Quince años caminó la Argentina desde las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, que constituyeron un acto de rebelión popular sin precedentes en el país. No fue, por supuesto, la primera rebelión que protagonizó el pueblo argentino. El siglo XX nació convulsionado, y en la tensión entre ricos y pobres se jugaron los destinos del país a lo largo de los años.

Caras y Caretas dedica su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12, a las rebeliones populares del siglo XX argentino. Como siempre, en un recorrido social, político y cultural, que intenta dar cuenta de las particularidades que la protesta adquirió en el país a lo largo del tiempo y de qué manera influyeron en los modos contemporáneos en que la sociedad se planta frente al poder.

María Seoane escribe sobre la dialéctica que existe entre las rebeliones y las restauraciones conservadoras y señala: “Las protestas no son rebeliones pero coagulan en la historia porque la naturaleza de los ciclos es su reiniciación para modificar el poder”. Felipe Pigna recuerda las rebeliones indígenas contra los colonizadores, “antecedentes insoslayables para reconstruir la historia de oposición al régimen colonial” que desembocó, finalmente, en la Revolución de Mayo.

Desde la nota de tapa, el sociólogo Ernesto Villanueva destaca “tres momentos trascendentes en la historia de la organización popular en la Argentina que han sido sintomáticos además del progresivo y necesario proceso de ampliación social de la base de sustentación de proyectos emancipadores”: el yrigoyenismo, con la incorporación masiva de sectores medios; el peronismo, surgido de una de las más grandes manifestaciones populares de la historia argentina; y los dieciocho años de resistencia peronista, durante los cuales el movimiento ensayó nuevas experiencias de insurrección.

En tanto, Pigna se detiene en dos grandes rebeliones de comienzos del siglo: la huelga de inquilinos de 1907 y la Semana Trágica de 1919.

Germán Ferrari escribe sobre las manifestaciones de la derecha: desde los apoyos explícitos que tuvo el golpe de 1930 liderado por el general José Félix Uriburu; la “Marcha de la Constitución y la Libertad”, organizada por la Unión Democrática entre contra de Juan Domingo Perón en 1945; la procesión de Corpus Christi de 1955, también contra el peronismo; la marcha por la educación “libre” para beneficiar a las universidades privadas; las marchas contra la ley de divorcio fogoneadas por la Iglesia católica durante el alfonsinismo; las marchas del “campo” en contra de las retenciones en 2008; los cacerolazos en contra del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

La biografía de este número está dedicada al orador de la Córdoba rebelde, Agustín Tosco. Vicente Muleiro escribe sobre este hijo del pueblo que se crió, se formó y luchó siempre desde y para los trabajadores, y que fue la figura clave de los sucesos de mayo de 1969. También están en estas páginas las crónicas de dos de las rebeliones populares más emblemáticas de la Argentina contemporánea: el Cordobazo (por Miguel Russo) y las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 (por Ezequiel Adamovsky). En ambas fue una alianza policlasista la que se unió contra los poderes establecidos.

El politólogo y ensayista Eduardo Rinesi reflexiona sobre rebelión y capitalismo: los mecanismos del sistema para absorber aquello que en un momento se presenta como disruptivo. Como cuando el Che se convirtió en remera. Como cuando el Mayo Francés se volvió un relato romántico de la industria cultural.

Desde una perspectiva global, Telma Luzzani recupera las revoluciones francesa y bolchevique como ejemplos de las más influyentes en el mundo contemporáneo que, no obstante, encuentra sus relatos de referencia en crisis en buena medida porque la desigualdad es lo que caracteriza a nuestras sociedades.

En una revista dedicada a la rebelión no puede faltar el testimonio del rebelde por antonomasia: Osvaldo Bayer, que denunció la matanza de obreros de la Patagonia rebelde, que siempre se para del lado de los justos y que asegura sin dudar que “el pueblo debe ser siempre levantisco”. En definitiva, un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan  a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX y hasta la modernidad del siglo XXI.

Hache