•  El primer tatuaje que me hice fue un tribal, este que tengo en el brazo derecho, que representa un dragón de una manera muy abstracta. En realidad no era lo que yo me quería tatuar. Como muchas personas de mi generación (esto fue en el 99) fui a la Bond Street, con la idea de tatuarme en el brazo un dibujo de Luis Royo: una ilustración que eran tres mujeres serpiente entrelazadas. Cuando llegó el tatuador y vio la complejidad del dibujo, me dijo “ni loco te lo hago en el brazo. Si querés, te lo hago en la espalda”. Y yo, que era mi primer tatuaje, me asusté un poco. Terminé eligiendo el tatuaje de una carpeta de dibujos que tenían en el lugar. En ese momento estaban empezando a surgir los tatuajes de tribales. 
  •  Mi viejo ya me había dicho en su momento cuando le manifesté que yo me quería hacer un arito y me quería teñir el pelo de azul, que si yo hacía eso me tenía que ir de casa. Cuando llegué a casa con el tatuaje hecho sin haber avisado nada hubo muchas discusiones. Fue una noche un tanto difícil, en realidad fue una semana difícil de pasar. Fue tanta la presión y el stress de esos días que entonces decidí no volver a tatuarme. No volví ni a rellenarme el tatuaje siquiera. Estuve casi doce años sin volver a tocar ninguna tinta. 
  •  Hace cuatro años me fui a rellenar el tribal. Ahí me reencontré con todo el tema de las agujas y el dolor y las endorfinas y el placer, entonces saqué turno para empezar con mi primera manga. Empecé por hacerme la manga del brazo izquierdo. 
  •  En el brazo izquierdo tengo: por un lado la representación de la vida y la muerte, que sería una calavera con agua y flores. Yo siempre me moví mucho en el palo gótico (iba a bailar a Requiem). El ciclo de la vida y la muerte tenían un sentido muy importante en ese momento y decidí empezar por ahí. 
  •  Para completar la manga, en la parte baja del brazo, combiné dos cosas: el arte oriental japonés, que siempre me gustó mucho, y mi fanatismo por los murciélagos y vampiros. 
  •  En el antebrazo me tatué una máscara de Hannya de un demonio en color rojo que representaba la furia y el enojo. La máscara está rodeada por murciélagos. Este fue el primer gran tatuaje. 
  •  Durante esos 12 años que no me tatué, fue el momento en el que yo me empecé a aceptar como bisexual (en esa época la palabra pansexual no existía). En esos años comencé a incursionar junto a mi pareja en el mundo del BDSM, fetiches, juegos, fiestas. Hubo una gran destrucción (que todavía continúa) de quien yo había sido hasta ese momento o quien yo creía que había sido toda mi vida y empecé a cuestionarme un montón de cosas.
  •  Los tatuajes y los piercings en mi caso fueron una manera de recuperar mi cuerpo. Yo sentía que mi cuerpo me lo habían robado: mi familia, la escuela, la religión. Hasta que comencé a tatuarme yo tenía esa sensación de que el cuerpo no me pertenecía. 
  •  Siempre tuve mucho mambo con la simetría, así que al terminar el brazo izquierdo, me pareció que el brazo derecho estaba muy vacío y que ese tribal que me había hecho a los 19 años en realidad no me representaba en lo absoluto. En ese momento yo ya no tenía que ver con ese dragón, que es una figura de poder asociada con la masculinidad, que era justamente un tema que yo empezaba a cuestionar y a renegar. Y entonces decidí tatuarme la bandera del orgullo. 
  •  Fui a ver a Teby (el tatuador que me hizo las dos mangas) con la propuesta de hacer la piel rasgada y la bandera del orgullo que se viera a través de la piel. Lo discutimos toda una tarde, porque a él le parecía una idea super trillada, que lo había visto un millón de veces y entonces me tiró la idea de hacerlo con flores. Entonces, entre ambos decidimos hacer el dibujo de los crisantemos pintados de los colores de la diversidad atrapando por completo al tatuaje del dragón tribal que venía de la adolescencia. 
  •  Quería tener un tatuaje que tenga que ver con el BDSM, así que decidimos tatuar la figura de la cara de una piba con un ball gag, que es una mordaza muy característica que se usa para poder poner en la boca y generar que se babee. Es algo que me encanta usar a mí también. 
  •  De tanto hablar de mi sexualidad cuando me iba a tatuar o a hacerme los piercings de las orejas, nariz, labio y pezones, uno de los tatuadores de ahí, el Chino Fontenla (Ezequiel Fontenla) que es un groso del tatuaje oriental, se había empezado a copar con el arte japonés del shibari. Me propuso tatuarme una geisha amarrada pero, me dijo, “hacemos un suit que ocupe toda la espalda y las nalgas”. La idea de tener una mujer atada en toda mi espalda me encantó porque yo sentía que representaba esa feminidad que no pude explorar o que sentí atrapada dentro de mi cuerpo durante muchos años. 
  •  También tengo otro tatuaje que tiene que ver con mi señora. Porque parte de lo freak o nerd que puedo tener, también soy una doña: me gusta andar en bata por mi casa. Así que quería algo que represente a esa doña. Me tatuó en el pecho a una señora con un sombrero de copa muy grande y unas rosas por debajo, bien de los años 20.

Producción: Sebastián Freire