El número de divorcios de la ciudad de Buenos Aires se disparó: en un año, aumentó un 41 por ciento. Algo que hace recordar al boom apenas sancionada la ley de divorcio vincular, en la década de los ‘80. También se incrementaron los divorcios entre las parejas de edades más avanzadas (50-54 a 60 y más). Además el grupo en que se más disolvieron los vínculos de pareja fue el de los matrimonios de 20 años y más. La explicación a estos números pareciera encontrarse en otra reforma legislativa: “Estamos saliendo de muchas cajas prefijadas” que en esta época rompen especialmente con costumbres y lógicas de la vida íntima. La irrupción del “pueblo feminista” y de las nuevas tecnologías en los vínculos en construcción y deconstrucción.
En 1987 se sancionó la Ley 23.515, que incorporó al Código Civil el divorcio vincular. Esta, que había sido una de las grandes luchas del movimiento feminista y de mujeres, tuvo como consecuencia que muchas personas que hasta ese momento no podían regularizar sus nuevas convivencias por no poder divorciarse lo hicieran compulsivamente ese año posterior. Treinta años después, el aumento de los divorcios vuelve a irrumpir. “Luego del pico de divorcios que se registró entre 1987-1989 se produjeron valores anuales que oscilan entre aproximadamente 8000 en 1990 y 6000 en 1995 y 2010. Llamativamente, en 2017 suben a 8200 (41 por ciento más de divorcios respecto al año 2016)”, dice el Informe de resultados “Los divorcios en la Ciudad de Buenos Aires en 2017” desarrollado por la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad. Aunque refiere a 2017, el trabajo fue divulgado la semana pasada, ya que, como todos los informes estadísticos, llevan su tiempo de procesamiento de la información.
Las estadísticas dan cuenta entonces que desde fines de los años ochenta no había tal incremento (entre 2016 y 2017 pasó de 5815 a 8217) y fue justamente una de las sorpresas para María Eugenia Lago, magister en Demografía Social y subdirectora General de Estadísticas Sociodemográficas, área a cargo de la investigación. “En agosto de 2015 entró en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación que eliminó el plazo de tres años de separación como requisito para iniciar la disolución del vínculo y también la figura del divorcio contradictorio, acortando los tiempos procesales (conocido como “divorcio exprés”)”, explica Lago para justificar este llamativo crecimiento.
Quiénes se divorcian
Más de las dos terceras partes de quienes llegan a legalizar su separación lo hicieron después de un matrimonio de al menos 9 años y es bajo “el número de matrimonios que se divorció antes de los 5 años”.
Otros hallazgos de la investigación son que:
- La edad promedio al momento del divorcio para el varón es 48 años y 46 años para la mujer. Las mujeres se casan y se separan a edades más jóvenes.
- Por su parte, el 70,7 por ciento de los divorcios inscriptos en 2017 fueron de matrimonios con duración de 10 años y más.
- En el 85,4 por ciento de los divorcios inscriptos el estado civil anterior de ambos cónyuges era soltera/soltero.
- Cuando se observa el lugar de nacimiento de los miembros del matrimonio resalta que las parejas con uno o ambos cónyuges nacidos en “otro país” tienen una menor duración del matrimonio. “Más de la mitad se divorciaron antes de los 10 años, a diferencia del resto de las parejas”.
Varones que reinciden
En los varones se incrementa la reincidencia matrimonial y posterior divorcio: “Un aspecto diferencial es el número más alto de reincidentes divorciados (varones 9,7 por ciento y mujeres 7,1 por ciento) y en menor medida viudos en los varones en relación a las mujeres: varones 0,8 por ciento y mujeres 0,5 por ciento”, dice el informe. Este dato no es nuevo. Por ejemplo, en 1988, un 30 por ciento de los varones divorciados volvió a casarse, mientras que sólo lo hizo el 15 por ciento de las mujeres. “Es notoria la menor proporción de mujeres divorciadas que vuelve a casarse en contraposición a los varones en la misma situación”, decía años atrás el informe “Mujeres en números. Publicación estadística de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, de la Dirección General de la Mujer, del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Menos casamientos
En general, el informe “Los divorcios...” detalla que la tendencia para todos los géneros es a casarse cada vez menos: “entre 1990 y 2017 los matrimonios se redujeron el 52 por ciento mientras que los divorcios, que hasta 2016 registraban una baja del 27 por ciento, al incorporar el dato del año 2017 revierten la tendencia y al comparar la evolución de divorcios del período 1990-2017 arrojan un incremento del 3 por ciento”. Incluso otros informes del mismo organismo señalan que la tendencia a contraer matrimonio descendió del 9,1 por mil habitantes en 1970 a 3,4 en 2017 (que a partir de 2010 la estadística incluye los matrimonios del mismo sexo).
Más años, más divorcios
Un dato que llama la atención en la publicación difundida esta semana es que es alto el número de parejas de mayor edad y de matrimonios más largos que se divorcia. “La variación porcentual entre 2016 y 2017, muestra un incremento en todos los grupos de duración del matrimonio que se disuelve, pero el incremento de los divorcios de 20 años y más de duración supera ampliamente el promedio (68,6 por ciento frente al 41,3 por ciento), en consonancia con el incremento de los grupos de edad de 50 años y más. Si se observa la distribución porcentual, se puede verificar que el único grupo que aumenta su peso entre ambos años es el que corresponde a la disolución de los matrimonios de 20 y más años de duración”, explicita el trabajo. Lago también atribuye a la modificación del Código Civil el aumento de los divorcios en los grupos de edades mayores y en los matrimonios de más de 20 años ya que “las reformas mencionadas permiten, destrabar los divorcios de los matrimonios más recientes y los más añosos”, apunta. Los cambios que introdujo la reforma del Código evitan la discusión sobre quién tiene razón y quién no la tiene respecto de los hechos que motivaron que la pareja ya no pueda seguir conviviendo; se eluden así los litigios por años que no hacían más que agudizar el conflicto.
Por otro lado, más allá del informe puntual y haciendo la salvedad de que las estadísticas de un año no marcan una tendencia, se puede pensar en los fenómenos sociales que acompañan los cambios en las relaciones vinculares. En ese sentido, la socióloga feminista Graciela Di Marco aporta otro aspecto al análisis contextualizándolo en el cambio social que viene impulsando el movimiento de mujeres hace décadas: “Las mujeres antes aguantaban más. Por eso yo hablo de la dislocación de las identidades femeninas. ¿Cuándo una mujer puede asumir una separación desde un punto de vista material (no hablo de lo psicológico)? Cuando gana lo mismo que gana un varón de su estrato social. Aparte del sufrimiento psicológico, de la destrucción de las esperanzas románticas en un matrimonio para toda la vida, todo ese tipo de cosas que en alguna personas ha sido muy fuerte, sobre todo en las personas más grandes, necesitás tener una base material” (ver aparte).
Por eso resalta la importancia del robusto movimiento de mujeres de la Argentina en este proceso: “la salida a la calle en las manifestaciones y el activismo en diferentes espacios tienen un potencial transformador, en forma contingente se produjeron procesos de dislocación de las identidades, de los cuerpos, de la heterosexualidad obligatoria, de la maternidad, de las familias, que condujeron a la radicalización de la demanda en la lucha contra el patriarcado y las fuerzas tradicionales que lo sostienen, no solo en lo cultural sino en lo religioso, político y lo económico”.