Una página arrancada de los diarios privados de Lewis Carroll preludia una serie de crímenes que se desencadenarán con el propósito aparente de impedir, una y otra vez, que el secreto salga a la luz. Lo que se quiere hurtar a la mirada de los otros alimenta la incertidumbre. Una joven becaria, Kristen Hill, intenta reunir los cuadernos originales del escritor y matemático británico y descubre la clave de esa página que fue misteriosamente arrancada. El célebre profesor de Lógica Arthur Seldom, ahora miembro de la Hermandad Lewis Carroll, deberá desentrañar una doble intriga: el origen de los asesinatos y el enigma literario de lo que se busca ocultar. Guillermo Martínez ganó el 75° Premio Nadal de Novela, dotado de 18.000 euros, con Los crímenes de Alicia, una trama policial ambientada en Oxford en 1994, inspirada en el mundo de Carroll, que Ediciones Destino publicará el próximo 5 de febrero. La novela premiada –que estará disponible en las librerías de España y Argentina en un mes– es una secuela de Crímenes imperceptibles (2003), que fue llevada al cine por el director español Álex de la Iglesia con el título Los crímenes de Oxford.
El anuncio del Premio Nadal se realizó el domingo 6 a la noche en el hotel Palace de Barcelona. El jurado de esta edición estuvo integrado por Alicia Giménez Bartlett, Care Santos, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello y Emili Rosales. Hace 75 años, en 1945, Carmen Laforet se convertía en la primera ganadora con su novela Nada. El premio dio un gran impulso a la narrativa de posguerra y consagró a autores españoles como Miguel Delibes (en 1947), Rafael Sánchez Ferlosio (1955), Carmen Martín Gaite (1957) y Ana María Matute (1959), entre otros. En 1987 el premio lo ganó Juan José Saer con La ocasión. “Estoy muy emocionado y feliz; hay una lista muy impresionante de autores españoles que han ganado el premio, que hasta se podría escribir una historia de la literatura española con esos nombres. Además está inscripto en el premio el nombre de Saer, así que estoy orgullosísimo de que me haya tocado a mí este año”, dice Martínez desde Barcelona, adonde viajó para recibir el Premio. “No tenía la dimensión de lo que significaba este premio para el mundo literario español, hasta que fue muy impresionante ver que la noticia aparecía en la tapa de todos los diarios de España”, agrega el escritor argentino que nació en Bahía Blanca, en 1962, y que vive en Buenos Aires desde 1985, donde se doctoró en Ciencias Matemáticas.
Martínez cuenta a PáginaI12 el germen de la escritura de Los crímenes de Alicia. “Se me ocurrió una idea a partir de algo que leí cuando escribía un prólogo para Lógica sin pena, un libro sobre Carroll que se iba a publicar en la Argentina. Mientras leía algo de su biografía, encontré una pequeña historia que me resultó fascinante. Carroll escribió a lo largo de su vida unos diarios privados en trece cuadernos que quedaron arrumbados en su última casa, en Guildford. Su sobrino consultó esos cuadernos para escribir la primera biografía, pero después desaparecieron cuatro de esos cuadernos; los familiares arrancaron varias páginas, sobre todo una en la que se refería a un momento crucial en la vida de Carroll. El enigma de esa página arrancada es lo que desencadena una serie de crímenes en la novela. Dado que Carroll era lógico-matemático y vivía en Oxford, me hubiera parecido más extraño no repetir a los personajes principales de Crímenes imperceptibles. Nunca pude pensarlo de otro modo, me di cuenta de que era absolutamente natural y lo único que tuve que hacer fue convertir a Arthur Seldom en miembro de la Hermandad Lewis Carroll y entonces ya tenía los primeros elementos de la novela. Después tuve varias dificultades para pensar en todos los personajes secundarios, que no quería que fueran simples monigotes. Pero eso ya es parte de la historia de la escritura de la novela”, dice el autor de los libros de cuentos Infierno grande, con el que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1982, y Una felicidad repulsiva, que en 2015 ganó el I Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez; y las novelas Acerca de Roderer (1992), La muerte lenta de Luciana B (2007) y Yo también tuve una novia bisexual (2011).
No es el primero ni será el último lector con una experiencia poco satisfactoria ante un gran clásico de la literatura universal. Martínez leyó Alicia en el país de las maravillas durante su infancia en Bahía Blanca. Y aclara que no lo entendió “demasiado”. Pero siempre hay segundas o terceras oportunidades. “Recién cuando me asomé al mundo de Carroll mientras leía biografías y textos sobre la historia del comienzo de la fotografía –él fue pionero de la fotografía–, releí Alicia en la edición anotada en inglés por Martin Gardner y fue para mí una revelación porque me di cuenta de que pude entender una cantidad de cuestiones desde otra óptica”, reconoce el autor de los ensayos Borges y la matemática, La fórmula de la inmortalidad y La razón literaria, entre otros títulos. “Alicia es un libro fascinante, que por supuesto no es solamente para niños, sino que aborda una cantidad de cuestiones, de metáforas, de símbolos, de problemas del lenguaje y problemas de física relacionados con temas de la época... Fue muy revelador volver a leer el libro mientras escribía la novela. Descubrí también un costado siniestro, como inesperado, pero que me parece que entra bien en consonancia con la novela de crímenes de Seldom”. Los crímenes de Alicia también transcurre en Oxford como Crímenes imperceptibles, novela con la que ganó el premio Planeta Argentina en 2003. También se repite la dupla protagónica formada por el profesor de Lógica Arthur Seldom y el joven estudiante de Matemática. Si en la primera, el eje narrativo eran las secuencias matemáticas, en la secuela son los símbolos y el universo de Carroll en el marco de una ficticia Hermandad Lewis Carroll, a la que pertenece Seldom, que decide publicar los diarios privados del escritor británico.
–¿Qué vínculos encuentra entre lo que se podría pensar como dos polos aparentemente opuestos: en uno estarían la lógica, lo intelectual, el pensamiento racional y las abstracciones, y por otro lado lo que serían las pasiones, las emociones, los sentimientos?
–Esa es la pregunta del millón para todas mis novelas. Creo que todas mis novelas, prácticamente todo lo que escribí, se refiere a esta aparente dicotomía, a esta supuesta contradicción de términos. Pero en realidad, hay cálculo en la pasión y hay pasión en lo racional; en mi último libro de ensayo La razón literaria pero también en mi libro Acerca de Roderer se habla de esta temperatura que tiene lo intelectual. Desde mis primeros libros, esa fue mi preocupación, te diría que mi bandera literaria como escritor. Lo que pasa es que no siempre los lectores reconocen esas recurrencias. En Los crímenes de Alicia vuelven a plantearse exactamente estas cuestiones: la joven becaria tiene una pasión de gloria intelectual y eso la lleva a extremos que ella jamás se hubiera imaginado. Hay una ambición de lo intelectual que también mueve las pasiones humanas; hay toda una subtrama de sordidez dentro de la hermandad intelectual que revela también las miserias humanas de los seres aparentemente puros que discuten los temas más abstractos. Las miserias humanas son la carne de la novela.