en marzo pasado posiblemente a manos de las “milicias” parapoliciales de Río de Janeiro, las bandas que alguna vez Bolsonaro elogió desde su banca en el Congreso donde fue diputado durante 28 años. Ya como candidato nunca manifestó su repudio a los sicarios que acabaron con la vida de la dirigente social ocurrido en el centro carioca. Las ONG extranjeras al parecer no son bienvenidas por la nueva administración a la que tampoco le cae en gracia el trabajo de la prensa como se observó el martes pasado durante los actos por la asunción . Las medidas de seguridad exageradas posiblemente fueron una forma de obstruir el trabajo de los reporteros, tal como lo denunciaron el Sindicato de Periodistas Profesionales de Brasilia y la Asociación Brasileña de Periodismo Investigativo. Ante los controles a los que fueron sometidos por las autoridades cinco periodistas de Francia y China decidieron dejar la cobertura de la toma de posesión. Estos hechos tuvieron repercusión en los medios locales y extranjeros, lo cual desagradó al filósofo Olavo de Carvalho, considerado uno de los intelectuales más influyentes en el bolsonarismo. “Los representantes de medios extranjeros que van a Brasil para dar opiniones sin sustento (..) en vez de informar los hechos deberían ser echados del territorio nacional”, recomendó.