El clima imperante en Hollywood y aledaños hacía esperar que la corrección (política y de otras clases) fuera ama y señora durante la entrega de los 76° Golden Globe Awards, los premios creados por la Asociación de la Prensa Extranjera afincada en Los Ángeles para celebrar “lo mejor” de la producción cinematográfica y televisiva en el terreno de la ficción. Y así fue, al menos en parte: si bien con el correr de las horas algunas de las presentaciones incluyeron algún que otro chiste subido de tono, el dueto inicial a cargo de los maestros de ceremonias –la actriz Sandra Oh y el comediante Andy Samberg– resultó liviano e incluso algo pacato, anticipo de una transmisión de casi tres horas y media sin demasiados sobresaltos. La gran ganadora en el terreno del cine dramático terminó siendo Rapsodia bohemia, la película biográfica de Bryan Singer sobre el mítico líder de la banda británica Queen, mientras que la contraparte cómica o musical recayó en la todavía inédita en nuestro país (se estrena a mediados de febrero) Green Book: una amistad sin fronteras. Nueva demostración de esa ridícula división, que pudo haber tenido algún sentido en los años 40 y 50, el drama con toques de humor dirigido por Peter Farrelly fue incluido en la sección Mejor Película –Comedia o Musical mientras que el largometraje centrado en la vida de Freddie Mercury, con un más que relevante componente musical, entró en la selección de Mejor Película–Drama, junto a otro film de raigambre literalmente melodramática, Nace una estrella.
El primero de los premios entregados a lo largo de la noche le correspondió a Spider-Man: un nuevo universo, como Mejor Película de Animación. Dirigida a seis manos por Peter Ramsey, Robert Persichetti Jr. y Rodney Rothman, esta particular revisión del superhéroe con poderes arácnidos –que se estrena este jueves en la Argentina– cruza diversos estilos visuales en un mismo cuadro y resulta, a todas luces, radicalmente diferente al formato “hiperrealista” de la animación mainstream contemporánea, representado por sus contrincantes Wifi Ralph y Los increíbles 2 en las nominaciones a los Globos de Oro. Luego de un par de presentaciones de los diez nominados a los rubros principales (la del film de superhéroes Black Panther fue un ejemplo de solemnidad sobreactuada), la aparición de Jamie Lee Curtis y Ben Stiller rompió un poco con el acartonamiento que venía marcando la ceremonia, aunque faltaba todavía un rato para el paso cómico más inesperado, absurdo y divertido: la propuesta de casamiento sobre el escenario de Maya Rudolph a Amy Poehler, en clara referencia satírica al pedido de matrimonio en vivo del productor televisivo Glenn Weiss, durante la última entrega de los premios Emmy.
Las dos instancias más emotivas de la noche se correspondieron con la entrega del Premio Cecil B. DeMille y su contraparte, el Premio Carol Burnett, entregado por primera vez en esta edición a la veterana comediante televisiva. Con 85 años, Burnett bromeó un poco acerca de su trayectoria y tiró algunos dardos hacia la industria, destacando la imposibilidad de producir hoy en día shows tan sofisticados y caros como aquellos que marcaron su período más famoso. En tanto, el enorme Jeff Bridges, que subió al escenario para recibir el galardón que lleva el nombre del realizador famoso por sus superproducciones bíblicas, hizo algunos apuntes oblicuos al estado de la nación y agradeció a medio mundo en su ya clásico tono campechano, entre otros a su hermano Beau (sentado a su lado en la mesa) y a los cineastas Peter Bogdanovich y Michael Cimino, pero también a su stand-in, término que designa a la persona que se para, literalmente, en la posición de una toma en reemplazo del actor. Algunos minutos antes, un excelente clip de poco más de dos minutos, acompañado por la voz grave y profunda de Sam Elliot, repasaba su carrera en el cine, destacando no sólo papeles reconocidos en films como El gran Lebowski, Los fabulosos Baker Boys o La última película sino también su paso por títulos animados, la fantasía ochentosa Tron y Starman, de John Carpenter, además de algunos “cameos” durante la infancia y adolescencia.
Lady Gaga, bajo su habitual máscara artística –lejos de la “cara lavada” del papel en Nace una estrella–, recibió junto a los compositores Mark Ronson, Anthony Rossomando y Andrew Wyatt el premio a la Mejor Canción Original por “Shallow”, perteneciente a la banda de sonido de la película dirigida y protagonizada por Bradley Cooper. Minutos más tarde, la actriz Regina King daría un sentido discurso al recibir el galardón a Mejor Actriz de Reparto (por su papel en If Beale Street Could Talk, vista en la Argentina en el Festival de Mar del Plata), seguida de inmediato por el actor Mahershala Ali, coprotagonista junto a Viggo Mortensen de Green Book, film que también terminaría llevándose el premio a Mejor Guión y, cerca del final de la velada, el de Mejor Película dramática. Con tres estatuillas en su haber, este largometraje centrado en la relación entre un pianista negro y su chófer italoamericano, a comienzos de los años 60 y en un Sur estadounidense en pleno apogeo segregacionista, terminó siendo la gran ganadora de los 76° Globos de Oro.
El mexicano Alfonso Cuarón accedió al escenario dos veces para recibir los premios a Mejor Película en Lengua Extranjera y Mejor Director, confirmando todas las sospechas de que su última creación, Roma, era una de las favoritas para llevarse varias estatuillas (sólo perdió en el rubro Mejor Guión). Emocionado a pesar de su experiencia en esas lides, el director de Y tu mamá también y Gravedad cambió el inglés por el español para agradecer, dos veces, a su país natal, además de mencionar enfáticamente las gestiones de Netflix para que su film llegara a la mayor cantidad de espectadores en todo el mundo. Al subir por segunda vez al proscenio, un tema musical del argentino Leo Dan, que forma parte de la banda sonora de la película, sonó en los altoparlantes del hotel The Beverly Hilton, marcando posiblemente una primera vez en la historia. Christian Bale fue el triunfador en el rubro Mejor Actor–Comedia o Musical, por su interpretación de Dick Cheney en el largometraje de Adam McKay El vicepresidente (de inminente estreno local) y su fuerte acento galés, pulido tantas veces a la hora de encarnar roles “americanos” en la pantalla, hizo acto de presencia a través del micrófono.
Perforando las tres horas de transmisión, llegó el momento de la entrega de los premios principales, en estricto orden de importancia (pareciera que el drama sigue siendo más relevante que la comedia, inoxidable tara de la industria del espectáculo). La expresión de sorpresa de Glenn Close al recibir el premio a Mejor Actriz–Drama por su actuación en La esposa, dirigido por el sueco Björn Runge, resultó inconfundiblemente genuino; la gran favorita, Lady Gaga, se quedó así sin un premio que parecía uno de los más cantados. Luego de saludar con un beso a su vecino de mesa Michael Douglas (recuerdos de otros tiempos, de sexo urgente y conejos hervidos), la actriz –que estuvo nominada seis veces a los premios Oscar, sin resultar nunca ganadora– agradeció, con lágrimas en los ojos, a una gran cantidad de personas que la apoyaron y ayudaron a lo largo de su carrera. En el que quizá fue el discurso más honesto de la velada, recordó una fuerte anécdota de su madre y pronunció las palabras que recibieron la mayor ovación de toda la entrega: “Yo puedo hacer eso y deben permitirse hacerlo”, en referencia al hecho de ser mujer y a la demanda de ser algo más que la compañía y sostén de un hombre.
Los minutos restantes de la ceremonia fueron ocupados por Rapsodia bohemia, que terminó llevándose las estatuillas a Mejor Actor –Drama y Mejor Película– Drama. Rami Malek, para muchos “el actor de Mr. Robot”, agradeció el galardón y recordó la importancia de que el cine refleje ideas inclusivas. No llegaron a pasar más de dos minutos y el actor volvió a subir al escenario junto a los productores de la película y dos miembros de Queen, Brian May y Roger Taylor, visiblemente emocionados por el resultado de la noche. El hecho de que Malek haya intentado saludar sin éxito a la encargada de anunciar el premio, Nicole Kidman, quedará como una de esas anécdotas incómodas con futuro inmediato de meme. Cosas que ocurren en una ceremonia en vivo, reflejo de talentos y vanidades, de creación artística y negocios. Dentro de un par de semanas se anunciarán las nominaciones a los premios Oscar, preámbulo de la madre de todas las batallas. Y, luego, a volver a empezar. The Show Must Go On.