A poco más de tres años de la aparición del disco que lo disparó al estrellato, su debut Prender el alma, Nicola Cruz estrenará el próximo 25 de enero su segundo álbum de estudio: Siku. Pero antes de su lanzamiento, el productor, músico y DJ ecuatoriano lo presentará en Buenos Aires, base de operaciones de su sello discográfico, ZZK Records. “Si bien estoy viendo cómo incorporarlo en mis sets, y esto significa que el repertorio data de hace año y medio, algunas canciones ya las venía tocando”, confiesa quien puso a su país, a manera de metáfora de su ubicación geográfica, en el centro de la vanguardia musical. “Esto sucede al mismo tiempo que busco el balance entre el estudio, mi vida y los viajes.”
Aunque el comienzo de año parece una época inusual para la edición de discos, y más si se trata de uno tan esperado como éste, el artista nacido en Francia no aguantó las ganas de mostrarlo: “Diciembre no era buena fecha para publicarlo, y en noviembre no llegábamos. Pero yo quería lanzarlo en 2018”. Antes de revelar los 11 tracks que contendrá esta producción, Cruz compartió los temas Siete y Arka, que por más que saborean ese encuentro entre los Andes y el Pacífico que sirvió para hilvanar el relato musical de su primer disco, en esta ocasión ofrecen una versión más cosmopolita y mística de su propuesta.
“Siku no está enfocado, desde su punto de partida, en el Ecuador ni en Sudamérica”, advierte el artífice de 31 años. “Más allá de que tienen su peso, la influencia es más global. Así que no sólo convoca a la costa y a la montaña, sino también otras culturas y geografías. Con Prender el alma viajé a muchos lugares; fue muy revelador y me llevó a conocer musicalmente el mundo. Nunca fui a la India, pero sí he sondeado el sudeste asiático, y han sido una curiosidad las armonías orientales. Estuvimos muy clavados con la música occidental, lo que ha sido un error. Probé un poquito para desafiar, porque no soy ningún sabio al respecto.”
A pesar de que patentó la etiqueta “Andes step” para referirse con sorna a su sonido, asimismo tomando distancia del rubro “cumbia digital”, el nigromante ecuatoriano evitará a toda costa que su segundo álbum entre en la anacrónica y elemental clasificación de world music. “No me gusta por cierto estereotipo que hay en mi cabeza”, reconoce Cruz. “Pero tampoco me preocupo por las clasificaciones. Más que el siku, que es un instrumento musical andino, toco mejor la quena. Pero el nombre vino por el sentimiento de tocar juntos, porque es un material que salió de bastantes colaboraciones con gente con la que compartí la visión y el sentimiento”. Se refiere a sus compatriotas del grupo Altiplano, el músico argentino Esteban Valdivia, el cantante y poeta brasileño Castello Branco, el tándem Minük y el músico portugués Marcio Pinto. “Siento que el disco es más de una banda que de un solista, lo que le da un atributo rico.”
Estos cruces le dieron licencia a Nicola para mezclar también el sitar y el balafón con la electrónica. “Siempre hice música que puede ser bailada, por más que no la haya pensado para la pista de baile”, explica. “Aparte de los temas tranquilos y orgánicos, donde experimenté más con el ambiente, compuse tracks en los que el bombo estuvo más presente. Si bien el disco está influenciado por colores hindúes y orientales, hay que ser muy inteligente al momento de ir mostrándolo porque, según mi forma de ver, es diferente a Prender el alma”. Tras compilar su flamante repertorio, elucubrado en diferentes tiempos y lugares, este icono latinoamericano del dance floor empezó a ordenarlo. “Hubo temas que no clasificaron por cuestiones de concepto, de emoción tal vez. Como soy ecléctico, no estoy preocupado por mantener la línea porque mi línea soy yo. Entonces me dediqué a unificar el tratamiento sonoro”.
Aunque mucho se creyó --de la misma manera que sucedió con el reguetón-- que la dialéctica entre la música popular latinoamericana y la electrónica orientada al baile experimentarían un idilio efímero, el encuentro se mantuvo y dejó descendencia. “Siento que vino para quedarse”, afirma el productor, músico y DJ establecido en Quito. “Muchos festivales abrieron escenarios específicamente para eso. La parte bonita de esto es que uno conecta con otras historias y músicas. Hay un vicio de la gente de pensar que todo es cumbia. Pero no es así”.
En este camino, Cruz se tornó en profeta fuera y dentro de su tierra. “Recientemente, National Geographic publicó una nota donde aparecían cosas referenciales del Ecuador, y me pusieron. Por mi parte, me mantengo tranquilo, trabajando. Es cierto que ahora en muchos festivales internacionales hay un artista ecuatoriano, cuando antes no había ninguno. A mí me alegra y, al mismo tiempo, siento que hay más convicción al respecto. Rompimos la barrera de que somos un país chico”.
* Nicola Cruz tocará el jueves 10 en Niceto Club, Niceto Vega 5510. A las 20.