Aretha Franklin y Nina Simone. La “reina” y la “sacerdotisa” del soul. La soberanía y el sacrificio. Son dos nombres que marcaron a fuego el destino y el sentido de la cultura americana del siglo XX. Dos talentos vigorosos de la música afroamericana que de distintas maneras hicieron de la canción un arma de identidad y belleza. El verano porteño ofrece concretas posibilidades de reencuentro con los ecos sensibles de estas leyendas, a través de dos ciclos distintos, que en busca del diálogo entre tiempos y lugares, las recordarán recreándolas. Los jueves de enero (10, 17, 24 y 31), a las 21 en Thelonious Club (Nicaragua 5549), las cantantes Ayelen Zuker, Barbie Martínez y Verónica Sala abordarán el repertorio de la cantante y pianista que murió a los 76 años, en agosto del año pasado. The Aretha Soul Sessions se llama el espectáculo que contará también con la participación de Federico Alvarez en saxo, Miguel Marengo en piano, Gonzalo Beraza en guitarra, Walter Filipelli en contrabajo y Sebastián Groshaus en batería. Mientras que los jueves 10 y 24 de enero, a la misma hora, en Bebop Club (Moreno 364), la cantante An Díaz y la pianista Anita Fabiani propondrán Nina Sessions. Ambos homenajes prometen alta densidad de soul, blues y esencias varias de lo que se balancea entre las distintas formas de la música afroamericana.

Aretha Franklin fue una de las personalidades más impactantes de su tiempo. Más allá de un repertorio que la definió como cantante, pianista y luchadora por los derechos civiles, de ella queda la marca vigorosa de un estilo. “Aretha es un referente muy grande y una fuente de inspiración inagotable. Es el gran ejemplo de la cantante que combina virtuosismo con sentimiento, además de ser tremendamente contundente desde el punto de vista rítmico”, comenta Barbie Martínez. “Más allá de que tuvo contemporáneas enormemente talentosas y relevantes, Aretha fue la que empujó hacia el futuro la evolución de la fusión del gospel y el rhythm & blues post Ray Charles, para conformar estos géneros en un soul definitivo y contundente”, agrega Ayelen Zuker. “Al mismo tiempo, tiene un peso expresivo y espiritual en el que la canción es lo importante y ella actúa en función de eso, de decir el texto y la música desde ella, con libertad”, interviene Verónica Sala. “Ponderar a Aretha es una tarea inabarcable, yo la percibo directamente como magia. No resiste análisis, me conmueve el sólo intentar hablar de ella, y creo que eso es todo lo que podemos ofrecer como cantantes recordándola en un escenario: un corazón que arde de agradecimiento por la inspiración que nos brindó, por todo lo que hizo por la música como cantante, compositora, pianista. Y como mujer, rol en el que se elevó en una época poco favorable para las mujeres”, completa Zuker.

Ocho músicos en escena y un repertorio poderoso y atractivo configuran la propuesta de The Aretha Soul Sessions. “Elegimos los temas que teníamos ganas de cantar, teniendo en cuenta lo más representativo de su obra”, dice Martínez. “Hicimos una lista inicial y fuimos eligiendo en base a lo que sentimos que no podía faltar, y al mismo tiempo nos imaginábamos a nosotras mismas reinterpretándolos. Y así llegamos a la lista final de canciones, en la que algunas veces alguna de nosotras lleva la voz líder y en otras oficiamos de coreautas, en un juego muy dinámico para el espectador”, asegura Sala. “Además, el grupo que nos acompaña es un lujo. Son músicos de gran nivel y eso nos permite movernos de lugar respecto a las versiones originales, ir más allá de una reproducción e intentar darles un giro personal para que a su vez suene más orgánico, más honesto. Siempre desde un lugar de amor total, y respeto a esta música y a esa artista de otro mundo que era Aretha”, dice Zuker. “También es muy relevante en la actualidad lo que plantean varios de sus temas en relación al feminismo. No podemos olvidar que temas como ‘Respect’ fue enarbolado como un himno feminista en 1967”, concluye Martínez.

Con la misma intensidad que Aretha Franklin, pero con sentido propio, la figura de Nina Simone se coloca entre las inconformistas de la música afroamericana. Arrogante y sensible, su voz, más que la vibración de la fe, llevaba consigo la pregunta incesante de quien pensaba que la tarea del artista pasa reflejar el propio tiempo. “Nina nos demostró que la transmisión de un mensaje es lo esencial y que las texturas, los matices y la vehemencia en los momentos apropiados hacen la diferencia. Su versatilidad y su capacidad para reinterpretar clásicos de grandes cantantes como Bessie Smith, Ella Fitzgerald y Billie Holiday nos inspiró para hacer una búsqueda respetuosa de sus versiones, pero que a su vez responda a nuestro sentido de la improvisación”, explica An Díaz, cantante que como su compañera no duda en colocar sus fuentes en el blues. “Nina Simone es por excelencia la artista que supo combinar elementos de la música académica a todos los estilos de música popular que recorrió durante su carrera y eso nos transformó como intérpretes. Desde lo pianístico, nos sumó una fuerte conexión con el piano clásico que ella supo fusionar en su manera de acompañar y en sus improvisaciones”, agrega Anita Fabiani. 

En esa amplitud, las elecciones de repertorio y la adaptación al formato de dúo demandaron un largo y articulado trabajo, antes de que Nina Sessions fuera el espectáculo que es. “La selección de cada uno de los temas que elegimos estuvo acompañada por las ganas de conocer y compartir la historia de vida de Nina Simone. Apelamos además a su autobiografía, y a películas y documentales. Incluso eso nos estimuló para compartir en algún momento el proyecto con colegas de la música afroamericana, como hicimos el año pasado, invitando a otros músicos”, asegura Díaz. “Como equipo de trabajo, la obra de Nina Simone nos hizo crecer exponencialmente y aprender a acompañarnos mutuamente, dado que el poder, la exigencia y la exposición que implica homenajear a una artista de la talla de Nina Simone en formato dúo nos presenta un desafío en cada espectáculo”, interviene Fabiani, que de Simone rescata además su compromiso civil. “Nos inspira la activista que afrontó circunstancias adversas: racismo, sexismo, desarraigo, altibajos en su carrera y en su situación económica, entre tantas otras”, destaca.  “Nina lograba conectar con el público desde el humor, desde las historias que contaba y sobre todo desde su forma personal e hipnotizante de abordar la música. Compartimos esa mirada y nos lanzamos a esa búsqueda cada vez que homenajeamos su vida y obra”, concluye Díaz.

 

Franklin, fallecida en 2018, dejó la marca vigorosa de un estilo.