Leer Alegría, segundo anuario algunos meses después de su aparición genera varias sensaciones extrañas. El volumen reúne chistes de la página de Facebook homónima realizados por casi una treintena de autores, entre ilustradores, escritores, guionistas, dibujantes y humoristas gráficos. Todos los trabajos corresponden a sucesos de 2017, excepto las síntesis mensuales, hechas a posteriori. La primera sensación que genera es que, más allá de hechos puntuales y casi de carácter anecdótico hay un deja vu constante respecto de lo vivido en el recién terminado 2018. Como mucho, cambiarán los motivos por los cuales se marchaba en tal manifestación que también terminó en represión, cacería de rezagados y de transeuntes desprevenidos. Cambiará la ley indignante de turno con la cual el gobierno nacional dio marcha atrás en 2017 o en 2018. Pero lo que asoma es un modus operandi, una globológica constante y prácticamente sin fisuras.
La segunda sensación es de bronca y desprecio ante una realidad inadmisible que se repite anualmente y ante la cual un sector de la población siente indiferencia (cuando no la festeja, claro) y otro sector asiste casi impotente a su consumación. Ante eso, el compendio humorístico de Alegría -de imposible regularidad, como toda antología con un abanico tan grande de autores- es un acto necesario para mantener la cordura. Explícitamente antimacrista, sus autores sin embargo no adoptan postura unificada en el otro extremo de la estancada agua amarilla. Allí quizás reside otro de sus valores, pues no ofician de house organ de ningún partido ni movimiento político y apenas están constreñidos por su laxa línea editorial.
En este anuario tiene una presencia descomunal la figura de Patricia Bullrich, “homenajeada” casi todos los meses por los humoristas, al punto que la llevan a la portada con su alusión a los reptiles camuflados de V, invasión extraterrestre. Los dibujantes se ceban en el cinismo represivo (e infiltrador) de la ministra de Seguridad de la Nación y sus distintas ramas policiales. Sin embargo, tampoco faltan las figuras del ex ministro de Energía Aranguren (y su tarifazo veloz), la del propio presidente Mauricio Macri: de las vacaciones de Macri, de la obsesión con vender limones tucumanos en Estados Unidos de Macri, de la relación de Macri con los jubilados y, también, de su vice. La dupla ejecutiva incluso abre el libro buceando hacia el ARA San Juan para encontrarse a un zombi de Nisman.
La siguiente sensación que provoca el volumen, aún a la distancia, es de incredulidad seguida de cierta pesadez abrumadora. ¿Realmente pasó todo esto? Y ante la certeza de que sí, sucedió, ¿cómo fue posible un 2018 como el que acaba de concluir?
La edición del libro incluye algunos pasajes con comentarios de los usuarios (que sean reales o ficticios, a esta altura, es indistinto) en torno a algunos de los chistes más polémicos del colectivo. Lo interesante de leerlos no es lo anecdótico de qué critican de cada viñeta sino advertir la tensión creciente entre quienes plantean límites al humor y le exigen cierta corrección política, y quienes lo prefieren libre, incluso si eso significa de tanto en tanto derrapar a la banquina (cuando no volcar lisa y llanamente). Y percibir, también, la creciente importancia de la cuestión de género en los planteos que se hace a un plantel de dibujantes e historietistas mayoritariamente masculino. Por todo esto es que, si Humo® se convirtió en símbolo de la resistencia a la última dictadura militar, Alegría será en el futuro el emblema del aguante contra los años de los globos.