El 24 de diciembre PáginaI12 publicó un artículo titulado “Peligro en las mesas argentinas” que se refería a la aprobación comercial por parte del gobierno de una papa resistente a virus y del trigo HB4 tolerante a sequía y con resistencia a glufosinato. El artículo contiene imprecisiones y errores, comenzando porque ninguno de estos desarrollos se ha liberado comercialmente aún.
¿Qué hay que hacer para liberar un nuevo cultivo transgénico? Un cultivo transgénico tiene que pasar muchas pruebas de inocuidad que no se le exigen a los demás alimentos. La Conabia (Comisión Nacional de Biotecnología) exige ensayos a campo realizados en muchas localidades diferentes y a lo largo de muchos años para determinar que el nuevo cultivo no afecta el ambiente. El Senasa exige pruebas para determinar que el nuevo producto es seguro para la salud humana y animal y estudios bioquímicos que determinen que el producto transgénico es similar al original. Pasados estos controles, los transgénicos se liberan comercialmente solo si la oficina de Mercados del ex Ministerio de Agricultura lo aprueba en base a una evaluación del impacto en el mercado nacional e internacional.
¿Qué es un transgénico? Un organismo transgénico es aquel que tiene un gen de otro organismo introducido mediante técnicas de Ingeniería Genética. Los genes son los que confieren las características a los seres vivos y las plantas tienen entre 25.000 y 50.000. El estudio de los genes permite saber qué características confieren. Sabido esto se puede trasladar esa característica a un cultivo de interés, mejorando sus propiedades. El trigo HB4, por ejemplo, tiene agregado un gen de girasol que hace al trigo más tolerante a la sequía.
Si bien generalmente se asocia a los transgénicos con el uso excesivo de agroquímicos, esto no tiene por qué ser así. Las tecnologías transgénicas buscan ofrecer soluciones a problemas de la agricultura que no implican necesariamente mayor uso de agrotóxicos.
Desarrollo de transgénicos. En decenas de laboratorios públicos argentinos se estudian los genes de las plantas. Una de las estrategias experimentales es aislarlos de los otros y ponerlos en una planta “modelo” (fácil de estudiar pero sin valor comercial), sumándole uno a sus aproximadamente 30.000 genes. Después se estudian las características de esa planta en cámaras de cultivo cerradas para no liberar transgénicos al medio.
Cuando se encuentra un gen que confiere propiedades interesantes, ese gen se introducirá en especies de interés agronómico para ver si puede mejorar esos cultivos. Esto requiere mucho trabajo, tiempo y dinero, ya que el trabajo con estas especies es más complicado y requiere ensayos a campo (lo que requiere la aprobación de Conabia para asegurar la no liberación al ambiente). Implica una inversión de alto riesgo ya que existen grandes diferencias entre una planta “modelo” y cultivos como soja, maíz o trigo. Si estos ensayos son prometedores se inicia el proceso de desregulación que llevará años, nuevos ensayos y la aprobación de Conabia y Senasa.
Los transgénicos argentinos. La papa resistente a virus y el trigo HB4 llegaron casi al final del camino gracias a la asociación público-privada de entes como Conicet y universidades nacionales con empresas nacionales. Su liberación comercial constituiría un hito en la historia de nuestro país ya que por primera vez se aprobarían tecnologías desarrolladas en Argentina y nacidas en laboratorios públicos. A su vez, las instituciones madres (Conicet y universidades nacionales) recibirán regalías por la comercialización de estos desarrollos que servirán para retroalimentar el sistema científico.
¿Por qué se desarrollan los cultivos transgénicos? Alimentar a la creciente población requiere un aumento de la producción de los cultivos. Esto debe hacerse en el mismo territorio cultivable actual. Las técnicas clásicas de mejoramiento ya no producen los incrementos de producción deseables por lo que es imperioso sumar tecnología. El desarrollo de nuevos cultivos, incluidos los transgénicos, en combinación con un manejo responsable del agua y de la tierra, además de la urgente minimización del uso de agroquímicos, son la base para el diseño de estrategias de agricultura sustentable de cara al futuro.
No hay vuelta atrás. Es difícil que volvamos la tecnología del agro para atrás. Los productores argentinos no querrán sembrar cultivos que les den menos rinde. La discusión debería basarse en cómo se aplica la tecnología, si es bueno o no que se produzcan desarrollos tecnológicos nacionales y cómo se distribuyen los beneficios de esas tecnologías. La diversificación de los cultivos en pos de alcanzar la soberanía alimentaria debe ser una prioridad del Estado, de la misma manera que debe garantizar que haya comida en todas las mesas de los argentinos.
¿Por qué no hay más desarrollos argentinos en el mercado? Hay muchos desarrollos para mejorar cultivos en los laboratorios públicos pero lamentablemente el costo de llevarlos a productos comerciales es muy alto. La ciencia argentina viene siendo desfinanciada seriamente en los últimos tres años, lo que dificulta aún más el escalado de los desarrollos. No estamos yendo por el camino correcto para lograr la soberanía alimentaria; es más, como en el juego de la oca hemos retrocedido varios casilleros.
Raquel Chan. Doctora en Biología. Especializada en biotecnología vegetal. Investigadora del Conicet en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral, en Santa Fe.