La debilidad del consumo y el aumento de las importaciones son las dos causas principales que mantienen a la industria nacional debajo de la línea de flotación. Las ventas son una lágrima en términos generales. No hay prácticamente ningún sector de la economía que atraviese una situación diferente en este sentido, salvo las agencias de viaje que comercializan tours de compras a Chile o a Miami, en una reedición del “deme dos” de la dictadura, o las concesionarias de autos que se beneficiaron por la rebaja de impuestos a los vehículos de lujo. En los renglones masivos, la demanda de leche se retrajo 5,5 por ciento entre enero y octubre, las compras de carne vacuna declinaron 6,7 por ciento hasta noviembre, los despachos de bebidas sin alcohol bajaron 11 por ciento hasta diciembre y las ventas de alimentos en supermercados descendieron 10,2 por ciento hasta noviembre, según información de las cámaras empresarias y del Indec. Son tal vez los ejemplos más categóricos de hasta qué punto se vio afectado el poder adquisitivo de la mayoría de la población tras un año de políticas neoliberales. Productos menos indispensables como los muebles directamente cayeron 29,3 por ciento entre enero y octubre, o indumentaria, calzado y marroquinería, 19 por ciento en shoppings hasta noviembre. Por el lado de las importaciones, 24 rubros fabriles, casi el ciento por ciento de la industria, padecieron el año pasado un cambio violento en las reglas de juego por el ingreso de mercadería desde el exterior. En la rama alimenticia, una de las más competitivas del país a nivel mundial, se registraron casos demoledores como el salto del 700 por ciento en las compras de carne aviar o del 120 en carne porcina. También explotaron las compras de golosinas (55 por ciento), vinos (4200 por ciento), cerveza (73 por ciento) y queso (140 por ciento). Por fuera de la industria, la apertura importadora llegó al extremo de que en un año ingresaron más cantidades de zanahorias, batatas y naranjas que en la última década. Es una realidad que se sostiene hasta el presente. Entre julio y noviembre la importación de ropa blanca fue mayor a la que se había producido entre enero y junio: 89 por ciento en el segundo semestre contra 81 el primero. Lo mismo ocurrió con indumentaria, con 35 y 33 por ciento, respectivamente. En heladeras, la escalada de importaciones llegó al 200 por ciento en 2016. En autos ascendió al 41 por ciento. La industria gráfica perdió en enero del año pasado la protección que le había otorgado el kirchnerismo y las compras al exterior se dispararon 84 por ciento. Las imprentas españolas mandaron desde Europa 105 por ciento más libros que en 2015. Hasta en sectores vinculados al modelo ganador de los agronegocios hubo pérdidas en participación de mercado frente a bienes importados: las fábricas de cosechadoras nacionales, que hasta 2015 abastecían el 91 por ciento de la demanda interna, cedieron 20 puntos frente a las importadas, hasta caer a 71 por ciento. En tractores la baja de participación de las fábricas argentinas fue del 93 por ciento en 2015 al 79 por ciento el año pasado. En ambos casos, si bien su nivel de producción aumentó, el mayor ingreso de equipamiento del exterior les hizo perder una porción significativa de la demanda. Para colmo, el Gobierno flexibilizó las condiciones para la importación de bienes de capital usados.
Los datos forman parte de un informe indispensable de la consultora Radar, que dirige la ex subsecretaria de Comercio Exterior, Paula Español, con un balance de lo que sucede en términos de consumo, producción y comercio exterior en el conjunto de la industria. Menos demanda y más importaciones es la constante que verifica el estudio durante 2016, a partir de la devaluación, la quita de retenciones, los tarifazos y el regreso a un escenario de libre comercio internacional pasado de moda, en el que no cree ni Estados Unidos, que cierra hasta su mercado de limones. En este último punto, el Gobierno quedó a contramano del país al que más se quiere acercar. El bajón del consumo y el alza de las importaciones provocaron un derrumbe generalizado de la industria y las economías regionales. El relevamiento de Radar detalla los bloques que terminaron en baja. Fueron los siguientes:
- Electrónica: se perdieron 4000 puestos de trabajo en 2016. El cuadro se agravó desde el anuncio, en noviembre, de la eliminación de aranceles para la importación de computadoras y tablets. Banghó está en proceso de cierre de una de sus fábricas por esta situación, con 205 despidos adicionales.
- Siderurgia: la producción de acero tuvo su peor caída desde 2009, del 18 por ciento interanual. Peor, sin embargo, le fue a la producción de hierro redondo, con un retroceso del 26 por ciento. En aluminio, el ajuste de la demanda interna logró ser compensado por mayores exportaciones, sosteniendo la producción en niveles de 2015. Equipamiento eléctrico sufrió por la baja de la construcción y cayó 13 por ciento, pero también porque el Gobierno no lo prioriza en las licitaciones públicas.
- Línea blanca: la producción de heladeras cayó 29 por ciento y la de lavarropas, 28. Las importaciones subieron 200 y 111 por ciento, respectivamente. Y las importaciones de piezas bajaron 40 y 20 por ciento. Empresas tradicionales de Rosario y Córdoba son las que más lo están padeciendo.
- Textil, indumentaria, marroquinería y calzado: “La caída de la producción local y el aumento de las importaciones dio como resultado una baja de la participación sobre ventas de la industria nacional del orden de 10 puntos porcentuales”, señala Radar. El mapa de los despidos alcanza a las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Santiago del Estero, Chaco, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis y Chubut, entre las más afectadas.
- Motores, bombas, compresores y válvulas: por ser proveedores de insumos industriales, se ven arrastrados en la crisis.
- Madera y muebles: Misiones, Santa Fe y Córdoba son las provincias más castigadas.
- Fertilizantes: la importación de productos que compiten con los de elaboración nacional aumentó 44 por ciento y puso en riesgo al 40 por ciento de la dotación de personal del sector. En noviembre el Gobierno lo incluyó en la lista de los rubros con Licencias No Automáticas de Importación para bajar la intensidad de la avalancha.
- Alimentos y bebidas: la producción alimenticia retrocedió 1,5 por ciento interanual; la de carne vacuna, -2,9; la faena de aves, -5,9; la de vino, -7, y la de lácteos, -10. La única suba se dio en azúcar y confitería, con 1,9.
- Limpieza e higiene personal: la producción de jabones de tocador y lavar bajó 17 por ciento; la de detergentes y limpiadores, -4,5, y otros artículos de limpieza, -13,5. Las importaciones de maquillaje aumentaron 41 por ciento, seguida por cremas (24) y capilares (18).
- Química: la producción cayó 4 por ciento, con alzas en las importaciones de hasta 78 por ciento que forzaron la paralización de plantas, despidos y suspensiones.
- Transformadores plásticos: el sector está compuesto por alrededor de tres mil empresas, con 70 por ciento de pymes y 35.000 puestos de trabajo. El balance fue regular, con un alza de la producción del 5 por ciento en el primer semestre y una caída del 7 en el segundo, desatada, entre otras cosas, por aumentos en las importaciones de hasta el 86 por ciento.
- Economías regionales: la devaluación y la quita de retenciones no fueron la solución prometida a los problemas globales del sector. Pese a esas medidas, cayeron las exportaciones de ciruelas (-69 por ciento), yerba (-28), manzanas (-19), peras (-9), mandarinas (-9), naranjas (-7), vino (-4) y cebolla (-1), mientras que subieron las de té negro (3 por ciento), ajo (16), limón (40), miel (76) y azúcar (156). Del otro lado, crecieron exponencialmente las importaciones de batatas, zanahorias, naranjas y calabazas.
La respuesta que está dando el Gobierno a esta situación es desconcertante para la mayoría de los sectores industriales, más allá del silencio de la Unión Industrial Argentina, enfocada en ganar la batalla de la baja de costos laborales a través de la reforma del sistema de riesgos del trabajo, la flexibilización laboral y la modificación de los convenios de actividad. Nicolás Dujovne, Francisco Cabrera, Jorge Triaca, Federico Sturzenegger, Javier González Fraga y el propio Macri enfatizan que no estimularán el consumo porque es “inflacionario”, y anticipan a los gritos más apertura importadora. Confirman la continuidad de los tarifazos, sacan feriados por decreto, sacan Fútbol para Todos, se desentienden del cierre de fábricas. Reforzar con tanto esmero las políticas de ajuste en una economía en recesión no es lo más apropiado para revertir la crisis. La mayor parte de la industria y el mercado interno se metieron en el túnel oscuro de Gabriela Michetti por lo mismo que el Gobierno volverá a hacer este año. Sin embargo, Cambiemos promete que ahora sí, esta vez sí, los resultados serán mejores. Y si no, deme dos.