Jair Bolsonaro designó un cruzado en el lugar que ocupaba Marco Aurélio García con Lula y Dilma Rousseff. Filipe García Martins, de 31 años, es el nuevo asesor para asuntos internacionales de la presidencia brasileña (foto). No solo hay diferencia de ideas con Marco Aurélio. Al revés de lo que pasaba con García, la palabra “Argentina” ni figura en el vocabulario del cruzado Martins. Y tampoco “Mercosur”. Si esto sigue así, cuando se haga la cumbre presidencial del 16 de enero los temas comunes podrían ser otros. Macri podría hablarle a Bolsonaro de las pistolas Taser y del “curro de los derechos humanos”. Y los dos podrían compartir ideas sobre el mejor modo de desmantelar la jubilación estatal.
Marco Aurélio García, a quien dentro y fuera de Brasil conocían como MAG, fue un historiador y militante de izquierda que en 1980 participó de la fundación del Partido de los Trabajadores. Murió el 20 de julio de 2017 a los 76 años de un ataque al corazón. Como asesor especial de Lula desde 2003 insistió, junto al entonces canciller Celso Amorim y al vicecanciller Samuel Pinheiro Guimaraes, en que el primer anillo de alianzas de Brasil debía ser la Argentina. Era la base para fortalecer el Mercosur. El cálculo era que, sin esta plataforma, Brasil no tendría la fortaleza suficiente como para participar con chances en el juego multipolar del mundo.
Allegado a los hijos presidenciales Carlos y Eduardo Bolsonaro, uno concejal de Río de Janeiro y el otro diputado estadual de San Pablo, Martins es un seguidor del astrólogo Olavo de Carvalho, el consejero principal de papá Jair (ver más información en la página 21). Los mejores aliados de Martins en el gabinete son los ministros de Educación, Ricardo Vélez, y de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo.
Martins fue hasta hace pocos días el subeditor del site ultraconservador Senso Incomun (literalmente “sentido no común”, que tiene el subtítulo de “Pensando contra la corriente”), donde venía desparramando elogios para el ultraderechista primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu y críticas para lo que su maestro Olavo llama “marxismo cultural”. Por ejemplo, la perspectiva de género, que ellos califican de “ideología”, quizás para crear un estereotipo y facilitar un combate nítido.
En un artículo del 27 de junio pasado anunciaba alborozado Martins: “El juez americano Kennedy se jubila y abre el camino para la criminalización del aborto en los Estados Unidos”. Se refería a Anthony Kennedy, un conservador de origen que sin embargo convalidó el aborto libre y el status de matrimonio para las uniones homosexuales. Martins decía confiar en que, con una nueva composición, la Corte Suprema “podrá asegurar el derecho de los Estados a establecer penas de muerte, prisión perpetua y confinamiento en celdas aisladas”. También podrá restringir las acciones afirmativas como las que estimulan el acceso de negros o mujeres a puestos públicos y universidades. El elegido en octubre fue el conservador Brett Kavanaugh, de 53 años.
En el caso chileno Martins elogió a Sebastián Piñera y mencionó la influencia positiva de José Antonio Kast, el candidato de ultraderecha que obtuvo un 8 por ciento en la primera vuelta y se inclinó por el megaempresario en la segunda. A Kast se debería el compromiso de Piñera por “cuestiones morales y culturales”, como la reversión de la ideología de género y la reglamentación del aborto. Fue de gran ayuda “Chilezuela”, un video que se viralizó en la campaña.
A fin de año tuiteó: “La gran cuestión global de la actualidad no es el cambio climático ni los lugares comunes sobre derechos humanos, ni el uso del agua, sino la supervivencia de la nación y del hombre en su dignidad como ser pensante, como agente capaz de moldear el mundo que lo rodea y como protagonista de la historia”. El mismo día citó una investigación de opinión pública, Pew Research, según la cual los brasileños están en el pelotón que tiene más ciudadanos con opinión positiva sobre los Estados Unidos: 55 por ciento, contra un 30 por ciento de Alemania y un 83 por ciento de Israel.
El ministro Araújo es otro cruzado. Su discurso de asunción en Itamaraty empezó con una frase del Evangelio según San Juan: “Conoceréis la verdad y la verdad os libertará”. La clave no es la cita en sí misma sino el uso político actual. Después de nombrar a Juan, Araújo explicó que “esa convicción íntima y profunda animó al presidente Jair Bolsonaro en la lucha extraordinaria que libró y está librando para reconquistar Brasil y devolvérselo a los brasileños”. La forma de hacerlo consistiría en “liberar a Brasil por medio de la verdad”.
Itamaraty está incluida entre los objetos a liberar. La Cancillería debería ser “un guardián de la continuidad de la memoria brasileña”. Como un Ministerio del Tiempo, explica el canciller usando el ejemplo de la serie de Netflix. El problema es que “la verdad es esencial” pero “no puede ser enseñada ni aprendida”. Quizás la salida sea fácil: seguir a Martins, a Bolsonaro y al ministro Araújo.
Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Del total de exportaciones, más del 60 por ciento son manufacturas, sobre todo autopartes para la industria automotriz brasileña que funciona en tandem con la argentina.
Pero ni siquiera con esos datos duros la Argentina figuró en el discurso de asunción del ministro. Cuando abandonó las citas bíblicas se dedicó a los griegos, y cuando dejó a los griegos no pasó a los argentinos. El cruzado Araújo dijo que admiraba al Israel de Benjamin Netanyahu, a “la nueva Italia”, a Polonia y a Hungría. Todos esos países tienen gobiernos de extrema derecha que sintonizan con la pompa de un tuit escrito por Martins el día que asumió Bolsonaro: “Llegó la hora de iniciar una nueva era de libertad, de orden y de grandeza”.