Scott Raymond Dozier, un condenado a muerte y que había expresado en más de una ocasión su deseo de morir por inyección letal, fue hallado sin vida en una prisión de máxima seguridad de Nevada. Portavoces del Departamento Correccional de ese estado confirmaron que Dozier, de 48 años, fue hallado muerto, por aparente suicidio, en la celda individual que ocupaba en la prisión de Ely, ubicada unos 390 kilómetros al norte de Las Vegas. Dozier había insistido en varias ocasiones que le aplicaran la inyección letal, e incluso había rechazado realizar apelaciones, y sin embargo y paradójicamente la justicia en dos ocasiones postergó la fecha de ejecución.
Arrestado por dos crímenes, uno en Arizona y otro en Nevada, y condenado a la pena capital en 2007, Dozier había pedido en más de una ocasión que se le aplicara la inyección letal porque no quería pasar el resto de su vida en prisión, y para ese fin había renunciado a su proceso de apelaciones.
Su ejecución había sido programada hasta en dos ocasiones y en ambas fue postergada por decisiones judiciales, una situación que lo llevó a intentar quitarse la vida más de una vez durante los últimos meses, según oficiales del presidio.
En una entrevista telefónica que ofreció el pasado diciembre al diario local The Review Journal, Dozier negó que haya intentado suicidarse y manifestó que correspondía a Nevada la responsabilidad de ejecutarlo, para lo que estaba preparado desde hacía dos años.
Un primer intento de ejecución fue suspendido por un juez en noviembre de 2017 y nuevamente, en julio de 2018, un magistrado detuvo la aplicación de la inyección luego de que la empresa farmacéutica Alvogen interpusiera un recurso para que no se utilicen sus productos en el cóctel letal.
El condenado debía haber sido ejecutado por medio de una combinación de tres fármacos.
Las empresas farmacéuticas estadounidenses se han opuesto en la última década al uso de sus fármacos en inyecciones letales, provocando un descenso de las ejecuciones por falta de componentes.