La inflación de diciembre se ubicó en el 3,1 por ciento y cerró el año con el 47,8 por ciento, calculó el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) que depende de la UMET. La inflación anual acumulada en 2018 es la más alta desde 1991, superando a la inflación del 2002, que fue del 41 por ciento. El documento de la UMET destaca que el año pasado todos los capítulos de la canasta de precios subieron por encima del 40 por ciento excepto indumentaria y calzado y educación. Entre noviembre de 2015 y diciembre de 2018, el salario real cayó un 17,3 por ciento, la merma más profunda desde la crisis de 2001. Incluso con la reapertura de las grandes paritarias, el salario real promedio no va a recuperar los niveles de 2017.
El Gobierno de Cambiemos llegó a la administración pública nacional con un nivel de inflación del 23,8 por ciento anual en octubre de 2015, según mediciones de institutos estadísticos provinciales. Luego de la devaluación y la primera ronda de tarifazos, Mauricio Macri llevó el alza de precios anuales a un nivel del 44,9 por ciento en julio de 2016. Posteriormente, el mejor registro se ubicó en agosto de 2017, con una inflación anual del 22,7 por ciento. El Gobierno se mostró optimista y puso una meta del 15 por ciento para 2018, pero el desacierto fue mayúsculo. El año cerró, según los datos de la UMET, con una inflación del 47,8 por ciento.
Para encontrar una suba de precios previa superior al 40 por ciento hay que remontarse al 2002, cuando la megadevaluación de la salida de la convertibilidad ubicó a la inflación en el 41 por ciento. En 1991, sobre el final de los espasmos de la hiper, la inflación fue del 84 por ciento.
El derrotero de los precios durante la gestión del macrismo provocó una caída del poder adquisitivo salario en el sector formal del 17,3 por ciento en forma acumulada desde noviembre de 2015. La consecuencia de esa pérdida es el derrape del mercado interno y el cierre y achicamiento de fábricas.
La inflación golpea más en los sectores de menores ingresos. Según datos de la UMET, el alza de precios a lo largo del 2018 fue del 49,6 por ciento en la canasta de consumo del 10 por ciento de la población que cuenta con menores ingresos, y del 46,1 por ciento para los de mayores ingresos. Esa diferencia en contra de los más pobres se explica por la intensidad de los tarifazos en los servicios públicos y por la inflación en alimentos. Desde noviembre de 2015, el decil más pobre enfrentó 37 puntos más de inflación que el decil más rico (190 contra 153 por ciento, respectivamente).
En el año, el capítulo que más subió fue vivienda, con el 54 por ciento, seguido de equipamiento del hogar, con un 52,5 por ciento, y transporte y comunicaciones, con el 52,4 por ciento. Los alimentos anotaron un 46,9 por ciento en promedio. En la otra punta, ropa y calzado subió un 33,5.
La inflación de diciembre estuvo empujada por el rubro esparcimiento, con el 7,4 por ciento, por la suba en los precios de hoteles producto del inicio de la temporada veraniega. En segundo lugar se ubicó salud, con un incremento del 7 por ciento, afectado por una nueva alza en la cuota de las prepagas. A instancias del Gobierno nacional, las empresas de medicina prepaga aplicaron una suba de las cuotas del 8,5 por ciento en diciembre, el quinto aumento del año, con un acumulado del 40,8 por ciento. Equipamiento y mantenimiento del hogar avanzó en diciembre un 3,9 por ciento, seguido de indumentaria y calzado 3,1 por ciento. En tanto, alimentos y bebidas, el capítulo que más pondera en la canasta, trepó un 3,0 por ciento en diciembre. Le siguieron vivienda (2,5 por ciento), transporte y comunicaciones (1,9) y educación (0,3).